Por Vanessa Davies
“La escuela es un
factor de protección, porque un niño o un adolescente que estudie o trabaje
está relativamente protegido de las bandas delincuenciales del sector”, señala
la educadora y coordinadora del programa Madres Promotoras de Paz de Fe y
Alegría. Toma las palabras de alguien cercano que afirma que estudiar en Fe y
Alegría es como un chaleco antibalas. “Pero si no estudias ni trabajas estás
más proclive a que una banda te reclute, y eso está pasando. Las bandas están
reclutando chamos, cada vez más jóvenes”
Conversar con Luisa
Pernalete es un gusto que el tiempo permite disfrutar mejor. Igual que los
sabores amargos son para los adultos, el sabor de la conversación con alguien
como Pernalete se goza más cuando más horas hay. Esta entrevista, hecha en la
ciudad –Barquisimeto- que eligió para volver, se hizo el 4 de julio, días antes
de las balaceras de las bandas delincuenciales. Sin embargo, las palabras de la
educadora -profesora del centro de formación de Fe y Alegría- resuenan en una
sociedad vapuleada.
Sus años de trabajo le
permiten tener un diagnóstico de la educación venezolana tan certero como el de
un médico que puede escuchar los síntomas y aproximarse al diagnóstico. “La
educación venezolana no entró en problemas con la pandemia”, afirma. Ya antes
de declararse la crisis sanitaria había inasistencia, fallas de servicios
públicos, inseguridad alimentaria, recuerda. Todos estos problemas
especialmente en el sector público, “que es 85% de la educación venezolana”.
También “teníamos ya renuncias” de docentes, aunque no hay datos oficiales. “Llevamos cuatro años con la inflación más grande del mundo, los sueldos de los maestros, sobre todo de la educación pública”, estaban críticos. “Unicef ya hablaba de un millón de chamos fuera del sistema escolar”.
La crisis comenzó antes
Pernalete dice que le
gusta recordar las condiciones previas a la pandemia: “Fe y Alegría, el 6 de
marzo de 2020, hablaba de la necesidad de un acuerdo nacional para la
educación” de todos los actores, porque todo el mundo tiene a alguien en la
escuela.
“La educación a
distancia nos agarró de sorpresa a todos los que trabajamos con niños, niñas y
adolescentes”, porque ciertamente había educación a distancia para adultos,
pero no con los más pequeños. Fe y Alegría, rememora, creó un equipo para
afrontar este reto en el año escolar 2019-2020, hizo una campaña para comprar
teléfonos inteligentes y usó las guías instruccionales para zonas rurales e
indígenas. De 43% de atención llegaron a más de 80% en promedio.
Reprocha la falta de
datos oficiales y lo contrasta con la información que, asegura, Fe y Alegría
tiene al detalle de los estudiantes que están, los que se marcharon. Pone el
ejemplo de una escuela ubicada en la Isla de Margarita, en la que había 155
estudiantes y hoy prosiguen 151. Otros números: antes de la pandemia Fe y
Alegría tenía 4.444 niñas y niños dejados atrás (sus padres migraron y ellos
quedaron en Venezuela al cuidado de sus abuelos, madrina o familiares),
cantidad que seguramente aumentó. “Nosotros no escondemos”, sentencia. Calcula
que están atendiendo a 106 mil alumnas y alumnos.
Comienza su balance de este año escolar 2020-2021. “Este ha sido un año escolar todo a distancia. Las escuelas reducen la desigualdad” porque todos tienen un pupitre, una maestra, una biblioteca. “Un niño muy pobre, al ir a una escuela, estaba en igualdad de condiciones. La escuela reduce desigualdades. Pero con la escuela cerrada ese niño tal vez no tiene ni una mesa donde hacer sus tareas, tal vez no tiene ni un radio, tal vez su mamá llegó hasta sexto grado y no lo puede ayudar. El nivel de desigualdad ha crecido con las escuelas cerradas”.
Además “la escuela es
un factor de protección, porque un niño o un adolescente que estudie o trabaje
está relativamente protegido de las bandas delincuenciales del sector”;
estudiar en Fe y Alegría es como un chaleco antibalas. “Pero si no estudias ni
trabajas estás más proclive a que una banda te reclute, y eso está pasando. Las
bandas están reclutando chamos, cada vez más jóvenes”, advierte.
Una buena maestra está
pendiente de cualquier cambio en la conducta del muchacho, por lo que también
protege de la violencia intrafamiliar y de la violencia del entorno, destaca.
“Pero con la escuela cerrada, ¿quién está al tanto de eso?”.
Mal que bien con la
escuela abierta los estudiantes podían ir a comer; con las escuelas cerradas no
tienen dónde ir.
“La escuela, además de enseñar matemática, enseña a convivir”, reivindica. La escuela da la socialización.
Loa maestros están
huérfanos, han cometido errores (como mandar montones de tareas). “El
acompañamiento de las familias es acompañar; no sustituye a los maestros”,
puntualiza. Pero se pregunta: ¿Al estar los maestros en orfandad, quién los
apoya?
No quedan por fuera las
fallas eléctricas, la mala conectividad. Al no haber electricidad no hay clases
por radio, por ejemplo. Tampoco tienen las familias teléfonos inteligentes.
Estas adversidades han intentado superarlas con ejemplos heroicos, como el de
maestras que copian guías a mano y luego los bedeles las reparten en bicicleta;
o el de un maestro que, con su trabajo como repartidor de pizzas, subsidia el
poder dar clases. No todo está perdido, destaca; hay una gente extraordinaria.
“Hemos aprendido mucho,
pero los maestros necesitan más herramientas”, subraya. De lo positivo de estos
meses, cita que “tanto la escuela como la familia se han revalorizado
mutuamente”. Ahora la educación es tema de preocupación para todo el mundo y
“hemos aprendido la importancia de las alianzas”. Igualmente se entendió que es
importante trabajar por competencias más que por contenidos. “Necesitas
aprender a leer y a comprender lo que lees” y eso se puede hacer con una carta
al profesor, con un cuento. “Lo importante es que sepas pensar”, desarrollar
las competencias. No es “la educación de la repetición, sino la educación de la
reflexión”.
Regreso y ojalá con
gloria
No son solo las vacunas
contra la COVID-19 la condición clave para el regreso a clases presenciales.
Luisa Pernalete se pregunta por otras:
-¿Cómo está la planta
física de las escuelas? De 176 escuelas “a nosotros, este año, nos han robado
22. ¿Cómo recuperas lo que te robaron?”.
-Servicios públicos.
“¿Cómo vas a tener muchachos si no tienes agua?”.
-Transporte público,
movilización, efectivo para el pago del transporte público.
-¿Cuántos maestros
tenemos en la plantilla? ¿Cuántos van a renunciar al terminar este año escolar?
“Con la educación a distancia más de un maestro ha seguido trabajando por un
trabajo miserable pero se las arregla vendiendo tortas, con asesorías. Pero si
tienes que ir a clase todos los días, primero tienes que sacar para el
transporte, y se te imposibilita” mantener los otros trabajos.
“Creemos, como en otros países, que esto no puede ser una medida igual para todo el mundo. De pronto tu escuela está en condiciones porque tiene agua, porque le hicieron un lavamanos en la entrada, está bien ventilada, tiene espacios”, describe. Por eso “debe ser sectorizada y con base en el diagnóstico que cada colegio haga. El colegio sí sabe cuál es la situación de la pandemia en su comunidad”, qué pasa con el centro de salud. “Cada colegio puede hacer el diagnóstico, no solo del colegio, sino del entorno”.
Entonces, ¿cómo volver?
“El salario de los maestros debe mejorar y no puede ser a costa de bonos”,
sostiene Pernalete, al remarcar que los sueldos de los docentes venezolanos son
más bajos que los de países como Cuba y Haití. Ante la falta de educadores por
los bajos ingresos “no creo que la solución sea chamba juvenil”, acota.
Para regresar “es la
planta física, es la vacunación, es el salario y es la formación”, enumera.
“Además, recuperar a los que se fueron”.
12-07-21
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