Alejandro Hernández 22 de septiembre de 2016
La voz
de Alberto Barrera Tyszka es imprescindible para entender la Venezuela
contemporánea. En sus obras de ficción, en sus artículos de opinión y otros
textos periodísticos se puede rastrear la ruta de un país que se sucumbió al
embrujo de Hugo Chávez y que hoy luce atrapado en un laberinto.
Su
obra literaria le ha valido el reconocimiento de la crítica. Con la
novela La Enfermedad obtuvo en 2006 el premio Herralde,
mientras que en 2015 recibió el premio Tusquets Editores con la novela Patria
o muerte, un relato cuyo telón de fondo es la Venezuela de un Chávez
agonizante y unos personajes desconcertados por la escasa información sobre la
salud del mandatario.
“Me
interesa más saber por qué los venezolanos caímos en el hechizo de este tipo,
qué hay en nuestra sociedad y qué hay en ese Chávez que funcionó. Por qué se
dio esa relación de carisma tan impresionante”, reflexiona Barrera Tyszka. En
2004 había escrito junto a su esposa, la periodista Cristina Marcano, la
obra Hugo Chávez sin uniforme, una aproximación biográfica al
personaje que regía los destinos de los venezolanos y avanzaba hacia la
construcción de lo que a la postre denominó el “Socialismo del Siglo XXI”.
Sus
artículos de opinión, publicados cada domingo durante años en El
Nacional, y desde hace unos meses en Prodavinci.com,
diseccionan la narrativa que construyó el chavismo, su deriva autoritaria y la
actitud cada vez más de negación de la realidad. “El Gobierno decidió no ver la
realidad, es una decisión política que tomaron, asumieron la negación
claramente y poniendo la cara”, sostiene.
En una
conversación de casi una hora y luego de tres tazas de café, Barrera Tyszka
apunta que es “impresionante ver todo lo que ha entrado en la idea de
normalidad de los venezolanos”. Aunque no tiene claro cómo será el final de la
autoproclamada “revolución bolivariana”, anticipa que cuando Nicolás Maduro “no
funcione más, su propio partido lo va a sacrificar para que continúe el
proyecto con otra gente”.
-Hace poco usted escribió que el proyecto
fundamental del Gobierno es el engaño, ¿Eso es sostenible?
-Uno
de los grandes problemas que hay en el país hoy tiene que ver con el tema de la
verdad, con saber qué es y qué no es verdad, que también tiene que ver con el
tema de la información y las noticias. El oficialismo estratégicamente ha
convertido al Estado en una máquina de producción de mensajes, pero el
ciudadano común está indefenso ante eso. En este país todo tiene dos, tres y
hasta cuatro versiones. En Venezuela la posibilidad de discernir y tener una
verdad común para todos se perdió, fue devorada por la polarización.
-En un contexto así es muy fácil mentir
día tras día…
-Yo sí
creo que una de las cosas que ha dejado clara el Gobierno es que se puede
mentir y que desde la política se puede decir lo que sea, cualquier cosa,
porque no importa. Esto produce una sociedad como la que tenemos hoy en
Venezuela, que no tiene ningún sentido de la verdad, pero tampoco ningún
sentido común porque todo tiene muchas versiones. Aquí no hay certeza sobre qué
es falso y qué es verdad, por lo tanto nunca se sabe muy bien qué es real y qué
no lo es.
-¿Esa ceguera llevará al país a un
barranco?
-Sí,
el Gobierno decidió no ver la realidad, es una decisión política que tomaron.
Asumieron la negación claramente y poniendo la cara. El Gobierno pretende hacer
creer que no es culpable de nada y es experto en trasladar las
responsabilidades a los supuestos enemigos externos e internos, e incluso al
propio ciudadano. El socialismo del siglo XXl es un modelo que sólo existe si
tienes un barril de petróleo a $100, porque es un modelo político que depende
de la riqueza, sólo es aplicable si eres rico, cosa que es terrible para un
país
-¿Cómo se puede contrarrestar ese relato
oficial?
-Chávez
descubrió y entendió muy rápidamente la importancia de la comunicación y tenía
como hacerlo porque fue alguien cuyo nacimiento político provino de un golpe
militar que fue un fracaso, pero un azar de la comunicación, de 15 ó 17
segundos, lo convierte en un héroe. Por eso Chávez construyó una nueva
hegemonía comunicacional y fíjate donde terminamos, es decir, el poder que
tiene hoy el Estado en el control de los mensajes es asombroso, el Gobierno
puede decidir qué es y qué no es noticia a través del control que tiene de los
medios por los que se informa la gente. Por ahí el Gobierno tiene un control de
lo que es verdad en Venezuela y eso es muy importante. Finalmente el Gobierno
hizo y repitió lo que muchas veces en la cuarta república el poder hizo con la
izquierda, la invisibilizó, la deslegitimó. El chavismo ha despojado a la
oposición de cualquier legitimidad, por lo tanto no le permite nada, ni
siquiera aparecer como noticia, sino siempre como una mentira.
-¿Entiende la oposición venezolana esa realidad?
-Es
muy difícil ser oposición en Venezuela porque es enfrentarse al Estado y hasta
la Fuerza Armada está en tu contra. Sé que la oposición ha tenido varias
debilidades y que siempre hay agendas personales tratando de saltar y de
sabotear la unidad, pero yo valoro más el esfuerzo titánico que han hecho para
enfrentarse a esto. Lo que me preocupa es que la oposición pueda construir un
proyecto de país que sea independiente del chavismo y que tenga códigos
culturales nacionales y populares propios.
