ANDRÉS OPPENHEIMER 22 de noviembre de 2014
El presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, cuyo país tiene la inflación más alta del mundo y el crecimiento
económico más bajo de América Latina, convocó días atrás a una “Conferencia
Mundial sobre la Crisis del Capitalismo” para principios del 2015. Debería
invitar al presidente de China, Xi Jinping, como el orador principal.
Dejando de lado el hecho nada
insignificante de que la economía de Estados Unidos —el país que para muchos
simboliza el capitalismo — está mejor que la de Europa, Rusia, y los principales
países del mundo, y que la bolsa de Nueva York alcanzó su récord histórico la
semana pasada, el líder comunista de China podría ayudar al confundido
mandatario de Venezuela a comprender cuál ideología está realmente en crisis en
estos días.
La semana pasada, en la última medida de
su marcha de tres décadas hacia el capitalismo, China abrió su mercado de
valores de Shanghai a los inversionistas extranjeros. El Congreso del Partido
Comunista de China del año pasado le dió a Xi amplios poderes para darle a las
fuerzas del mercado un papel mucho mayor en la economía, a expensas de los
planificadores del gobierno central.
Desde que asumió el cargo, Xi se
comprometió a acelerar las reformas económicas de libre mercado de China, para
incrementar el consumo interno. Esto significa animar a los consumidores chinos
a comprar de todo, desde coches de lujo hasta maquinas lavadoras, y permitir
una mayor competencia por parte de empresas privadas. En mi último viaje a
China hace dos años, me sorprendí al ver la proliferación de agencias de
Ferrari, Lamborghini, Mercedes Benz, BMW y otros autos de lujo en todo el país.
Pero, independientemente de lo que
pensamos de la dictadura china, hay un hecho indiscutible: China ha crecido
meteóricamente —y ha reducido la pobreza más que ningún otro país — desde el
momento en que el ex primer ministro Deng Xiao Ping comenzó sus reformas
capitalistas en 1978.
Hoy en día, China es en algunos aspectos
más capitalista que Estados Unidos. En China, los empleadores no tienen que preocuparse
mucho por los sindicatos de trabajadores, ni por grupos ambientalistas. China
es el sueño de un capitalista a ultranza: un capitalismo sin derecho a huelga,
ni normas ambientales estrictas.
Con todos sus defectos, la marcha de
China hacia el capitalismo ha ayudado a sacar de la pobreza a 700 millones de
sus 1.3 millones de personas en las últimas tres décadas, según cifras del
Banco Mundial.
En comparación, Venezuela — a pesar de
su riqueza petrolera — ha ido en la dirección opuesta desde que el fallecido
presidente Hugo Chávez comenzó su llamada “revolución socialista” en 1999.
Chávez y su sucesor Maduro han nacionalizado empresas a granel, ahuyentaron a
los inversionistas, y destruyeron el país.
Este año, Venezuela tiene una inflacion
del 70 por ciento, la más alta del mundo, y su economía se contrajo un 3 por
ciento, la peor tasa de crecimiento económico de América Latina, según cifras
del Fondo Monetario Internacional. Hay escasez de leche, carne, azúcar y papel
higiénico, obligando a la gente a hacer largas colas frente a los supermercados
para conseguir productos de primera necesidad.
Y además, Venezuela ha empezado a
importar petróleo. Sus refinerías estatales se han deteriorado tanto por la
falta de inversiones, el desorden administrativo y la corrupción, que el país
tiene que importar crudos livianos para mezclar sus crudos pesados y hacerlos
aptos para la exportación.
No es de extrañar, entonces, que después
de una caída temporal de la pobreza durante el boom petrolero de mediados de
los 2.000, la pobreza en Venezuela está aumentando. El número de personas que
viven en la pobreza extrema —los más pobres entre los pobres — aumentó en
737,000 el año pasado, para un total de casi 2.8 millones de personas, según
cifras del propio gobierno venezolano.
Mi opinión: No hay duda de que el
capitalismo no es un sistema perfecto, y que hay que mejorarlo, sobre todo
buscando nuevas formas para reducir la inequidad. Pero que Venezuela, un país
en bancarrota por la ineptitud de sus líderes, convoque a una conferencia
mundial sobre la crisis del capitalismo en la misma semana en que la bolsa de
valores de New York rompió todos los récords, es cosa de risa.
Post Data: Si por alguna razón el
presidente chino Xi no puede asistir a la conferencia de Maduro, sugiero al
presidente ruso, Vladimir Putin, como su sustituto. Según la agencia de
noticias Bloomberg, Putin — cuyo régimen tiene mucho en común con la
cleptocracia autoritaria de Maduro — planea anunciar una política de
“liberalización económica”, lo que en buen español significa más capitalismo
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