Por Mercedes Malavé
La vocación política de
Rómulo Betancourt despertó al constatar el estado de pobreza en que se
encontraba el pueblo de Venezuela después de 20 años de dictadura. Grandes
mayorías sin acceso a la educación, analfabetas, desempleados, sin vivienda
digna, desnutridos, expuestos a todo tipo de enfermedades. Venezuela, país
petrolero, yacía sin futuro ni bienestar, gracias a una dictadura férrea que
anulaba cualquier forma de progreso social a partir de nuestro potencial humano
y territorial.
Betancourt comprendió
que el camino hacia la equidad social era la democracia. Garantizar los
derechos políticos de los ciudadanos mediante el sufragio directo y universal.
Emprendió una cruzada nacional para sembrar cultura democrática, y fundó junto
con otros demócratas venezolanos como Rafael Caldera y Arístides Calvani, un
proyecto democratizador del estado como senda para desarrollar una política
socialincluyente que le trajo mucho progreso social a Venezuela aunque,
lamentablemente, degeneró en el populismo que seguimos arrastrando.
El proyecto democrático
del siglo XX venezolano se apoyó en el principio de alternabilidad y en un
programa mínimo de gobierno y resguardo institucional como marco restrictivo
del ejercicio del poder constructivo, no destructivo.
Veinte años de
revolución populista del siglo XXI nos van dejando exactamente el mismo saldo
de las dictaduras del siglo XIX: hambre, desnutrición, analfabetismo, desempleo,
diáspora, miedo, persecución. El último comunicado de la CEV aclara que las
gravísimas violaciones a los derechos humanos de la población transcurren a
diario en el Metro, en los hospitales, en los hogares sin comida, ni luz, ni
agua, ni gas, ni conectividad. Nuestros pensionados y jubilados están
condenados a morir solos de hambre y de mengua. Nuestros niños a padecer toda
su vida las secuelas de la desnutrición y de la falta de educación.
El proyecto hegemónico
y totalitario del Plan de la Patria, de la Constituyente, de la ley
anti-bloqueo fomenta la inequidad social, aumenta esa gran brecha entre ricos y
pobres; acelera el escandaloso contraste entre un pequeño grupo de amigos que
vive con lujos desproporcionados, y las grandes mayorías empobrecidas que
llegan a vivir de la basura. Por eso los aliados comunistas del chavismo
denuncian la ley anti-bloqueo, que consolida el proyecto anti-igualdad y
bloquea toda posibilidad de construir el estado de justicia y de derecho
que prevé la constitución, porque sólo garantiza la ampulosidad y ostentosidad
de un sistema económico y político que quiere convertir a Venezuela en un
emirato latinoamericano que tarde o temprano dejará de reñir con los intereses
norteamericanos.
Sin democracia no hay
igualdad.
19-10-20
https://talcualdigital.com/el-camino-hacia-la-igualdad-por-mercedes-malave/
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