Trino Márquez 02 de julio de 2021
@trinomarquezc
Tengo
la impresión de que Nicolás Maduro creía que al salir de la Casa Blanca Donald
Trump, mucho más dispuesto a las amenazas que a las acciones concretas,
se produciría un giro significativo de la política del Departamento de Estado
hacia Venezuela. Se equivocó. El presidente Joe Biden ha mantenido la misma
estrategia: presionar al gobierno para que se introduzcan cambios que conduzcan
a la restitución de la normalidad democrática, en la nación que fue durante
décadas ejemplo de estabilidad institucional y convivencia social.
El
gobierno de Caracas representa un enorme escollo para la región. La crisis
económica ha arrojado a millones de compatriotas por distintos países de
América Latina, un área plagada de dificultades. La diáspora
venezolana se esparce por naciones que reclaman ayuda de Estados Unidos para
enfrentar los retos que esa emigración masiva e inesperada plantea. La
administración Biden y los demás gobiernos saben que mientras Maduro esté
atornillado a Miraflores el éxodo se mantendrá.
Además,
Miraflores es aliada de los rivales más enconados de Estados Unidos en el plano
internacional: Rusia, China, Irán, Turquía y Cuba. En un nivel más cercano, el
gobierno rojo no oculta sus simpatías por el ELN, la disidencia de las
FARC y por grupos terroristas como Hezbolá. El cuadro en su conjunto
proporciona suficientes elementos para que la Casa Blanca promueva cambios en
la cúpula gobernante.
En esa
cruzada cuenta con un importante socio: la Unión Europea. Sin bravuconadas ni
desplantes, el multilateralismo de Biden le ha permitido atraer la diplomacia
del viejo continente para armar un tándem muy efectivo. Ambos centros del poder
mundial coinciden en la necesidad de buscarle un cauce racional a la
grave crisis que vive Venezuela desde hace una década. Aunque las declaraciones
de funcionarios como el secretario de Estado, Antony Blinken, del embajador
James Story o del asesor para América Latina, Juan Sebastián González, suelen
ser más agresivas que las intervenciones de figuras como Josep Borrell, todos
coinciden en que Maduro debe dar muestras de cambios ‘comprobables e
irreversibles’ que permitan restituir la democracia. Si se aprecia ese giro,
entonces las sanciones que pesan sobre el gobierno podrían irse levantando
progresivamente.
En ese
escenario, Maduro exige ser reconocido como Presidente legítimo. Es poco
probable que diplomáticos y políticos tan experimentados emitan una declaración
formal que lo consagre como el mandatario formal. Sería anular a Juan Guaidó y
dejarlo a merced del TSJ dirigido por Maikel Moreno. No obstante, en la
práctica lo acontecimientos ocurren de tal modo, que los factores de poder
internacional están reconociendo que Maduroes quien posee el control real
de las instituciones del Estado. Sentarse a negociar con él es una victoria de
su parte y una forma de admitir que es el Presidente. En 2018, luego de las
cuestionadas elecciones de mayo, tal posibilidad no existía. Esa constatación
debería ser suficiente para satisfacer su ego.
Aunque
existen otros conflictos importantes en el continente, entre ellos el masivo
flujo migratorio de centroamericanos hacia el Norte, la administración Biden le
dará notable importancia a la cuestión venezolana, por las razones que ya
señalé. Las iniciativas diplomáticas se multiplicarán. La sociedad con la
UE se estrechará. Es posible que una nueva ronda de negociaciones facilitada
por Noruega arroje resultados positivos y que se cree una atmósfera favorable
para llegar a acuerdos políticos duraderos y significativos.
La
ingenuidad no es un rasgo que caracterice a los miembros del régimen. La
asesoría cubana, rusa y turca no es inocente. En esas naciones imperan
regímenes dictatoriales bien asentados en el poder. La política representa un
arte en el cual cada oportunidad hay que aprovecharla al máximo. Cada
filón que aparece hay que explorarlo para ver hasta dónde llega.
Lo que
ocurre en el CNE es interesante. Los miembros de ese cuerpo han ido
marcando su territorio y están defendiéndolo. Tratan de pasar de esa extraña
figura llamada ‘acompañamiento’, a la observación internacional,
forma convencional como los organismos internacionales participan en los
procesos comiciales. Al Contralor le dieron un parado para que no siga
inhabilitando dirigentes políticos. Está tratando de que a los líderes
inhabilitados se les restituyan sus derechos civiles. La misma batalla se libra
por las organizaciones y partidos proscritos. Se ha ido depurando el Registro
Electoral Permanente y se han recuperado centros de votación que habían sido
sacados de circulación. El anuncio de que la tarjeta de la MUD fue redimida es
una noticia que podría estimular la unidad opositora.
La
confrontación con el poder constituido no está ganada, ni mucho menos. Pero, no
tengo dudas de que el ambiente se ha distendido. Los cambios que están
sucediendo deben formar parte de las negociaciones que avanzan sin que los
reflectores iluminen los lugares donde esos debates se realizan. Así se
van conquistando los espacios en terrenos tan áridos como los que existen en
Venezuela. Es el momento de avanzar hacia nuevos logros.
Trino Márquez
@trinomarquezc
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