Hilda Lugo Conde 18 de octubre de 2020
@luguin
El
próximo martes la cantautora y trompetista formada en el sistema de orquestas,
primera mujer en ganar el Grammy Latino como productora, se presentará en el
célebre escenario de Nueva York. Un concierto con entradas agotadas en el que
honrará sus raíces y que dedicará a Cheo Rodríguez, su maestro de trompeta
El 15 de octubre estuvo de cumpleaños, pero la gran
fiesta de celebración será el martes 20 de octubre: Linda Briceño, cantautora,
productora, trompetista y primera mujer en ganar el Grammy Latino como
Productora del Año, se presentará en el Lincoln
Center for the Performing Arts de la ciudad de Nueva York, uno de los
templos de las artes escénicas del mundo. Un show que estaba pautado para el 16
de abril, pero que se canceló debido a la pandemia del covid-19.
Será uno de los primeros espectáculos con los que el
complejo cultural retome su programación en una ciudad muy golpeada
culturalmente por la pandemia del coronavirus, donde los teatros de Broadway y
la Metropolitan Opera House, por ejemplo, permanecerán cerrados hasta el
próximo año.
“Esto ha sido una gran sorpresa, algo revelador,
seremos de los primeros en presentarnos luego de la cuarentena”, dice Briceño
desde su apartamento en Harlem, una mañana fría de Nueva York.
Será un evento histórico en su carrera, afirma la
trompetista formada en el sistema de orquestas. Las entradas para su
espectáculo se agotaron en media hora. “Y no conozco al público, no son mis
amigos, porque se quedaron sin boletos”, comenta entre risas.
Para Linda Briceño su presentación en el Lincoln
Center será una oportunidad para honrar sus raíces y rendirle homenaje a Cheo
Rodríguez, su maestro de trompeta. “El concierto será un viaje en el que
celebraré mi paso por la música clásica, habrá también música latinoamericana,
interpretaré mis temas originales y parte del nuevo disco”, señala. La
acompañará su banda, con la que toca desde hace cuatro años, integrada por
músicos estadounidenses y venezolanos.
El de este año será el octavo invierno de Linda
Briceño en Nueva York. Su relación con la ciudad, de la que antes se decía que
no duerme nunca, comenzó en 2006, cuando la conoció por primera vez. Estaba de
vacaciones. Pero antes, le recuerda su madre, dibujaba la ciudad, sus altos
edificios, sus luces siempre encendidas.
Ese 2006, cuando Nueva York todavía tenía fresco el
recuerdo del ataque terrorista de Osama Bin Laden al World Trade Center, a
Linda Briceño no le gustó la ciudad que descubrió. Estaba muy apegada a su vida
en Venezuela, en San Antonio de Los Altos, a sus amigos… Cinco años después
regresó, esta vez de gira con la Simón Bolívar Big Band Jazz, donde era la
única mujer en la fila de trompetas. Y no lo dudó: su futuro como músico estaba
en esa ciudad. Tuvo contactos con dos maestros de la trompeta: Arturo Sandoval
y Wynton Marsalis. De este último recuerda una frase: “Tienes que decidir,
tienes que estar acá, porque Nueva York es la ciudad para ti”.
Y, a pesar de la montaña rusa en la que ha vivido
desde 2013, el aprendizaje que le dejó hacer malestar e instalarse en Nueva
York ha sido de los más importantes para Linda Briceño. “En esta ciudad he
aprendido a quererme, a encontrarme como mujer, a valorarme, a ser paciente y
tener paz. La ciudad te reta todos los días, te ayuda a formar tu carácter, a
desarrollar una piel de rinoceronte. Cuando piensas que lo viviste todo, o casi
todo, te das cuenta de que te falta mucho por vivir”, cuenta la cantautora de
32 años de edad.
Linda Briceño, conocida también artísticamente como
Ella Bric, asegura que este año ha sido de emociones encontradas para ella.
Profesionalmente ha sido muy fructífero, pero no deja de generarle
incertidumbre y mucha tristeza la situación que vive la ciudad. “Ya no hay
pequeños locales en los que presentarnos porque están cerrados. Y me da mucho
miedo porque hay gente abandonando Nueva York. Gente que por temor se está
yendo. Y eso es algo que no pensé vivir. Además, la confusión política hace
todo mucho más complejo, hay mucha tensión en la calle, una herida abierta, una
división y polarización muy grande. Siento que estoy viviendo un déjà vu”,
afirma.
Pero Briceño tiene las esperanzas puestas en que
Estados Unidos es un país de instituciones y confía en que el ciudadano se tome
con mucha seriedad la decisión de votar el próximo 3 de noviembre. “Hay que
pensar en el futuro de los chamos, solo pido eso”.
Ha pasado los meses de confinamiento en su casa, que
comparte con una amiga y con su perrita. Y gracias a la familia que ha
adoptado, a la que se ha inventado en Nueva York –dice– todo ha sido más fácil
de llevar, aunque han sido meses de tristeza y depresión que sanó asomándose a
su balcón y tocando la trompeta para alegrarse y alegrarle los días a sus
vecinos.
—¿De todo este proceso, qué has aprendido?
