CATALINA LOBO-GUERRERO 25 SEP 2014
El dos veces candidato
presidencial de la oposición venezolana forma parte de lo que el Gobierno de
Maduro llama la “trilogía del mal”
El dos veces candidato presidencial de
la oposición venezolana, Henrique Capriles Radonski, forma parte de lo que el
Gobierno de Nicolás Maduro llama la “trilogía del mal”, que incluye también a
Leopoldo López, hoy preso a la espera de juicio por su supuesta responsabilidad
en las violentas protestas del pasado febrero, y a la diputada María Corina
Machado, a quien el régimen chavista ha impedido volver a la Asamblea Nacional
para ejercer como parlamentaria.
Entre Capriles y los otros dos líderes
opositores surgieron diferencias a raíz de las protestas que ellos impulsaron a
principios de año para obligar a la renuncia del Gobierno mediante la presión
callejera. El resultado, además de más de 40 muertos, fue el cierre de filas
del chavismo y una fractura profunda de la oposición.
Pregunta.
¿Cómo ve la situación del país?
Respuesta. Se veía venir una crisis
económica muy profunda, que a su vez conlleva una crisis social, y ambas
empujan a una crisis política. Si se analiza la pérdida de popularidad y apoyo
que ha tenido el Gobierno, la razón es fundamentalmente económica y social. En
algo coinciden todas las encuestas: en que el Gobierno podría tener hoy una
base de apoyo del 30% o 35%, ya no es mayoría. Y creo que puede ponerse peor.
Aún no ha tocado fondo.
P.
Ante la crisis, parece que el liderazgo opositor salió en desbandada.
R. No. Dentro de la oposición hay
visiones distintas de cómo se debe construir un cambio. En este país la mayoría
vive en sectores populares, que han sido la base de apoyo del Gobierno durante
los últimos años. Ahí hay un desgaste claro y hay un sentimiento de cambio que
se evidenció en las pasadas elecciones presidenciales de abril. De los 7,4
millones de votos que sacamos, ¿cuántos viven en sectores populares del país?
Cinco o seis millones. Lo que quiere decir que claramente el Gobierno ya dejó
de ser la única opción en los sectores populares. Yo considero que el cambio
tiene que ser multiclasista. No veo forma de lograr un cambio y que este país
pueda tener gobernabilidad si no hay un nuevo pacto social con los pobres.
P.
Al finalizar esa última elección, su liderazgo era indiscutible en la
oposición, pero después se empieza a tambalear. Primero dice que gana, pero no
puede demostrarlo. Luego convoca una marcha para exigir un recuento hasta el
Consejo Nacional Electoral (CNE), pero después le pide a la gente que no vaya
para evitar la violencia. Y la gente le reprocha esa marcha atrás.
R. Alguna gente, no todos. Aquí no se
trata de mi proyecto. Mi obsesión es ver un cambio en Venezuela y hemos tenido
que lidiar con campañas sucias internas de gente que a la que no le interesa
construir liderazgo y que cree que el liderazgo puede surgir sobre la base de
la destrucción de Capriles u otros líderes. Yo elegí, y lo haría mil veces si
tuviera que volver a hacerlo, evitar que mataran a cientos de personas. Es muy
fácil venir a exigir cuando los muertos los pone otro. Además, en aquel momento
fue una decisión unánime. Todos los partidos estuvieron de acuerdo que había
que suspender esa marcha al centro de Caracas y evitar una guerra. Yo no voy a
negar nunca lo que soy.
P.
¿Qué es?
R. Soy pacífico, no voy a llevar a los
venezolanos a una guerra pueblo contra pueblo. Soy un demócrata que está
buscando construir una mayoría. Sigo creyendo que este país tiene una salida
electoral. Sigo creyendo que aquí se puede construir una mayoría multiclasista,
de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo.
P.
¿Han asumido en la oposición la responsabilidad de todo lo que pasó?
R. ¿Cuanta gente del liderazgo de
oposición ve usted recorriendo los barrios, los sectores populares y
organizando a la gente? Ahí está la autocrítica. El cambio no es simplemente
decretarlo, usted tiene que hablarle a la gente de sus problemas. Uno oye a
veces unos discursos de otros líderes y, cuando le pregunta a la gente si se
identifica con eso, no lo hace, porque siente que es algo abstracto. Pareciera
que son mensajes para una élite, y esa élite quedó atrás. No se va a sustituir
lo que hay ahora por una élite de oposición.
P.
La Mesa de Unidad Democrática (MUD) parece que hizo agua tras las protestas de
los últimos meses.
R. No, yo creo que la designación de
Chúo Torrealba es algo positivo para el relanzamiento de la Unidad.
P.
¿Para usted cual debe ser el papel de la MUD? ¿Un articulador electoral?
R. Sí, lo veo más como una plataforma
electoral.
P.
¿La MUD fue una camisa de fuerza para la oposición, ya que no permitía que cada
quien desarrollara su proyecto político?
R. No, yo creo que cumplió un objetivo
muy importante. Es muy fácil criticar. Cuando hay una derrota, las derrotas son
huérfanas y en las victorias todo el mundo saca pecho. Ahora, no hay ninguna
señal que el panorama económico vaya a cambiar en el país, lo que más bien se
ve es que es un Gobierno que sigue perdiendo popularidad. Lo que quiere decir
que esta es una gran oportunidad, no solamente para organizarse sobre la base
del descontento, sino para presentar un proyecto de país atractivo que enamore
a la gente y la ponga a soñar. Ese es el reto. La política en Venezuela no es
un trabajo de oficina, aire acondicionado y redes sociales. No hay nada que
sustituya aquí el contacto personal. El oficialismo perdió conexión con la
gente. La cúpula de ese partido, que llaman los enchufados, esos viven en otro
planeta.
P.
Si ellos han perdido conexión con la realidad y si la salida de usted es
pacífica, en algún momento deberá retomar el diálogo con un gobierno al que
califica de “monstruo”.
R. Lástima que líderes a quienes yo
admiro como Mandela o Gandhi no estén vivos para que usted les haga esa
pregunta, porque hay seguidores de ellos en la oposición que criticaron hasta
más no poder ese esfuerzo por abrir un diálogo. ¿Será que nunca vieron la foto
de Mandela con De Klerk? Hasta con el adversario más férreo en un momento dado
usted tiene que conversar.
P.
¿Confía en una mediación internacional?
R. En todos los países de América
Latina no hay la misma realidad. Brasil, Colombia, tienen instituciones. El
mismo caso de Ecuador a pesar del presidente Correa, tiene una
institucionalidad mejor que la nuestra. ¿Y por qué lo digo? Porque no creo que
ningún país de América Latina, hoy por hoy, excepto Argentina —y Cristina
Fernández Kirchner está de retirada—, quiera copiar el modelo venezolano.
Ninguno. El que está evitando la mediación internacional, incluso de Unasur, es
el Gobierno venezolano. Sépalo, el Gobierno no quiere mediación.
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