Por Fernando Pereira
“Es de suma
preocupación las amenazas que la pandemia representa en la salud mental de la
población mediante la generación o agravamiento de trastornos psicológicos,
neuropsiquiátricos y emocionales. La depresión, los trastornos generados por el
uso de sustancias adictivas, así como la ansiedad, el estrés, el pánico o
riesgos de suicidio, entre otros”, recogió un reciente comunicado de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial
sobre los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales
(REDESCA)
Por otra parte, de
acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en América hay
una crisis de salud mental sin precedentes, producto del aumento del
estrés, como del consumo de alcohol y drogas ante las medidas de restricción a
la movilidad que se han impuesto frente a la pandemia. A su vez, esta situación
se ha visto agravada porque los Estados, al dirigir sus esfuerzos para dar
respuesta a las afectaciones físicas relacionadas con el COVID-19, estarían
descuidando la atención de la salud mental de la población.
En este contexto, la
misma OPS advirtió recientemente que en las Américas las enfermedades de
salud mental han sido una epidemia silenciosa, que lleva a la región a tener el
segundo nivel más alto de consumo de alcohol a nivel mundial, así como la
ansiedad y la depresión como las dos principales causas de discapacidad.
A esta alerta expresada
por los dos organismos, se suma la del Movimiento Internacional de la Cruz
Roja: “El COVID-19 afectó la salud mental de la mitad de las personas
encuestadas en siete países, debido a la carga adicional de estrés y
sufrimiento que impuso la pandemia a comunidades en todo el mundo”.
Todos los
organismos coinciden en la urgencia de tomar medidas inmediatas, invertir en
salud mental y apoyo psicosocial para contribuir a sobrellevar la situación y
seguir adelante.
Las escuelas no se
enteran
Se inició un nuevo año
escolar lleno de preguntas y signado por la incertidumbre. Hemos podido
chequear con estudiantes y docentes de distintos centros y realidades —aunque
esto no represente un estudio exhaustivo— y las principales inquietudes
se centran en lo práctico: si los alumnos ya pudieron ver materia, si la
conexión de Zoom funcionó o si llegó el PDF con la guía de
asignaciones.
Ninguno reporta
actividades dedicadas a chequear cómo están los estudiantes, conocerse entre sí
cuando se trata de nuevos grupos, conocer al nuevo docente, poder expresar sus
expectativas, esperanzas, temores ante el camino que se está
emprendiendo.
En estos momentos es
fundamental, más que nunca, la generación del contacto afectivo para
propiciar el vínculo con y entre los estudiantes. Puede constituir la
diferencia para mantenerlos motivados y para prender la chispa de las ganas de
querer seguir estudiando. Así como también para fomentar la curiosidad, base
fundamental que mueve el deseo de aprender; y para detectar situaciones de
agresiones o violencia, de desmotivación, depresión o ideación suicida que se
han elevado durante esta “cuareterna”.
Las familias, madres,
padres, representantes se unen a la presión: esperan que sus hijos o
representados no pierdan tiempo. “Que comiencen las clases de una vez”, “ya
bastante tiempo han perdido”, “que les manden muchas tareas para que estén
ocupados”.
Se genera una simbiosis
entre las exigencias de las familias y la necesidad de justificar de los
centros educativos. A mayor volumen de asignaciones escolares exigidas o de
horas conectados al Zoom, se entiende que los docentes están trabajando y, en
el caso de la educación privada, se puede justificar el costo de las
mensualidades.
Urge que las familias,
directivos, docentes y autoridades educativas entiendan las complejidades del
momento que estamos viviendo. La educación debe adaptarse al momento para
mantener la salud física y emocional del estudiantado. Necesitamos una
escuela con la capacidad de aprender y evolucionar con el momento actual.
Una educación que sea capaz de avivar y conectar con el proyecto de vida de los
estudiantes, especialmente de los adolescentes.
15-10-20
https://efectococuyo.com/opinion/epidemia-silenciosa-salud-mental/
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