Páginas

lunes, 3 de junio de 2013

EL MOMENTO, LA IDEA


Américo Martín May 31st, 2013

“No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le llega su momento”  
Víctor Hugo – Los Miserables

I
Idea y momento raramente coinciden pero cuando lo hacen pueden sobrevenir cambios profundos, históricos tal vez. ¿Esos cambios serán hijos de la violencia? En el dominio de la ciencia, nunca. La impresionante revolución informática y comunicacional, tan sorprendente cada día, no pide violencia sino colaboración e intercambio. Igual en la política: los  cambios más importantes emanaron más del diálogo que de la sangre.

La asociación mental entre violencia revolucionara y política es de origen francés. Cuatro grandes revoluciones y el auge teórico del pensamiento socialista del siglo XIX lo subrayaron. Hasta los años en que transcurrieron son ampliamente recordados: 1789, 1830, 1848 y la Comuna de París en 1871

Es verdad también que las tres primeras, pese a la sangre vertida, desarrollaron y humanizaron las instituciones democráticas. La Comuna de París, en cambio, si bien fue una demostración de heroísmo del pueblo parisino, no dejó nada, fuera de una ilusión. Emocionado, Marx la tomó como la primera demostración práctica de socialismo. Lo coreó Lenin en la víspera de la revolución rusa de 1917. Pero no bien tomó el poder, hizo exactamente lo contrario y desde entonces el socialismo real se degradó hasta desaparecer a fines del siglo XX. Se aferró, eso sí, a la persecución y el odio hasta el fin de sus días.

Para embellecer la Violencia, la distinguieron sofísticamente de la Fuerza. Ésta la ejercería el poder dominante, en tanto que aquella sería la respuesta inevitable de los oprimidos y desheredados de la Tierra. Una manipulación retórica, claro

Imposible negar, por supuesto, la inevitabilidad de la violencia en circunstancias muy especiales. Para no referirnos a las guerras de independencia, tomemos el noble ejemplo venezolano de la insurrección del 23 de enero 1958. Pero por regla general, la violencia es profundamente negativa, incluso cuando en algún momento pueda considerarse inevitable.

II

En Venezuela parece llegarle su momento a la idea del cambio. Un cambio hacia la reunificación de la sociedad. Un cambio hacia la democracia, la erradicación del odio canalla impuesto deliberadamente desde el poder. Un cambio hacia la elevación de la calidad de vida, la reconciliación con el desarrollo doblegando la inflación, el desabastecimiento y el desempleo. Un cambio para ponerle fin a la inseguridad, a la avasallante corrupción, al pésimo funcionamiento de los servicios y sobre todo para impulsar una educación masiva sin perjuicio de la más alta calidad y fundada en el pluralismo democrático y no en la imposición dogmática del pensamiento único.

Esa es la idea. Éste, su momento.

No es sólo un asunto de mal desempeño. El régimen de Maduro ha dejado atrás al peor de los gobiernos que hayamos tenido, en cualquier área considerada. Esgrime, más que eso, un modelo insustentable y basado en el engaño, la ausencia de controles y la falacia, como pocos en el pasado, por no decir nadie.

Aun con una debilidad estructural ostensible va ciegamente hacia el totalitarismo. Como no puede cohesionar ni a su propio bloque político, cuyo malestar y decepción son eruptivos, ni está en capacidad de conjurar las imparables protestas sociales, se escuda en la represión, sin percatarse que de esa manera se menoscaba a sí mismo.

Maduro está situado en el peor lugar, afectado además por las circunstancias más nocivas. La legalidad de su mandato, aparte de cimentarse según el plegadizo CNE en una ventaja casi indiscernible, está siendo atacada por recursos bien sustentados interpuestos por la MUD. Por otra parte, si su legitimidad estaba en cuestión en su propio partido, que lo vio perder alrededor de un millón de votos en seis meses, las confesiones de Mario Silva la deterioran en sus entrañas. No despierta entusiasmo, no asusta sino enardece, en fin: un caso de difícil defensa.

III

Para calibrar la gravedad de su situación, habría que ponerse en sus zapatos. Su entorno se ha hundido moralmente. Parece crecer la lucha por arrebatarle parcelas del poder o sacarlo pura y simplemente del cargo. El mundo lo mira con desconfianza.

Y está el siniestro Mario Silva, mimado por el caudillo como paladín mediático principal del régimen. ¡Cómo será el desconcierto de los que se solazaban con sus groseras agresiones contra Capriles y demás opositores!

Maduro no ha certificado su habilidad en el ejercicio del poder. Aun  gente mucho más apta tendría dificultades abrumadoras para salir del atolladero en que nos han dejado largos años de desaciertos.

Maduro está en tres y dos. La inflación puede superar el astronómico porcentaje de 40%. El profundo déficit fiscal, unido a una balanza de pagos crónicamente negativa, ha hecho de muy difícil acceso el mercado de la deuda externa, recurso anómalo para mantener un funcionamiento aparente del gobierno.

Sin suficientes divisas ¿Cómo afrontar el gasto público? ¿Cómo mantener las monstruosas importaciones y el pago de la deuda externa? ¿Cómo evitar nuevas hiperdevaluaciones?

PDVSA no anda bien. Su deuda incomprensible, sus refinerías maltrechas. El país con las mayores reservas probables de petróleo, convertido en importador neto de gasolina. La producción venezolana estancada o decreciendo.

Es un panorama aterrador. El gobierno no está en condiciones de administrar la crisis y la nación no puede seguir viviendo en condiciones tan difíciles.

La ecuación del cambio es clara. Víctor Hugo no la expresaría mejor: Es la idea. Es el momento. Es la idea a la que le ha llegado su momento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico