Por José Guerra
La “guerra económica” fue lanzada con todos los hierros por el Gobierno en agosto de 2013 para justificar la agudización de la escasez y la inflación. En sus inicios, se le pintaba como resultado de una supuesta conspiración interna de los productores nacionales para desestabilizar al país.
Con el tiempo, dicha tesis se fue cayendo por su propio peso, y ya para finales del 2015 tanto las encuestas como los resultados electorales del 6D reflejaban que solo una pequeña fracción del electorado seguía tragándose el cuento de la fulana guerra. Ante la derrota electoral y la necesidad táctica de tender puentes con los sectores productivos nacionales, se produce entonces un sutil giro discursivo en la narrativa oficialista y la “guerra económica” pasa a ser fundamentalmente un fenómeno externo, producto de una gran conspiración internacional orquestada desde afuera para asfixiar la revolución.
Es así como esta nueva “guerra económica” (modelo 2016) se monta sobre tres elementos externos: los precios del petróleo, el bloqueo financiero y el ciber-terrorismo (DolarToday). En cuanto al elemento petrolero, no basta con pintar la caída en los precios del crudo como la causa primigenia de nuestros males, sino que dicha caída debe ser imprevista y fruto de fuerzas oscuras.
Tal y como lo caricaturiza el spot televisivo “Venezuela no se detiene”, vivíamos en el paraíso de precios altos “pero hace dos años, Estados Unidos, el mayor consumidor de petrolero, decidió autoabastecerse utilizando métodos antiecológicos y dejó de comprarlo”. No solo sobre-simplifican la compleja dinámica del mercado petrolero mundial, sino que eluden preguntas obvias: ¿por qué la crisis en Venezuela comenzó mucho antes de la caída de los precios del petróleo?, ¿por qué somos el único país petrolero en la quiebra y al borde de una crisis humanitaria?
En cuanto al bloqueo financiero, la queja es que oscuros intereses mantienen artificialmente altos los intereses que nos cobra la banca internacional, lo que nos impide acudir al endeudamiento externo para compensar la caída en los ingresos petroleros. Lo que esta parte del cuento obvia, es que, si bien los mercados valoran la puntualidad del gobierno al pagar su deuda externa, más les preocupa la manera draconiana en que se exprimen dichos fondos a la población, lo que hace cada vez menos probable que se pueda cumplir con los pagos futuros. De nuevo, el cuento de la “guerra económica” deja por fuera preguntas obvias: ¿dónde están los ahorros del país?, ¿qué hicieron con un millón de millones de dólares?
Y finalmente, en cuanto al ciber-terrorismo, se responsabiliza a una página web (DolarToday) de “inducir” la más alta inflación de nuestra historia, al punto de achacarle hasta un 70% del incremento de precios experimentado. Llegan al colmo de insistir con una exótica demanda legal ante los tribunales estadounidenses y de comisionar un seudo estudio econométrico que no llega ni a tesis de pregrado. Se obvia olímpicamente la más alta expansión de dinero inorgánico de nuestra historia y el hecho nada trivial de que las operaciones efectuadas al tipo de cambio paralelo son apenas una fracción del total transado. Expliquen: ¿cómo es posible que lo menos pueda causar lo más?
El oficialismo no tiene respuesta a estas simples preguntas de sentido común, y es por ello que la “guerra económica” en su actual versión cubanoide, tipo “bloqueo extranjero”, se agota aceleradamente. Es posible que entren en razón y abandonen la coartada, pero es igualmente posible que retomen el sentido original de la “guerra” como conspiración de productores nacionales, lo cual sería muy contraproducente. Esperemos que prive un mínimo sensatez.
20-03-16
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