Por Ángel Oropeza
La velocidad de los
acontecimientos que ocurren en nuestro país, aunado con la necesidad de prestar
atención preferencial a las estrategias de supervivencia a la crisis, provocan –como
está de hecho ocurriendo– que fenómenos sociales muy importantes se estén
presentando y no mucha gente se dé cuenta de ello.
Dos de estos fenómenos
son, por una parte, las progresivas rupturas y separaciones que se están
sucediendo en las bases sociales y políticas de apoyo del madurismo, y por la
otra, la cada vez mayor cercanía en las percepciones que sobre el país y el
momento político están teniendo los sectores de la oposición democrática con
organizaciones provenientes del chavismo.
En reuniones e
intercambios informales que han venido ocurriendo entre estos dos sectores, los
cuales –hay que decirlo– se han desarrollado en un ambiente de tolerancia y
respeto mutuo, hemos podido identificar ocho áreas de coincidencias que nos
acercan en la percepción e interpretación de la coyuntura política y social.
¿Cuáles son esas ocho semejanzas que se están presentando hoy entre grupos
hasta hace poco enfrentados? Veamos muy brevemente a continuación en cuáles
convicciones se está progresivamente coincidiendo.
1) Venezuela es un país
sin Constitución. La que existía –la llamada “Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela”, aprobada en 1999– fue derogada de facto por Maduro y
sus acompañantes como principal mecanismo para intentar mantenerse en el poder.
En consecuencia, Venezuela es hoy una nación sin ley, dónde lo que está escrito
en esa Constitución se viola a diario a capricho de la clase política
madurista. Por tanto, para poder garantizar la gobernabilidad, la paz y la
convivencia, es imperativo rescatar a la Constitución de quienes se la robaron
al pueblo venezolano.
2) Es necesario
rechazar y superar el maniqueísmo polarizante que ha dividido artificialmente a
la población en bandos enfrentados y excluyentes, y que niega la realidad
de un país plural y heterogéneo. Somos una sola nación, y no la tierra de
parcialidades fabricadas para el beneficio de quienes persisten en su intención
de dominio.
3) El país no puede
seguir siendo una especie de latifundio primitivo donde algunos mandan a su real
saber y entender, sin ningún tipo de controles o contrapesos, y donde prive en
la población la inevitable incertidumbre de tener que esperar y depender
siempre de la voluntad cambiante de quienes le gobiernan. Es una tarea
inaplazable, si queremos construir un futuro viable para todos,
institucionalizar al país.
4) Cualquier solución
efectiva, estable y duradera de la actual situación tiene que ser política,
esto es, construida a partir del rechazo a la tentación de la violencia como
forma de dirimir los conflictos. Es imperativo rescatar en Venezuela a la
Política como forma civilizada de resolver las crisis por encima de la
pretensión de destrucción del otro. En este sentido, somos partidarios de
una salida democrática, electoral y constitucional a la crisis política de
ilegitimidad originada en la usurpación del poder que ejerce Maduro. Rechazamos
cualquier vía violenta como medio para superar la actual tragedia nacional, y
exigimos el derecho al voto ciudadano libre para recuperar y ejercer la soberanía.
5) Es urgente
destrancar el juego político de la situación que Gramsci describía como “empate
catastrófico”, esto es, una etapa de la crisis de Estado en la que coexisten
dos fuerzas políticas enfrentadas (en nuestro caso un bloque dominante y un
bloque ascendente de cambio social), donde ninguna de las dos está en capacidad
fáctica de superar a la otra, en detrimento del país que sufre entonces de
parálisis y perpetuación de la crisis.
6) La pretensión del
pensamiento único y de la imposición de la fuerza merecen el rechazo categórico
de todos. Nadie tiene derecho a obligar al otro a que piense igual, y mucho
menos puede ser criminalizado y reprimido el derecho humano sagrado a tener
opinión propia y a expresarla libremente.
7) El diálogo y la
negociación con quienes piensan distinto y a quienes se adversa es un producto
de la evolución humana, y constituye una herramienta esencial en el morral de
quienes luchan por una sociedad justa e incluyente. El debate, a pesar de las
naturales diferencias, no sólo debe aceptarse sino estimularse, porque la
riqueza de los pueblos se nutre de la tarea constante de construir juntos a
partir de su diversidad y heterogeneidad.
8) Cualquier propuesta
política de cambio y cualquier proyecto de superación de la crisis tiene que
tener como absoluta prioridad la atención preferencial al sufrimiento social y
económico de la población. Lo social es lo primero, lo más importante y lo más
urgente.
Seguramente habrán más,
pero éstas son las primeras 8 áreas, temas o convicciones en las que –a partir
de los encuentros informales realizados hasta ahora- existe coincidencia entre
la oposición democrática y sectores identificados con el chavismo pero que, por
estas mismas razones, se están alejando, del madurismo como modalidad fascista
de dominio.
Sí hay por los momentos
una diferencia temporal. Algunas de estas organizaciones y sectores
provenientes del chavismo creen, al menos por ahora, en la conveniencia de
participar en el evento electoral organizado por el madurismo para diciembre,
como una forma de impedir que éste se quede con la totalidad de la Asamblea
Nacional y lograr un poder legislativo más plural. A estos sectores
(distintos a los “alacranes” y corruptos que se han vendido para cohabitar con
la dictadura) les respetamos pero por supuesto no coincidimos. La oposición
democrática en su totalidad está convencida que con las actuales condiciones es
imposible que la voluntad ciudadana pueda expresarse, y que lo de diciembre es
cualquier cosa menos una elección. Luego de ese evento y verificada,
incluso por ellos, su naturaleza fraudulenta y antidemocrática estamos en la
obligación moral de reencontrarnos para seguir el camino de construir la unidad
superior de la nación.
Habrá por supuesto
algunas pocas personas que o no entiendan o incluso critiquen estos encuentros.
Están en su derecho. Sin embargo, es necesario insistir en un argumento
crucial. La construcción de un país viable pasa por el necesario reconocimiento
mutuo de sus integrantes. Para ello es necesario reducir el desconocimiento de
los venezolanos entre sí, que no solo nos hace más vulnerables como nación sino
más desiguales como pueblo. Y esta tarea pasa por el combate a los
estereotipos y prejuicios que nos debilitan. De hecho, desmontar la creada
arquitectura de estereotipos y prejuicios entre venezolanos es hoy una de las
tareas más urgentes por emprender.
Parte de nuestros
problemas para construir una sociedad adulta, tiene que ver con las
dificultades e incapacidad para reconocer nuestra enorme complejidad social, y
privilegiar las muchas cosas que nos unen por encima de las pocas que nos
separan. Por eso nuestro reto es intentar construir juntos siendo
distintos, porque la riqueza de una sociedad proviene precisamente de la
diversidad de sus miembros.
Solo desde allí, del
conocimiento, reconocimiento y aceptación del otro, es posible generar la
fortaleza social necesaria para las necesarias transformaciones hacia la
libertad y la justicia.
22-10-20
https://www.elnacional.com/opinion/ocho-semejanzas-y-una-diferencia/
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