Por Valdimiro Mujica,
25/09/2014
La amenaza de perder la
libertad se ha ido convirtiendo en una de las herramientas más eficaces para la
represión de la protesta popular y de toda forma de disidencia política en la
atmósfera cada vez más abiertamente fascistoide que se respira en Venezuela. En
esto como en muchas otras conductas, el régimen sigue a pie juntillas las
enseñanzas cubanas.
Son proverbiales las
larguísimas condenas de prisión a las que se somete en la isla a los presos
políticos o de conciencia. A la prisión, ya de por si un castigo durísimo, hay
que añadirle las crecientes evidencias de tortura y atropello que se ha ido
documentado a través del excelente trabajo de la ONG Foro Penal Venezolano.
La politización del uso
de la justicia para castigar la disidencia política es una de las mayores
violaciones a los derechos humanos que comete el gobierno venezolano y la misma
se emplea junto con otras herramientas para la represión, como el empleo de
bandas armadas y turbas que agreden a las manifestaciones de la oposición en un
émulo infame de las así llamadas “turbas divinas” en Centroamérica.
El control que ejerce
sobre el sistema de justicia y los jueces, le permite al régimen disfrutar de
un margen prácticamente infinito de maniobra para acosar a sus adversarios o
simplemente a gente que cumple con su deber como el caso del médico Ángel
Sarmiento, presidente del Colegio de Médicos del estado Aragua, cuyas
declaraciones se hacen incómodas para la ficción de paraíso socialista sobre la
tierra que la oligarquía chavista pretende hacerle tragar a la fuerza a los
venezolanos acosados por una realidad cada vez más cargada de dificultades. O
el caso del presidente de Conindustria, Eduardo Garmendia, a quien Maduro
amenazó públicamente por denunciar lo que todo el mundo está intuyendo con cada
vez mayor claridad: que la situación en torno al brote de chikungunya en
Venezuela es mucho más grave de lo que las autoridades sanitarias del país
admiten.
O el caso de Carlos
Genatios, perseguido por la justicia por un artículo de opinión donde cometió
la osadía de mencionar una presunta declaración de Diosdado Cabello y quién, en
una demostración más de atropello, incoa una acción legal que se extiende al
director de Tal Cual, Teodoro Petkoff, y a la Junta Directiva del diario.
Para la alternativa
democrática el asunto de los presos políticos debe ocupar un lugar
absolutamente preponderante en las exigencias al gobierno. La infame y
retorcida conducta de llevar a prisión a Leopoldo López, a los alcaldes de San
Cristóbal y San Diego, Daniel Ceballos y Enzo Scarano, así como a centenares de
estudiantes, no solamente pretende quebrantar la voluntad política de protestar
sino fracturar moralmente a la oposición a través del miedo.
Muchas cosas podrían
discutirse en cuanto a si los argumentos políticos de López son o no
justificados, pero lo que ni siquiera sus más acérrimos adversarios le pueden
negar es la entereza y el coraje con que él ha asumido su conducta y su
prisión. Para oprobio del régimen y orgullo de nuestra gente.
El cálculo político, o
consideraciones menores sobre disputas de liderazgo o inclusive discusiones
legítimas sobre estrategias políticas no pueden sobreponerse al deber moral, ético
y político ineludibles que tiene la oposición de condenar sin reservas la
prisión de activistas políticos y disidentes; de denunciar el escándalo del así
llamado régimen de presentación que le impide el ejercicio de sus derechos
ciudadanos a miles de venezolanos, y de actuar en todos los espacios con
energía y convicción para obtener la libertad de nuestros presos. No hay nada
que agradecer del supuesto gesto del régimen de concederle casa por cárcel a
Simonovis por la sencilla razón de que la justicia no se agradece: se exige.
Ninguna tarea tiene
mayor importancia que preservar la integridad moral de la oposición en una
materia tan delicada y sensible como la libertad de nuestra gente. El asunto de
nuestros presos, obtener su liberación y evitar que siga avanzando el proceso
de convertir a Venezuela en una inmensa prisión del miedo, donde hasta pensar
se convierta en un delito potencial en el “estado general de sospecha” , como
lo bautizó el extinto Capitán Otayza, en que todos nos encontramos por no comulgar
con la realidad impuesta por el régimen chavista.
La libertad es el don
más preciado del hombre después de la vida. Como lo escribió Cervantes de
manera inolvidable y profunda, cuando Don Quijote se dirige a Sancho Panza y le
expresa: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los
hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que
encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se
puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor
mal que puede venir a los hombres.”
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