Miguel Méndez Rodulfo 20 de septiembre de 2014
Tengo un tío que después de 14 años,
al fin, logró desencantarse del chavismo. Antes fue creyente furibundo del
difunto y de sus supuestos logros sociales y reivindicativos. Digo que era
fanático radical del chavismo porque a pesar de que bien temprano, al inicio de
este régimen, le fue invadida su hacienda siguió siendo fiel creyente del
proceso. Esto que a todas luces es inexplicable, encuentra en los partidarios
del gobierno una lógica muy común, más allá de lo que uno cree. Al principio de
la invasión de su propiedad, los ocupas se establecieron en una parte de la
finca. Mi tío, hombre de trabajo y tesonero, decidió irse por la vía legal y
acudió a cuanto tribunal y oficina gubernamental tenía que ver con los
problemas agrícolas. En todas esas instancias su caso fue comprendido, “aunque
nada podían hacer”. Le decían, si, que con el tiempo se haría justicia y la
propiedad seria rescatada. El gastó mucho dinero en trámites, papeles, abogados
y tiempo propio que le dedico a resolver este complejo problema. Con los años,
poco a poco otros invasores ocuparon nuevas tierras de la finca. También se
apoderaron de sus máquinas, equipos, estructuras y vías. Al final de este
enojoso asunto, ya no podía tener sino acceso a la casa, pero entonces
arreciaron las amenazas e intimidaciones (que siempre las hubo) hasta que ya no
pudo ir más por su antigua propiedad. Desde entonces dejó de ser chavista,
aunque su esposa no ha terminado del todo de tener su corazoncito
revolucionario.
Traigo esto a colación porque siempre
me ha fascinado a psicología de los creyentes a toda prueba, que son capaces de
hipotecar su pensamiento en función de lo que el líder iluminado diga. También
me interesa mucho saber cómo piensan los denominados nini. Este último asunto
que fue nuestro quebradero de cabeza,
con relación a como podíamos restarle al chavismo el mayor filón de los
indecisos, ahora vemos que se resuelve más por los efectos de la crisis
económica y por el alcance que de ellos hacen las medidas arbitrarias del
gobierno. Es que cuando les tocan el estómago o sus bienes es cuando se
permiten reaccionar. Precisamente eso le ocurrió al sonero mayor de Venezuela,
el querido Oscar D’ León. Sucede que una propiedad suya fue invadida por una
comuna. Se trata de una casa de 13 hectáreas ubicada en Carayaca, que era su
sitio preferido para descansar. Los problemas comenzaron hace dos años cuando
se cayó la carretera, pero el gobierno nunca reparó la vía por lo que el sonero no pudo acceder más a su vivienda. El
abandono de ella propició la invasión, a pesar de que encargó a unas personas
el cuido de la propiedad y de que a los celadores les puso una bodega.
El sonero explicó que ya sus abogados
estaban montados en el caso “para que lo que se supone es una organización que
debe ayudar a la gente y que me devuelvan mi casa. Y no porque yo soy una
figura pública o porque soy Oscar D’León. A cualquier persona que pase por un
trance similar se le debe devolver” Aseguró que no era un lugar abandonado y
que el negocio no funcionó por lo que ella cerró la bodega, pero adentro estaba
el mobiliario. Agregó que “la gente esta que entró cortó unos candados de
seguridad y se apoderó de la instalación y de los muebles. Eso no puede ser.
Confío en que las leyes prevalezcan y le devuelvan a la señora sus cosas y a mí
mi casa”. D’ León tuvo que irse a México sin que resolviera su problema; pero
no solamente este caso lo agobia, sino que para la gira internacional de su
orquesta, por causa de la problemática de los pasajes, tuvo que improvisar una
orquesta en Miami para que lo acompañase en el tour. Los pocos músicos,
venezolanos que tocarán en su nueva orquesta, deberán viajar por tierra hasta
Cúcuta, de ahí en avión a Bogotá y desde esa ciudad al destino donde vayan a
tocar. Para colmo, la semana pasada inauguró un bulevar en Barquisimeto en su
honor, pero dos días después se habían robado la placa. Oscar, aun insiste en
unir a las partes polarizadas del país.
Caracas, 20/09/2014
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