—Estos meses me han enseñado a tener más fe. Soy
creyente, mujer de fe, creo en Dios. En el momento en el que menos esperanzas
he tenido, Él se ha mostrado de manera milagrosa, está conmigo, entonces sé que
voy a estar bien. He rezado mucho y he aprendido a vivir sin apegos.
Tiempo (2013)
fue el primer álbum de Linda Briceño, nominado al Grammy Latino como Álbum Pop
Tradicional y ella como Mejor Nuevo Artista. Luego lanzó “11“, Ella Bric Ft. The
Hidden Figures, una historia de amor que escribió junto con Fernando
Osorio y que le valió un Latin Grammy como Productora del Año junto con el
trabajo Segundo piso, de la también venezolana Mv Caldera. Y
este año el disco La que manda de Gina Chávez, que produjo
junto con Fernando Lodeiro, está postulado en la categoría Mejor Álbum
Pop/Rock.
Asegura
que el Grammy Latino llegó cuando menos lo esperaba. Reconoce que le da gran
visibilidad y que también es alimento para el ego. Pero lo más importante es la
conversación que se originó aquella noche de noviembre en Las Vegas: por qué
las mujeres no ganan premios en la categoría Productor del Año. “Somos pocas,
pero vamos haciendo nuestro trabajo”, agrega satisfecha.
En julio, Ella Bric, a quien hace un año Alejandro
Sanz invitó a participar en su concierto en el Madison Square Garden, presentó
“Rara”, el primer sencillo de Selfie, su próxima producción
discográfica. Es un tema urbano que la acerca a un género que ha estudiado
mucho en los últimos tiempos: el reguetón. “Cuando me vine a Nueva York no
quise ser músico de jazz, mi idea era incursionar en el pop. Lo popular es lo
que la gente escucha y quería trabajar en eso”, recuerda.
—¿Tenías muchos prejuicios con el reguetón?
—Sí, totalmente, sobre todo por el mensaje hacia la
mujer. Pero sentía mucha curiosidad por saber qué había detrás de ese género
que gusta tanto. Y decidí meterme en esa piel con el apoyo de Yasmil Marrufo y
Claudia Prieto. Y confieso que salió de maravilla. No será el camino que
seguiré porque tengo metas más grandes, quiero experimentar con otros géneros
porque soy muy curiosa y, además, no me gustan las etiquetas.
—¿Cómo será Selfie?
—Es un EP que se hizo durante la cuarentena. Y lo
bonito de este trabajo es que es muy romántico, es una deuda con viejos amores.
Experimento con varios géneros, no es un disco de música urbana, es un álbum
pop tradicional. Sacaré un tema cada mes. Ya han sonado “Te veo luego” y “New
Jersey”. Y a finales de año me iré a Hawái. Vengo con una sorpresa grande. Solo
diré un nombre: Michael Jackson, y no diré más.
—¿Cómo que no diré más?
—(Risas). No puedo. Solo dejaré ese nombre por allí.
Y sí, no dice más.
—¿Cambió tu concepto del reguetón después de “Rara”?
—Muchísimo. A veces tendemos a criticar aquello que
nos molesta. Lo que nos toca hacer es transformar lo negativo en algo positivo.
Por ejemplo, admiro la respuesta que la cantautora española Beatriz Luengo le
ha dado al tema “Hawái” de Maluma. Ella se ha propuesto cambiar la retórica
sobre la posición de la mujer en las canciones urbanas. Hacia allá apunto.
—¿Tres nombres de cantantes urbanos con buenos
trabajos?
—Rosalía, Nathy Peluso y Bad Bunny. El trabajo de Bad
Bunny es muy interesante. Hay que tratar de entenderlo, buscarle su espacio,
escuchar su historia, de dónde viene. Mucho tiene que ver con su origen.
—¿Cómo defines hoy tu faceta como productora?
—Es mi equilibrio, mi cable a tierra, es mi
oportunidad de ayudar, de hacer el bien, de apoyar a artistas que empiezan.
Junto con mi mánager, Yelitza González, acabamos de formar una productora con
la que espero apoyar a muchos talentos. Es una misión que me he propuesto.
—¿Qué talento te gusta producir?
—Yo soy muy intuitiva. La mayoría de los que quieren
trabajar conmigo llegan por mis redes, por amigos en común. Busco a alguien que
esté claro en lo que quiere hacer. Y lo que me hace tomar la decisión de
trabajar con una persona es su calidad humana. Tengo que conectar con ella, con
su música, que se deje guiar y juntos buscar la manera de llegar adonde
queremos. A veces no es un proceso sencillo.
—¿Qué le agradeces hoy al sistema de orquestas?
—Le agradezco mucho la oportunidad de enseñar a otros,
que es algo hermoso, porque la manera en la que toco la trompeta se la debo a
Cheo Rodríguez. Quienes nos formamos en el sistema maduramos muy rápido,
asumimos responsabilidades siendo muy jóvenes. Yo a los 15 años de edad tuve
una crisis que me llevó a querer dejar la música por la presión a la que estaba
sometida y porque, al final, era la única mujer en una fila de 20 trompetas y
sentía que tenía el camino muy difícil. Entonces decidí tomar las riendas de mi
carrera. Creo en la misión de José Antonio Abreu, que es la misión del sistema,
salvar vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico