Por Luisa Pernalete
“Educar es un acto de
esperanza”. Estas son palabras del papa Francisco cuando hace unos días relanzó
su propuesta del Pacto Educativo Global, promovido por la Congregación para
Educación Católica. Para el Papa, este tema de la educación ha sido central. En
esta jornada propone a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que se
unan al pacto para generar un cambio a escala planetaria para que la educación
sea creadora de fraternidad, paz y justicia. Una necesidad más urgente aún en
esta época marcada por la pandemia.
Francisco retoma el llamado
hecho por él en septiembre de 2019, “es necesario unir esfuerzos y crear una
alianza educativa”, dijo, y reiteró la invitación a los embajadores de todo el
mundo cuando dio su saludo al cuerpo diplomático el 9 de enero.
Parto de esta propuesta del
Papa porque también aquí en Venezuela hace falta un pacto o un acuerdo a favor
de la educación. La pandemia, la falta de gasolina, la inflación y el hambre no
pueden esconder la amenaza contra la educación en nuestro país.
Volvamos a la frase inicial
de Francisco: “Educar es un acto de esperanza”. Y es así. Cuando un padre o una
madre lleva a su hijo pequeño a la escuela lo hace con la esperanza de que “sea
alguien en la vida”, expresión que escuché muchas veces cuando preguntaba por
qué quería que su hijo estudiara. Más de una vez también oí: “Para que no se
vaya por el mal camino”, lo cual habla del factor de protección que se le
asigna a la escuela. Y vamos más allá. La educación es un derecho que abre la
puerta a otros derechos. Quien se educa tendrá más posibilidad de tener un
mejor trabajo, por ejemplo. Quien se educa aprenderá a convivir, por la función
socializadora de la escuela; podrá adquirir herramientas para seguir
aprendiendo… No olvidemos que en la escuela podrá aprender también a ser buen
ciudadano. En fin: una buena educación puede ser el factor de éxito o de
fracaso en la vida para una persona. Un año más de educación formal significa
mucho en el futuro de una persona. Por eso es esperanzador que un niño se
eduque.
Para los venezolanos, la
educación es “derecho humano y un deber social” (artículo 102 de la
Constitución); también lo establece la Convención Internacional de Derechos del
Niño (artículo 29). Pero no cualquier educación, sino una integral y de calidad
(artículo 103). Y ya se sabe que ningún país ha salido de una crisis si no es
con educación. Invertir en educación es invertir en el presente y en el futuro
de ese país.
El Papa pide que repensemos
nuestra manera de relacionarnos con la casa común, o sea, con el planeta. Eso
pasa por hacernos responsables de nuestras acciones. Eso pasa por revisar
también nuestras relaciones.
Que “educar sea un acto de
esperanza” supone que haya educación entonces, y en Venezuela está cada vez más
amenazada. Los problemas no comenzaron con la cuarentena. Ya llevamos varios
años con la rutina escolar alterada: no había clases todos los días, no había
suficientes maestros -que renunciaban y renuncian por la falta de condiciones,
por los bajísimos salarios-, los niños no asistían a clases todos los días por
problemas de transporte, alimentación, uniformes… Todos esos factores se han
agravado con la pandemia y se han añadido otros: la brecha tecnológica y la
brecha entre los que tienen herramientas para educar a distancia y los
que no. Añádase que en Venezuela no hay condiciones para educar a distancia por
el problema del servicio de electricidad irregular, impredecible, y el escaso y
mal internet. Y lo de la falta de herramientas por parte de los docentes no es
para desestimar, pues como leí el otro día en un mensaje en las redes sociales:
“Digamos la verdad, aquí no hay educación a distancia sino tareas por
WhatsApp”. Y con tareas no se educa ni se aprende. A lo sumo, se pone a
correr a los padres y los estudiantes “cumplen”, pero no se educan. Con
esa educación no hay acto de esperanza.
Es verdad que hay en
Venezuela mucho educador héroe haciendo malabarismos y milagros, pero eso no
puede ser eterno. Hay que invertir, crear condiciones paulatinamente,
pagarles a los maestros (como dice el artículo 91 de la Constitución) para que
puedan ocuparse con tranquilidad de los alumnos.
Un acuerdo nacional por la
educación venezolana es urgente, por nuestros niños, por el país, para que sea
un acto de esperanza.
17-10-20
http://www.correodelcaroni.com/opinion/7245-educar-es-un-acto-de-esperanza
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