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lunes, 15 de septiembre de 2014

La política como idolatría, por @rafluciani

RAFAEL LUCIANI sábado 13 de septiembre de 2014
Doctor en Teología
rlteologia@gmail.com

Si bien es cierto que, en los gobiernos de América Latina, se ha podido apreciar un crecimiento importante en torno a la preocupación por los pobres, no es menos cierto que éstos aún no llegan a ser sujetos de su propia historia, y son manipulados, e incluso convertidos en objetos de ideas y adhesiones políticas sobre las que basan todas sus esperanzas.

No basta que los discursos y las políticas públicas sean para el pobre, sino en qué medida les permiten convertirse en sujetos y alcanzar su autonomía. Para ello es importante que toda la sociedad, en sus distintos estratos y posibilidades, comience a entender que debe asumir la causa del pobre, porque sólo podremos crecer como país cuando todos luchemos en contra de los factores que producen dependencia, pobreza, autoritarismo y nos hacen objetos de otros.

En la historia política siempre ha habido sujetos con ansias mesiánicas. Sin embargo, a ese fenómeno sociopolítico, se le añade hoy en día un elemento pseudorreligioso. El que a alguien, a quien se la ha denominado mesías (político) se le quiera, ahora, convertir en objeto de culto y sumisión. Este es el caso de Chávez, a quien el actual Presidente le reza y jura adhesión absoluta.

Cuando toda la vida de un sujeto -sus esperanzas y anhelos- gira en torno a la existencia de una persona o de un proyecto ideológico, es fácil que se convierta en objeto de sumisión. Lo que los cristianos conocemos como idolatría se traduce aquí bajo la forma del culto al mesianismo político, con la pretensión de dar continuidad en el poder a regímenes políticos, haciendo uso de las conciencias y creencias religiosas de los más pobres. Es lo que se está viviendo en Venezuela, donde el dinero del Estado se pone al servicio de la continuidad política de un régimen antes que al bienestar de un pueblo.

Queda preguntarnos si la Iglesia Católica en Venezuela, así como las comunidades cristianas en general, supieron enseñar, por años, que Dios es el único Padre de todos, sin excluir a nadie, y que Él es la única Persona a la que debemos adherirnos de forma absoluta. En fin, si nos enseñaron que Jesús es el único Mesías y que no hay otro en esta tierra, porque Él es el único Señor de la Historia.

Tal vez debemos recordar aquel dilema que Jesús plantea con tanta claridad: «o al César o a Dios» ¿A quién le debemos una adhesión absoluta?, ¿dónde está nuestro corazón? En nombre de Dios surge este fenómeno donde la unión del mesianismo político y el culto pseudorreligioso postmortem pretenden dar paso a la continuidad de proyectos ideológicos desgastados mediante la creación de imaginarios religiosos alternativos que buscan suplir el fracaso de los nuevos líderes que los quieren llevar adelante.

Estos intentos ya los habíamos visto en Argentina, con Eva Perón, y ahora en Venezuela con Hugo Chávez. Y seguirán apareciendo mientras haya pobreza y no asumamos la causa de los pobres; mientras no desabsoluticemos el poder y la función de las ideologías; y mientras no reconozcamos, como cristianos, que Jesús es el único mediador de salvación, y no un político, cura o figura social de este mundo.

Doctor en Teología
rlteologia@gmail.com

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