Por Ramón Guillermo Aveledo
Las negociaciones
iniciadas días atrás en México, en un contexto de problemas nacionales
agravados y con el antecedente de varios fracasos, generan en los venezolanos
reacciones diversas que van desde los extremos de desconfianza al optimismo,
con muchos matices entre uno y otro. Como por definición soy partidario de
buscar soluciones políticas, creo que nunca puede descartarse el camino del
diálogo. Al contrario, estamos obligados a intentarlo precisamente porque
siendo radicales las diferencias, ninguno de los caminos ensayados desde el
poder o desde la oposición, han dado resultados.
Lo afirmo sin
desconocer la dura realidad que enfrentamos, sino precisamente porque la
reconozco. Además, la antipolítica, sea desde adentro y arriba o desde afuera y
abajo, nunca produce logros, salvo para grupitos y por raticos. Así que ante el
fracaso de las antipolíticas, hay que atreverse a dar una oportunidad a la
política. Una oportunidad sincera, eso sí, sin trucos ni trampas.
Confieso que como muchos, no son pocas mis dudas ante este nuevo intento. Empezando porque advierto que ya es difícil conciliar el interés del poder en permanecer y en el campo alternativo de que no continúe, aunque la homogeneidad defensiva de los que mandan no siempre parece encontrar equivalente proporcional en el empeño de cambio de quienes se le oponen.
También formo parte de
la mayoría social que quiere soluciones y que por lo mismo ve con esperanzas que
los actores responsables se sienten a ver si se ponen de acuerdo. ¿Qué faltan
interlocutores? Lógico, siempre es difícil sentar a todos, pero es mejor
comenzar por algo que no hacerlo esperando lo perfecto.
De modo que dudo sí,
pero sobre todo deseo que esta vez la cosa vaya funcionando. Porque lo que es
innegable es que todos necesitamos que el juego se destranque y el país, a cuyo
destino estamos irremisiblemente atados, encuentre modos para convivir y
resolver, acaso por partes y gradualmente, los múltiples rincones de una crisis
demasiado larga, demasiado profunda y demasiado amplia.
La comunidad internacional también quiere que la negociación funcione. La noto escéptica por las experiencias vividas, pero todos entienden que objetivamente, no hay otro camino e intentarlo sería mucho más costoso.
La imposición desde el
poder ha desembocado en este cuadro terrible en que los que mandan se mantienen
a costa de todo lo demás, en un precio que el venezolano, sea cual sea su
opinión, es quien paga. Desde afuera, la intermitente ruta democrática,
saboteada por el régimen pero no sólo por él, no ha dado la respuesta esperada
como tampoco la insurrección desde la calle varias veces intentada. A esta
altura, ¿Alguien cree factible la decisión externa? Así que en ese panorama de
sobrevivientes sin vencedores, aunque la propaganda intente vanamente
convencernos de que los hay, no queda otra que buscar en la política lo que las
calles ciegas han bloqueado.
Dialogar y negociar
sinceramente es una cuestión de responsabilidad. ¿Por qué? Pues porque no queda
otra posibilidad real. Y no solo para la oposición y la sociedad, sino también
para el poder, aunque no lo admita. ¿Para qué? Para buscar soluciones a cada
problema, desde abajo la comida que no hay, la luz que se va o el combustible
escaso, hasta la ausencia de una institucionalidad confiable para todos que
sirva de marco a la convivencia y el progreso que hoy no tenemos.
¿Difícil? Dificilísimo.
Pero necesario.
04-09-21
https://www.elimpulso.com/2021/09/04/opinion-dialogo-por-que-y-para-que-4sep/
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