Por Lissette González,
24/11/2014
La plaza Altamira tiene
para el caraqueño dos caras. Una es la cara política, combativa, que se inició
desde fines de 2002 cuando un grupo de militares plantó allí un campamento para
promover un cambio político. Desde entonces, ha sido escenario de numerosas
protestas y también de represión policial. Aunque esto no es nuevo, ciertamente
ha sido más intenso durante este turbulento 2014.
Pero esta plaza tiene
también otra cara, la del encuentro ciudadano con la lectura y la cultura puesto
que allí se ha celebrado los últimos 5 años el festival de la lectura del
municipio Chacao. En una Caracas de espacios públicos abandonados ante el temor
por la inseguridad, los eventos que organizan las alcaldías en nuestras calles
se convierten en un oasis, en la ventana a través de la cual mirar cómo sería
la ciudad en la que nos gustaría vivir cada día. Muchos articulistas esta
semana han escrito sobre el festival que logró organizarse a pesar de las
dificultades del entorno, y ser nuevamente este año un espacio para el ocio, el
encuentro e, incluso, para discutir y pensar sobre nuestro país.
Ambas caras se
conectan; en el medio de la plaza, en el corazón de la feria, había fotos de
los presos políticos que aun están en las cárceles y un tributo a los
manifestantes que fueron asesinados en las protestas de inicio de este año. Un
recordatorio claro de que no vivimos precisamente en un paraíso de ciudadanos
que pasean, leen y cuestionan. Parecía que ambas caras habían logrado convivir.
Este domingo 23 de
noviembre hubo una protesta de un grupo de personas usando máscaras en la
avenida Francisco de Miranda junto a la feria. Según leo de las personas que
estaban allí en ese momento, no estaba claro el motivo, no había consignas.
Rápidamente, el contingente antimotines de la Guardia Nacional se ocupó de
reprimir a los manifestantes y los organizadores de la feria llamaron a
desocupar la plaza para garantizar la seguridad de expositores y asistentes.
Aunque al final de la tarde la feria reabrió, la clausura ocurrió con un sabor
amargo. El oasis ya no era tal, la convivencia entre las dos caras se rompió.
Claro que hay derecho a
la protesta y un espacio lleno de gente, como la feria, suele ser el mejor para
transmitir un mensaje. Llegar con un megáfono y dar un discurso frente a las
fotos, leer poesías alusivas a los hechos de febrero, repartir volantes,
convocar a las acciones que están organizando, podrían haber sido acciones muy
exitosas. Habrían formado parte de la vida ciudadana que es posible en una democracia.
¿Pero qué se puede
lograr con una protesta que da la espalda a quienes están allí? ¿Quién era,
entonces, su público y cuál su mensaje? Todavía no he leído un comunicado o un
tuit que me lo explique. Y la grieta que separa las distintas estrategias
políticas propuestas desde la oposición sigue ampliándose. Necesitamos un
espacio para ese diálogo. Quizás aquí, en esta misma plaza.
Lissette González
@LissetteCGA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico