Por Froilán Barrios
El país es el
territorio concreto donde se cuece la nación, el gentilicio, en sus límites
geográficos se ha fraguado por siglos una historia. En nuestro caso se fue
acentuando desde la Conquista y la Colonia, para luego de la Independencia y a
lo largo de los siglos XIX y XX se forjara una cultura, costumbres, creencias,
la mixtura de razas y la composición del estilo del ser venezolano.
¿Pero hoy que somos?,
¿un rompecabezas de piezas rotas o extraviadas, un crucigrama sin respuestas,
un silogismo inconcluso, o un argumento más del realismo mágico
garciamarquiano? que cicatriza nuestra historia, y estigmatiza los rasgos de un
continente visto en la obra literaria desde el hemisferio norte como exótico y
excéntrico.
Otras regiones del
planeta tuvieron un destino más incierto, como es el caso de África donde se
identifican 2.000 lenguas en un continente de 1300 millones de habitantes,
siendo el idioma más hablado el árabe por solo 17% de la población, luego el
suajili y el francés, con porcentajes menores, en ese dominio la madre patria
nos unificó con el idioma, que hoy hablamos más de 650 millones de habitantes,
desde la Patagonia hasta el río Bravo.
Al despreciar el
panamericanismo del Libertador Simón Bolívar cada oligarquía criolla labró su
destino propio, batirse al detal para diseñar su propio relato, construyendo su
épica independentista desde los nichos que la corona española nos legó a partir
de virreinatos, capitanías generales y licencias reales, en fin logrando el
objetivo de justificarse ante el mundo como nación autónoma y soberana,
integrada y concretada socialmente en una economía local.
En ese contexto a los
venezolanos no nos fue tan mal, sobrevivimos a un siglo XIX de guerras civiles
y caudillos a caballo, para abordar un siglo XX que nos permitió con los
cuestionamientos del caso y sin mezquindad alguna de quien gobernara, conformar
nuestra venezolanidad, nuestros valores, instituciones políticas y educativas,
nuestra música, nuestra cultura, nuestros héroes en diferentes ámbitos.
Durante el siglo XXI todo este legado se ha difuminado a los cuatro vientos, se añora en las mentes de los 7 millones de paisanos que recorren el globo terráqueo en procura de subsistencia, como también en los millones de valerosos habitantes que sobreviven en el territorio nacional, reconocidos como una de las principales tragedias humanitarias de los últimos tiempos a nivel global.
Al desintegrarse la
patria cada quien se pregunta ¿dónde está el terruño que nos vio crecer?,
podríamos reconocerla diariamente en la gesta de nuestros peloteros de la MLB,
o en nuestros músicos de reconocimiento universal, o en nuestros escritores
galardonados por casas editoriales, o en el talento de los humoristas que
presentan la esencia del ser venezolano. En fin, entre tantas representaciones
de nuestro gentilicio que se presentan en el escenario internacional.
Siempre es posible
retomar la senda perdida, frente a la performance de otros países las
comparaciones son odiosas, ya que nuestro legado es recuperable
siendo el fundamento que nos permitirá reconquistar lo logrado, a sabiendas que
estando frente a una dictadura que terminará en el basurero de la historia,
debemos reconocer igualmente que el relevo político todavía no ha cuajado,
dilapidó las oportunidades en el último quinquenio, frustrando la esperanza
popular, a tal extremo que unos y otros son rechazados por la mayoría de la
población.
Circunstancias que
señalan a todos esos pedacitos de patria esparcidos por el mundo entero y el
territorio nacional, la aspiración de ser recompuestos en tiempos cercanos bajo
políticas de reconstrucción nacional, que identifiquen al extraviado país que
por su precariedad perdió hasta la nostalgia. Ese es el reto.
30-06-21
https://www.elnacional.com/opinion/en-busqueda-del-pais-perdido/
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