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domingo, 8 de junio de 2014

“Justicia podrida”

Henrique Capriles 8 de junio de 2014

No hay nada más peligroso para una nación, que distorsionar el funcionamiento de  las instituciones para utilizarlas con fines politiqueros. El Sistema de Administración de Justicia en nuestra Venezuela, ha sido utilizado como una guillotina para “decapitar” los derechos fundamentales de quienes no se subordinan a los caprichos insaciables de los que están en el poder.
Esta semana lo que vivieron los estudiantes Marco Coello, Chistrian Holdack y nuestro compañero de lucha, Leopoldo López, en el Palacio de Justicia, fue lo mismo que me tocó vivir hace 10 años: audiencias interminables, señalamientos absurdos, acusaciones irracionales y alegatos carentes de cualquier lógica, cuando la decisión ya estaba tomada. El Sistema de Justicia venezolano es una vergüenza, está corrompido, lleno de montajes para incriminar inocentes, usan la justicia como brazo ejecutor de venganzas.

Ahí está el drama que vive el comisario Iván Simonovis, quien hoy cumple 9 años y 197 días presos. El gobierno lo convirtió en un trofeo que exhibe cada vez que se siente amenazado y necesita enviar señales de advertencias a quienes adversamos a un gobierno, que desea arrastrar a todos los venezolanos a su pantano, con el objetivo de alinearnos a todos a un pensamiento único.

Aquí mandan a la cárcel a venezolanos solo por pensar diferente y deben esperar su juicio privados de libertad, mientras por ahí hay un ex alcalde del centro del país, que milita con el partido del gobierno, a quien no solo le otorgaron medida humanitaria, sino que le devolvieron todos sus bienes. Y hay otros a los que no los citan y se robaron 20 mil millones de dólares. No han publicado ni siquiera la lista de las empresas de Cadivi, que recibieron esos dólares, aprobados por ellos mismos, para que la justicia castigue a esos enchufados que se llevaron los reales. Por eso digo que la justicia está podrida en nuestro país.

Mientras esos funcionarios corruptos se dan la buena vida con los recursos de nuestro pueblo, al comisario Simonovis, que es inocente y está enfermo, le negaron, injustamente y por cuarta vez, la medida humanitaria. Toda Venezuela sabe que es inocente. Nadie sabe el drama que vive una familia cuando uno de sus integrantes está tras las rejas. Es un infierno, es la peor experiencia que alguien y su familia puedan vivir.

Muchos venezolanos nos preguntamos si alguien del gobierno se habrá detenido a pensar cómo vive la familia de un privado de libertad, sobre todo cuando la prisión es injusta. ¿Quién les explicó a los hijos de Simonovis y de otros presos políticos por qué a su padre lo exhiben como trofeo? ¿Qué respuesta se le da a un niño que lleva más de 9 años preguntándose por qué su padre está preso, si juez tras juez no han podido demostrar las responsabilidades que le achacan y aun así recibió una sentencia de 30 años de cárcel? ¿Quién le devuelve esos años perdidos? ¿Quién repone esa ausencia? ¿Quién calma la angustia de esa familia que sabe que a su padre y esposo se le acortan los años de vida por afecciones de salud? ¿Quién responde por la vida de Simonovis? ¿Quién recoge el agua derramada?

No hay palabras que consuelen y compensen tanta injusticia. Si lo sabrá mi madre, quien sufrió en silencio cuando estuve preso por ayudar al Embajador de Cuba cuando había una situación de violencia frente a la Embajada. Tuve que calarme una cárcel injustamente, y cuando la cárcel es injusta es doblemente dura. Recuerdo que estuve más de 20 días encerrado en un cuarto donde no alcanzaba ver la luz del sol. Mi expediente pasó por más de 40 jueces y, sin embargo, no salí de allí con odio. Mi abuela me enseñó que uno no debe guardar odio ni resentimiento en su corazón. Me enseñó que el que odia a otros se odia a sí mismo. Yo no salí de allí odiando a nadie ni con sed de venganza contra otros y se lo he demostrado a todas las personas con las que he podido trabajar y servir.

Cuando estuve privado de libertad, entendí que los presos no le duelen a nadie, solo a sus familiares. Las cárceles son depósitos de seres humanos y eso es una realidad porque en 15 años de supuesta revolución bonita, que se ha etiquetado a sí misma como humanista, no se ha trabajado por la rehabilitación y reinserción a la sociedad de los venezolanos que cometieron un delito. No es verdad que las cárceles se han transformado. Allí todos los privados de libertad tienen que tejer redes para sobrevivir. Se paga por todo. Hay presos que tienen que pagar para poder dormir y hasta para no perder la vida. Allí hay armas, granadas y todo un arsenal de guerra. La humanización del Sistema Penitenciario es otra mentira.

Las cárceles venezolanas arruinan vidas, si no que los del gobierno se lo pregunten a las familias de los 6.163 internos fallecidos y otros 16.208 heridos en hechos violentos, ocurridos en el interior de nuestras cárceles desde 1999 hasta finales del año pasado. Las cifras hablan por sí solas. Hay 53.566 privados de libertad en las prisiones, pese a que su capacidad instalada es de 16.000. Sólo 29,89% (16.010) de los presos han sido condenados, frente a 63,61% que están siendo procesados.

Muchos de esos presos asesinados y otros venezolanos que hoy son delincuentes, eran niños cuando se inició este gobierno, que promueve la impunidad, una impunidad que golpea el derecho más sagrado que tiene una persona, que es el derecho a la vida. Nada más el año pasado, cayeron 25 mil venezolanos producto de la violencia que tenemos en el país. ¿Y quién o quiénes son los responsables? Nicolás y su gobierno indolente. Si el Estado hubiese invertido lo necesario en educación, la situación de las cárceles sería distinta. Hablaríamos de vida y no de muerte.

Hoy más que nunca todas estas injusticias deben darnos más razones y más fuerza para unirnos y luchar por el cambio. Hoy volvemos a insistir en la necesidad de cambiar el Sistema de Administración de Justicia. Eso pasa por renovar los cargos de los magistrados de nuestro Tribunal de Justicia que tienen su período vencido; también hay que nombrar a un nuevo Fiscal de la República, un nuevo Defensor del Pueblo y depurar todas las instituciones que tienen responsabilidad en materia de seguridad y justicia. Las figuras responsables de nuestro sistema de justicia no pueden deber favores a altos funcionarios del partido de gobierno de turno. Solo así se garantiza instituciones independientes, en la que todos los venezolanos seamos iguales frente a la ley.

Insisto, frente a la injusticia hay que unirse. En la unión está la fuerza. La oposición tiene que estar completamente unida. Los que queremos un cambio en el país, todos tenemos que unirnos. Ese es el país que yo quiero y estoy seguro que es el país con el que todos soñamos y nos merecemos. Venezuela está llamada a algo grande. ¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!


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