Por Luisa Pernalete
“¡Imagínese, profe, hasta los sábados y domingos nos mandan tareas! ¿A
Usted le parece justo?”, me comentó un adolescente, estudiante de bachillerato.
No me parece justo ni pedagógico.
A estas alturas del
mes, no sé cuántos colegios, entre públicos y privados, han retomado contacto
con sus alumnos, pero me bastan comentarios que he estado escuchando como el
apuntado arriba para atreverme a dar estos consejos a educadores sobre cómo mejorar
la educación a distancia.
Reconozcamos primero
que eso de “educar a distancia” con niños, niñas y adolescentes es realmente
nuevo para todos, en todo el mundo. Se trabajaba a distancia con
adultos y con universitarios, pero en educación inicial, primaria y
bachillerato, no; por eso no debemos los docentes de estos niveles tener pena
en decir que no tenemos suficientes herramientas. Reconocer eso es el primer
paso para hacer mejor las cosas y para lograr lo que se quiere: que los
estudiantes se formen, que aprendan, que saquen lo mejor de sí, que sean
mejores personas, buenos ciudadanos y, dicho en términos de los creyentes, que
se puedan comportar como hermanos solidarios, y no olvidemos, para que sepan
cuidar la Casa Común, el planeta. Para eso es la educación, como comprenderán,
no se trata de simplemente “mandar tareas”.
Lo otro previo es
recordar que “educación a distancia” no es sólo la que se hace “on line”. A
distancia es también por radio, televisión y digamos que por “correspondencia”,
con guías instruccionales. Hay muchas plataformas. Hay colegios privados con
sus páginas web, por ejemplo, y por esa vía se comunican con los estudiantes.
Hay los más sofisticados, los que cuentan con equipos y conexión a internet con
regularidad, hasta donde se puede en este país, y pueden mandar además de
textos, videos y audios. De todos modos, por la vía que sea, hay elementos que
podemos utilizar, pero lo que no hay que perder es el norte: para qué educamos.
Si solo lo hacemos para cumplir con el colegio o lo hacemos para cumplir
con los fines de la educación.
“Reconozcamos primero que
eso de “educar a distancia” con niños, niñas y adolescentes es realmente nuevo
para todos, en todo el mundo. Se trabajaba a distancia con adultos
y con universitarios, pero en educación inicial, primaria y bachillerato, no;
por eso no debemos los docentes de estos niveles tener pena en decir que no
tenemos suficientes herramientas” Luisa Pernalete
Aquí van mis consejos:
En primer lugar,
conviene ser educadores que humanicemos, sea cual sea el área en la que
trabajemos, sea primaria o bachillerato. Entonces no podemos olvidar el lazo
afectivo con los alumnos, el acompañamiento psicoafectivo. Entonces lo mínimo que podemos
hacer en este aspecto es saludar cada día, preguntar al estudiante cómo se
siente, si está animado, por ejemplo, y ayudarle a ponerle nombre a sus
sentimientos y emociones. ¡Claro, conviene que nosotros también reconozcamos
los nuestros! Es buena idea enseñarles a relajarse, respirar profundo y si
podemos, enviar videos ejercicios de gimnasia cerebral, que ayudan, entre otras
cosas, a conectar el cerebro izquierdo con el cerebro derecho, ayudan a
la concentración… Recordemos que los chicos están cargados de ansiedad por esta
cuarentena prolongada. Pero es muy importante ponerse en el lugar de ellos, ser
amables, tender puentes entre lo afectivo y lo cognitivo. Si usted es nuevo
para ellos, entonces conviene que se presente y no entrarle a lo bravo: “¡Haga
esta tarea para el viernes!”…
En segundo lugar, al
ser a distancia, lograr la atención de los alumnos es más difícil, por eso la
necesidad de ser muy creativos cuando se presente “el tema del día” o de
la semana. Debe haber anclajes en lo cotidiano, en lo actual. Las preguntas
iniciales ayudan. Por ejemplo, si el tema, o el proyecto, para los que trabajan
de esa manera, es el ambiente, comenzar preguntando cuántos envases se desechan
en la casa que se pudieran reutilizar o reciclar; o si hay goteras en la casa y
cuánta agua se desperdicia… Comenzar repasando lo que se vio antes también
ayuda. Necesitamos captar el interés de los chicos, de otra manera sólo harán
“las tareas” pero no aprenderán nada o poco y se fastidiarán. Entonces
estaremos haciendo “aburrimiento a distancia” pero no educación. Aquí vale
también ponerse en el lugar de ellos: ¿Qué de este tema les puede interesar?
En tercer lugar, esto
va para los que trabajan en bachillerato: hay que tener un mínimo de
coordinación entre los profesores. Lo ideal sería poder planificar en conjunto,
para relacionar competencias y contenidos entre las áreas, incluso podrían
haber actividades que sirvieran para trabajar diferentes áreas, de manera que
se hace más divertido para ellos y se reducen tareas. Conviene que no
coincidan las fechas de entrega y generemos más estrés del necesario en alumnos
y sus padres o abuelos, los acompañantes.
En cuarto lugar, hay
que ser claros en lo que se pide. Nada de “haga esto”. La introducción, la
clase en sí y luego la actividad para el aprendizaje. He visto a más de una
mamá teniendo que llamar a amistades docentes para entender qué quiere decir el
profesor de su hijo.
En quinto lugar, mucha
comprensión con los requerimientos, sobre todo para los que trabajan en el
interior, ¿tienen luz, internet?, por ejemplo. Por eso no se puede ser muy
exigente con las fechas de entrega.
“Lo otro previo es recordar
que “educación a distancia” no es sólo la que se hace “on line”. A distancia es
también por radio, televisión y digamos que por “correspondencia”, con guías
instruccionales. Hay muchas plataformas. Hay colegios privados con sus páginas
web, por ejemplo, y por esa vía se comunican con los estudiantes” Luisa
Pernalete
Sexto, es bueno no
suponer que el alumno conoce la plataforma que vamos a utilizar, en caso de los
que usan zoom o cualquiera de las similares. Explicar primero de qué se trata
antes de decir simplemente “conéctese”.
En séptimo lugar: la
evaluación. Es un paso importante dentro del proceso. No se trata de aprobar o
reprobar, sino de ver cómo va el proceso de aprendizaje. Qué fue exitoso y qué
tiene que mejorar… parece tonto pero no lo es, ¿para qué sirve una nota, un número
si no es para que el estudiante pueda ser mejor o aprender más? De paso,
evalúese usted también cada día, ¿me gustó mi clase? ¿La preparé? ¿Si yo fuera
el alumno cómo me sentiría?
Octavo, hay que
respetar los horarios y los días. Claro que eso de “mandar tareas sábado y
domingo” es un irrespeto para el alumno y la familia, y de paso respétese usted
también sus tiempos de descanso. Un cerebro cansado no funciona bien.
Noveno, si reconocemos
que no tenemos suficientes herramientas, hay que buscar ayudas. Hay espacios de
formación para docentes en las redes sociales. Hay organizaciones que están
ofreciendo actividades que pueden ser muy útiles. Doy algunos ejemplos; Cecodap
ha estado haciendo circular unos videos sobre cómo trabajar los docentes su
salud mental; Educación Guao ofrece ayudas muy creativas para educadores;
el Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría @CFIPJ cada viernes
tiene un foro chat para docentes… Las emisoras de Fe y Alegría transmiten
programas educativos para todos los niveles; Unión Radio tiene unos cuentos
maravillosos que pueden servir de complemento para primaria… por
mencionar que conozco muy bien. ¡Ayúdese pues!
Décimo, escuche a los
alumnos y a sus padres y representantes. ¿Cómo les ven? ¿Sienten que están
aprendiendo? ¿Resultan claras e interesantes las clases?
Hasta aquí mis
consejos, espero que sean útiles tanto para docentes como para que alumnos y
padres bajen sus niveles de estrés.
27-10-20
https://elpitazo.net/opinion/educacion-a-distancia-o-estres-a-distancia/
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