Por Victor Cedeño, 05/06/2013
Los venezolanos en el
exterior no están ausentes del acontecer nacional. Muy por el contrario, ese
inmenso grupo de connacionales que hoy hace vida afuera por una u otra razón,
juega un papel determinante en la lucha por la restauración de la democracia y
por el futuro del país. Su participación en este proceso es activa y constante,
siempre inspirada en los valores y principios democráticos que caracterizan el
movimiento en el país. Son muchas las organizaciones y asociaciones que se han
constituido y que funcionan en el mundo para encontrar la unidad y la
solidaridad, tanto afuera como adentro; y, de esa forma, canalizar su presencia
en la vida política del país.
Los venezolanos afuera
constituyen una importante jurisdicción electoral. Lamentablemente, el régimen
niega la existencia de esa enorme colectividad con la práctica de inaceptables
políticas discriminatorias, entre otras, las limitaciones que ha impuesto a la
participación electoral de decenas de miles de venezolanos con el cierre de
oficinas consulares.
En este intento de
reorganización del Estado se impone la necesidad de reflexionar sobre la
creación de una institución dentro de la estructura del Estado que los
represente y organice más allá de la simple asistencia consular, un
incuestionable derecho humano. Esta experiencia se ha logrado en algunos
países, como en España, en donde se crea, en 1987, el Consejo General de la
Ciudadanía Española en el Exterior, un órgano de carácter consultivo y asesor,
adscrito al Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Pero mas allá de eso,
dadas las circunstancias actuales que han forzado a muchos a rehacer sus vidas
afuera, esos venezolanos que hoy constituyen una diáspora deben tener en el
futuro, y eso debe ser considerado desde ahora en cualquier reforma
constitucional y de la legislación electoral, no solamente el derecho a
participar en la elecciones parlamentarias, sino de tener una representación en
la Asamblea Nacional, tal como la tienen otros países, como Francia,
Italia, Portugal, Argelia, Colombia y Ecuador, entre otros, en los que no sólo
se permite a sus ciudadanos en el exterior participar activamente en los
procesos electorales o consultas populares, sino de tener sus propios
representantes en la legislatura o parlamento nacional, lo que además de
reforzar la vinculación de los ciudadanos con la vida política nacional, les
permite intervenir directamente en los debates y procesos de toma de decisión
política sobre los temas de interés nacional.
La deficiencia de las
instituciones y la crisis que nos afecta hoy nos obliga a reflexionar más sobre
la necesaria transición hacia una nueva Venezuela; y, por ello, sobre los
mecanismos más idóneos para lograr de la manera menos traumática, los cambios
que exigen esa realidad.
La innegable y peligrosa
ingobernabilidad obliga a reflexionar sobre la posibilidad de una verdadera
Constituyente, un tema que tendrá que abordarse con la mayor seriedad más
temprano que tarde, cuando se den las garantías electorales requeridas, como el
único mecanismo que permitirá la refundación del Estado y la reunificación de
un país dividido y enfrentado. Esa debería ser la primera oportunidad para que
los venezolanos en el mundo logremos con nuestra voz tener representantes
elegidos por nosotros mismos y tengamos la posibilidad real de participar en el
debate nacional, independientemente de cualquier razón política o ideológica.
La solución de la crisis
exige hoy más que nunca la participación de todos, en forma unida, los de
afuera y los de adentro, en forma coordinada y solidaria, en una sola
dirección: el país que dejaremos a las nuevas generaciones.
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