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El régimen desata sus más bajos
instintos. Ahora comienza a darle forma a una de las expresiones de mayor
reciedumbre en la organización del sistema totalitario: las comunas. Estas son
la reedición de los denominados soviets, que se organizaron durante la revolución
de 1905 y que sirvió como catapulta para la gran victoria de 1917 contra el
zarismo. Fueron perfeccionando su mecanismo hasta lograr una amplia red social
que ayudó a aplastar cualquier disidencia popular. Al menor ruido de
inconformidad aquellos valientes demócratas eran asesinados o proscritos a
morir bajo el terrible frío de los campos en Siberia. Los chinos lo afinaron
llamándolos comité populares, millones de estos sufrieron en carne propia los
mecanismos perversos de estos órganos de terror. Cuenta el célebre escritor
británico y premio nobel de literatura Bertrand Russell, que las mujeres
abandonaban a sus maridos ya que se querían librar de los maltratos y vejámenes
propios de una sociedad que consideraba a las damas en un rango inferior. Los
comités populares no solos las arrancaron de sus casas, sino que le quitaron
hasta el derecho de educar a sus hijos. Pasaron de ser humilladas en sus
domicilios a tener que ser esclavas del partido comunista. Eso mismo ocurría en
todo el ámbito del Pacto de Varsovia. Sociedades moribundas que se fueron
marchitando mientras el control ahogaba cualquier esperanza de libertad.
El gobierno de Hugo Chávez pretende
reeditar esas malévolas experiencias, y lo quiere hacer liquidando las
gobernaciones para después introducirnos en este tipo de organización
prehistórica y retrógrada. Como es un enemigo jurado del pensamiento se plantea
convertir a Venezuela en una gigantesca aldea en donde todos dependamos de sus
caprichos. Que hasta para lo más mínimo tengamos que arrodillarnos hasta el
rey. Que le rindamos pleitesía como si se tratase de alguna deidad mitológica.
Las gobernaciones son por principio un
obstáculo para sus propósitos, sobre todo aquellas que son dirigidas por
hombres de convicción democrática, acabar con ellas significa lanzar a millones
de venezolanos a la calle, será el desconocimiento de las contrataciones
colectivas así como de los sindicatos como instrumento de redención de los
trabajadores. La supresión de las corporaciones regionales le dará a Hugo
Chávez la posibilidad de acabar con varios frentes con un solo tiro. Liquidar
este espacio del estado que no le gusta ya que le resta protagonismo, al igual
que coloca en el foso todo aquello que tenga que ver con reivindicaciones de
los trabajadores. Para esto necesita apoderarse de las gobernaciones, cuenta
con su stop de candidatos títeres que mueve con los hilos malolientes de la
impudicia, asimismo ocurre con sus organizaciones sindicales, verdaderos
holgazanes que medran en la gigantesca ubre oficial. Eso mismo pudiera ocurrir
con las Alcaldías y concejos municipales, todos bajo la bota del militar
correlón de Sabaneta. Allí está en precedente de la Juntas Parroquiales
olvidadas entre el promontorio de escombros jurídicos y políticos que deja regado
el régimen.
Seguramente disfrazarán a las comunas
para presentarlas como una verdadera expresión del pueblo desde su raíz. Como
fábula no deja de tener su encanto: las comunidades teniendo el poder de
decisión, escribiendo su propio destino y haciendo de esta acción un camino
para la igualdad y el progreso para todos. El señuelo tiene un enganche natural
que cautiva a los incautos. Sin embargo, la realidad nos indicará que detrás de
esta supuesta igualdad social, están los intereses totalitarios. La comuna es
entregarle el destino de millones a Hugo Chávez, para que haga lo que le dé la
gana. El craso error de los ingenuos que fueron y sufragaron por su opción el
pasado 7 de octubre. Las comunas fracasaron en todas partes del mundo, traerlas
al escenario venezolano es una inequívoca señal de vivir en el primitivismo.
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