Escrito por Hermann Alvino Domingo, 04 de Noviembre de
2012
Por más que Chávez se empeñe en
cambiar la historia de Venezuela, todos sabemos que en el pasado el país se
había orientado claramente a ser una sociedad alineada con los valores de las
democracias occidentales, estrategia ésta que le reportaría la modernidad y la
prosperidad requerida para estar entre las naciones privilegiadas del mundo,
con sus mismos defectos y contradicciones. El hecho de que se topase con
políticos demagogos, incapaces y corruptos que desviaron esa trayectoria no
empaña en absoluto esa opción que se inició bajo la presidencia de Rómulo
Betancourt, sino que nos enseña que, para la próxima vez que se presente la
oportunidad de reinsertarse en el curso normal de las democracias prósperas,
habrá que proceder con mucha más profundidad en formar en valores y educar en
contenidos al ciudadano para que tome decisiones con más fundamento.
Venezuela no es el primer país que se
ha deslizado desde la prosperidad creciente hacia el infierno de la clase media
y la realidad de lo que llaman "pobreza estructural"; a muchos países
les ha sucedido lo mismo, y para muestra se tiene la Argentina, que desde Perón
y su populismo estéril, lleva sesenta años intentando conseguir un curso
estable de progreso, sin poderlo lograr por el inexplicable fanatismo peronista
-que integra las posiciones e ideologías más disímiles- y que impide elegir
gente sensata para dirigir a ese país.
Pero ese deterioro se debe cuantificar
de alguna forma, y para eso están los indicadores de calidad de vida,
desarrollo humano, salud, educación, corrupción, etc. que los expertos han ido
concibiendo con base en diversas metodologías, tanto de captación de datos como
de ponderación de cada magnitud, para ir agregándolas y calcular así una cifra
final.
El chavismo los rechaza, incluso los
de la ONU, utilizando argumentos muy pobres como el que dicha institución, al
estar controlada por EEUU, dibuja a su conveniencia el estado del mundo. Pero
no hay nada que hacer, porque vengan dichos indicadores, y aun suponiendo
cierto grado de manipulación, a mediano plazo nada puede esconder las
realidades de cada país, y por ello, lo que se puede extraerse de los estudios
de la ONU, de Transparency International o de Amnistía Internacional, al
final integra un cuadro coherente; y en el caso venezolano, el deterioro está a
la vista.
Por ejemplo, podemos mencionar el
estudio anual que en esta materia realiza el Legatum Institute (http://www.li.com/) con indicadores sobre
economía, entorno de negocios, gobernanza, educación, salud, seguridad
personal, libetades políticas y capital social integrados en lo que denominan
"Indice de Prosperidad". Y lo podemos hacer comparando cada año del
último período presidencial de Chávez:
En el año 2007, Venezuela estaba en el
puesto 31.
En el año 2008, estaba en el puesto
58, por debajo de República Dominicana o Botswana.
En el año 2009 ya andaba por el puesto
74, debajo de casi todos los países de la región, incluídos Jamaica, Nicaragua
y ...Bolivia, Namibia, Tailandia, Trinidad y Tobago, Túnez, o Sri Lanka. (http://static.latercera.com/200910/559526.pdf)
En el año 2010, subió un puesto, al 75
(http://chartsbin.com/view/egj)
En el año 2011, subió dos puestos más,
al 73, pero si lo vemos en perspectiva estaba por debajo de países como
Marruecos y Filipinas (http://www.bloomberg.com/news/2011-11-01/norway-denmark-top-2011-prosperity-index-u-s-10th-table-.html)
Pero el en año 2012, vuelve a bajar,
esta vez al puesto 80 disputándose el sitio con Namibia, y solo está por encima
de los países africanos más pobres.
En resumen, el chavismo de los últimos
seis años hizo retroceder a Venezuela en 29 puestos en el concierto de las
naciones, con lo cual podemos concluir tres cosas:
- Que por más autoestima que se pueda
tener, desde afuera nos ven como lo que somos: colegas de pupitre con Namibia,
Pakistán, o Zambia;
- Que ni Chávez ni su pandilla han
aprendido nada en materia de gobierno durante estos catorce años;
- Que los millones de votos obtenidos
por Chávez demuestran lo falso de ese refrito que siempre repiten como es lo de
que el pueblo salva al pueblo.
Al contrario, al pueblo indefenso, si
lo dejan, se hundirá más.
Y ese es justamente el problema. Un
problema de la oposición, claro está, en convencerlo de que se puede vivir de otra
forma; de que se puede vivir mejor.
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