Ismael Pérez Vigil 17 de octubre de 2020
El de la “unidad” es otro de esos temas recurrentes en
la discusión política de la oposición. Yo no sé las veces que he escrito al
respecto y siempre es un tema que suscita mucha controversia. La discusión
puede derivar hacia lo filosófico, político, del concepto, pero creo que es más
útil ir a sus aspectos más prácticos, en términos políticos.
Hasta hace poco se consideraba anatema dudar acerca de
la unidad; hasta el punto de afirmar que quien se atreviera a romper la unidad
opositora u oponerse a la misma sería un gesto que pagaría muy caro; sobre todo
en esos momentos de “reflujo” –como el que vivimos ahora– o los que se viven
entre dos procesos electorales, especialmente sí se salía de una derrota, pues
preservar la fortaleza y el valor de la “unidad” en esos momentos tenía una
enorme importancia, estratégica y comunicacional. Pero hoy estamos en una
situación mucho más precaria, más débil incluso que la que solemos tener al
salir de una derrota electoral. Y por su parte el régimen, sin apoyo popular, la
fuerza y la represión es lo único que lo sostiene en el poder. El régimen, si
bien no crece más, tampoco se resquebraja significativamente.
La oposición democrática, está compuesta por social
demócratas, demócrata cristianos, socialistas, liberales, conservadores,
ciudadanos organizados e independientes, sindicalistas, empresarios, etc.; y
olvidémonos de ideologías o intereses políticos. ¿Cómo alguien, en su sano
juicio, puede pensar que el consenso de esta oposición puede ir más allá de
desear la salida del régimen? ¿Cómo alguien puede aspirar a que con esta gama
tan variada de ideologías en la oposición se pueda acordar algo, dejar de lado
intereses y diferencias naturales y presentar un programa y una organización
única al país?, sí casi lo único que une a la oposición es una idea general de
democracia y el deseo irrefrenable de desalojar del poder a este régimen de
oprobio; las coincidencias más allá de ese último punto son muy pocas, y aunque
necesarias, lucen casi imposibles de alcanzar.
Muchos factores inciden en eso del “reflujo” que hoy
padecemos; en buena medida los errores cometidos por la oposición –que no es el
momento de volver a analizar– y algunas fallas organizativas y que en muchas
ocasiones se ha desconocido o subestimado la naturaleza autocrática,
autoritaria y la falta de escrúpulos del régimen para sostenerse en el poder a
toda costa.
Hoy es además notorio que estamos también fragmentados
en la estrategia política para combatir la dictadura: votar, abstenerse,
dialogar, no dialogar, intervención militar, insurrección popular, etc. Además,
la naturaleza de las ofensas que nos endilgamos los opositores unos a otros, al
momento de ventilar estas diferencias, hacen presumir que una “reconciliación”
no será fácil y para algunos ni siquiera es deseable.
Por eso, surgen algunas preguntas, acuciantes, en este
momento: ¿No será mejor mantener la diversidad, políticamente hablando, que
tratar de presentar una unidad sólida y firme –que no será de todos– a la hora
de enfrentar a una dictadura como la que padecemos? ¿Habrá llegado, como muchos
sostienen, la hora de un deslinde entre los que ahora nos oponemos a la
dictadura, aunque eso implique un retraso en la salida de la misma?
Algunos, sin embargo, todavía sostienen que es
necesario mantener el esfuerzo de lograr la “unidad”, por dos factores
fundamentales; uno es, digamos, un principio político teórico: dado el contexto
político del país y la naturaleza del régimen al que nos enfrentamos, su
carácter autoritario, militarista y tiránico, la unidad es una estrategia
indispensable, factor crítico de éxito, por eso es importante caracterizarla y
mantenerla. Para este sector la unidad, entonces, es un objetivo, es un valor,
es un principio, es un fin, es un instrumento, es un arma, es un medio, es
todas esas cosas; pero, no es algo abstracto, es en torno a algo concreto; no
es tampoco eterna, ni es uniformidad, para lograrla nadie debe renunciar a nada
importante para sí o fundamental para la organización a la que se pertenezca; y
la primera condición para conseguirla es la actitud, la actitud unitaria, si no
hay esa actitud unitaria, no se puede lograr.
El otro factor es más bien de carácter político
práctico: hoy vemos cientos de protestas espontáneas, por toda la geografía del
país, que lucen carentes de conducción política y vínculos entre ellas y el
liderazgo opositor. Y un régimen que ha exacerbado la represión y la
fuerza, único argumento que le queda para sostenerse en el poder, y ni siquiera
repara en que muchas de esas protestas son promovidas o en zonas en donde hasta
hace poco sus pobladores eran considerados “chavistas”.
Un problema adicional a los dos mencionados, es que
por los diferentes procesos electorales, resultados de las encuestas y las ya
mencionadas manifestaciones recientes de protesta popular, hemos comprobado que
no conocemos a fondo las aspiraciones de una buena parte del país –cercana a un
20% – que no tenemos una propuesta para él, pues sigue pensando que la
dictadura es una respuesta a sus múltiples problemas.
En efecto, hay un sector del país al que llamamos
“chavismo” y que es algo más que un fenómeno político y electoral; es una forma
de concebir la vida, el país, el futuro, es una forma de ver a Venezuela, con
una cierta “coherencia” interna, aunque sea víctima de un “discurso” populista
y demagógico.
Quizás si reflexionamos a fondo y sin perjuicios con
respecto a este último punto podamos llegar a la conclusión de por qué es
necesario que en la oposición logremos una visión de país, compartida,
traducible en propuestas para llenar las aspiraciones que el “chavismo” ayer
llenaba con populismo, dádivas y un “discurso” y la dictadura hoy llena con
represión. A esa realidad, que nos confronta, es a la que no hemos
ofrecido, de manera clara y convincente, una alternativa.
Alternativa que tuvieron y ofrecieron los venezolanos
del 28, del 36, del 45, del 58 del siglo pasado, que crearon las instituciones
que hoy añoramos, que desarrollaron la democracia que anhelamos y cuyas ideas
se nos fueron desperdigando en el camino.
Quizás por eso valga la pena los esfuerzos por lograr,
por mantener la unidad, al menos en una parte importante de la oposición, no
necesariamente en toda, para lograr esa propuesta que llegue a todos los
venezolanos.
Ismael
Pérez Vigil
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