Jonathan Maldonado 19 de octubre de 2020
@ponchogocho
Las
historias de caminantes y retornados se entrelazan en un corregimiento donde
muchos venezolanos aún hacen vida.
Escenario 1. Grupos de jóvenes, adultos y niños,
cruzan los caminos verdes, mejor conocidos como trochas, para migrar hacia
Colombia. Les llaman los caminantes y vienen de diversos estados de Venezuela.
Escenario 2. Por el puente internacional
Simón Bolívar continúan ingresando los retornados, migrantes que vuelven a su
país frente al panorama causado por la covid-19. Todos son venezolanos.
A los caminantes se les identifica por lo holgados que
van de maletas. Muchos llevan el morral con el tricolor venezolano, símbolo del
éxodo. Entretanto, los retornados entran más cargados, la mayoría de las
pertenencias las guardan en los coloridos costales que compran al llegar a
Norte de Santander.
En el corregimiento de La Parada, en Colombia, suelen
mezclarse. Algunos caminantes establecen empatía con los retornados, para
tenderse la mano mutuamente. Grupos de migrantes aguardan en esa zona mientras
logran un dinero para proseguir el trayecto. Los que van de retorno a Venezuela
esperan su turno para atravesar el paso binacional.
"Glendy Pérez, de 21 años, se encontraba apostada
en la isla de la autopista que conecta con el puente. Específicamente, se
hallaba bajo el amparo de un árbol, y posando su humanidad en uno de los
costales que lleva consigo. “Nos dicen que debemos esperar, pues la prioridad
la tienen los ancianos, mujeres embarazadas, niños y discapacitados”, dijo.
Según Pérez, las organizaciones que están colaborando
en la localidad neogranadina les dicen que deben esperar hasta el 1 de
noviembre, fecha en la que muchos anhelan la apertura de los pasos
binacionales. “Tengo una semana durmiendo en la calle para poder regresar a
Venezuela. Vengo de Bogotá”, señaló.
Allá, en la capital colombiana, la joven vivía de la
economía informal y, frente al escenario provocado por la pandemia, la
situación se tornó “ruda y me quedé sin trabajo. Nos regresamos mi papá, mi
esposo y yo. En los costales lo que llevamos es ropa y zapatos”, aclaró
mientras, casi a su lado, se encontraba una familia de caminantes, con la que ya
había establecido conversación.
“A mi pensar, yo apoyo más a los que se están
viniendo, que a los que estamos regresando. Aquí afuera, aunque también es
difícil, hay más posibilidades de hacer algo. Yo me quedé sin trabajo en
Bogotá, pero no pude seguir buscando porque debo resolver un problema personal
y es lo que más me hace retornar”, aclaró.
Queremos hacer lo de los pasajes”
Isabel, de 49 años, tenía un día de haber llegado a La
Parada, tras haber atravesado los caminos verdes. “Duramos cinco
días para poder llegar a la frontera. Fue horrible, pedimos colas, caminamos.
Queremos irnos a Bogotá, pero no contamos con los recursos para los pasajes;
estamos vendiendo cigarros”, puntualizó.
La señora, del estado Carabobo, hizo la travesía con
su hija, nieto y esposo. “En el camino siempre estuvimos en grupo. Éramos cerca
de 12 personas. Me hizo migrar el hecho de no tener trabajo, y lo que uno logra
hacer no alcanza ni para comer”, acotó con la tranquilidad que le generaba el
ya estar en Colombia. “Objetivo cumplido”, dijo.
Isabel y su hija, Rosángela, se encontraban
descansando cerca de los costales de Glendy Pérez, retornada con quien habían
empatizado en las últimas horas. “Hubo mucha gente que nos ayudó en el
trayecto, pero igual fue muy fuerte. El sol nos agotaba, y muchas veces tuvimos
que caminar largas rutas porque no había aventones”, detalló Rosángela.
La joven, de 21 años, y madre de un niño, dejó claro
que su hijo ha sido el gran motivo para dejar su patria. “Quiero brindarle un
mejor futuro a él. Aquí, en La Parada, estaremos hasta que consigamos lo de los
pasajes. Estamos vendiendo cigarros”, recalcó.
A escasos metros, Elizabeth y David, pareja de
retornados, esperaban su turno para regresar a Venezuela. Mientras eso pasa,
sus humanidades descansaban sobre los costales que llevan consigo. “Nos
preocupa nuestra hija, uno aguanta, pero ellos se cansan más rápido”,
destacaron.
“Aún no sabemos cuándo nos tocará. Somos de
Barquisimeto y sabemos que allá las cosas no están nada bien, pero tenemos
nuestro techo y nadie nos puede sacar de allí”, precisaron quienes
experimentaron ciertos matices de xenofobia, “sobre todo al momento de buscar
alquiler”.
Tomado de: https://lanacionweb.com/regional/caminantes-y-retornados-convergen-en-la-parada/
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