-La sociedad también parece haber perdido
la capacidad de asombro…
-Eso
tiene que ver con el sinsentido de todos estos años y la pérdida del sentido
común. Es impresionante ver todo lo que ha entrado en la idea de normalidad de
los venezolanos, ya nos parece normal que aparezca un tipo en televisión en un
programa con el Presidente de la República hablando de matar a otro, nos parece
normal que tres de los funcionarios más altos del régimen tengan cada uno un
programa en la televisión del Estado, pareciera que todo entra de lo normal.
Esto nos puede ayudar a entender cuál es la idea que los venezolanos tenemos de
lo que somos nosotros mismos. Siempre hemos tenido la idea de que nosotros los
venezolanos somos unos tipos guerreros, rebeldes, corajudos e incluso creemos
que salimos a exportar la independencia y resulta que es realmente asombroso
ver cómo nos hemos sometido a la dinámica de las colas, es decir, esos
exportadores de independencia ahorita hacen cuatro horas de colas para que les
den una bolsita con comida. Entonces, ¿Quiénes somos en realidad? Y eso tiene
un poco que ver también con lo que asumimos con naturalidad y con normalidad.
-¿La sociedad, la gente, habrá aprendido
algo de todo estos?
-Es
muy difícil de precisar eso o saber hasta qué punto el venezolano ha aprendido
o no. La gente piensa en términos de necesidad y economía, yo no creo que los
venezolanos hayamos dado un salto cultural y ahora pensemos que el modelo
chavista no sirve. Creo que más bien piensan que Maduro no es bueno, la gente
quiere que se le resuelvan sus problemas concretos y que le cumplan algunas
promesas. Yo creo que todavía seguimos en la dinámica populista. Chávez volvió
a resucitar esos grandes sueños de que somos un país rico, que no hace falta
trabajar porque la riqueza está ahí y solo hay que saberla repartir.
-En buena medida el relato oficial lo
construyó Hugo Chávez a imagen de sí mismo…
-Chávez
fue un liderazgo personalista que sólo deseaba ser querido y convertirse en el
eje central de la sociedad. Chávez era el yo te doy, es una narrativa también
basada en ese yo, en yo que establece una relación de afecto porque te estoy
dando a ti. Acuérdate de cómo hablaba Chávez, Maduro trata de imitarlo pero
todo le sale mal. La gente sentía que era Chávez el que se metía la mano en su
propio bolsillo y le daba, eso reforzaba la idea de que por fin hay un pobre en
el Gobierno y no hay que trabajar, sino que la riqueza está ahí y dependemos de
un hombre bueno que nos la dé.
-Pero esa figura ya no está…
-A mí
me interesa más saber por qué los venezolanos caímos en el hechizo de este
tipo, qué hay en nuestra sociedad y qué hay en ese Chávez que funcionó. Por qué
se dio esa relación de carisma tan impresionante. Chávez fue un populista, un
militar, un tipo autoritario y sigo pensando que él sólo creía en los militares
y despreciaba profundamente el mundo civil. Creo que Chávez reinventó el
caudillismo latinoamericano con todos los elementos de la modernidad, y ahí
incluyó a los medios, la cursilería. Chávez era un militar y a la vez un cursi.
Es una imagen que a mí me sorprende mucho porque tiene el elemento de la
autoridad militar sumado al showman y eso es un cóctel explosivo.
Hay
una imagen que yo recuerdo y me parece sensacional, es un acto público, Chávez
vestido de militar, cantaba una ranchera que llama “La gata bajo la lluvia”.
Ese mismo hombre al que llamaban dictador, estaba con micrófono en mano
cantando ´seré la gata bajo la lluvia y maullaré por ti´. Esa combinación
explosiva y mediática produjo que Chávez fuera el personaje que fue. Tuvo
riqueza, tuvo talento comunicacional, tuvo carisma y no tuvo ningún escrúpulo,
y eso también es una combinación muy fuerte.
-Hoy se acabó la bonanza y a esa figura
carismática la ha sucedido Nicolás Maduro…
-Maduro
es un personaje para la tragedia. Él está ahí para recoger el fracaso de Chávez
y administrarlo sin dejar a Chávez como culpable. Él es un presidente que
aunque cambie el huso horario que Chávez modificó es incapaz de decir que el
comandante hizo algo mal, él no vive en La Casona porque ahí vive una hija de
Chávez. Maduro es un tipo que está ahí para proteger el nombre de Chávez para
la posteridad, él es el gran guardián de Chávez para la posteridad, y si tiene
que sacrificarse por eso, quizás lo haga. Es difícil saber el destino de
Maduro, aunque todo parece indicar que en el momento en que ya no funcione más
su propio partido lo va a sacrificar para que continúe el proyecto con otra
gente.
-¿Por eso Chávez lo eligió como sucesor?
-A mi
la pregunta de por qué Chávez eligió a Maduro me parece interesante, yo tengo
la idea de que Chávez ya como enfermo terminal creía que podía sobrevivir a la
operación, pero quedar quizás mal y eso probablemente pesó en su elección.
Probablemente pensó de todos estos quién es el más leal si yo sobrevivo pero
quedo choreto y dijo: es Maduro. Maduro para Chávez representó la lealtad
a su posteridad y eso pesó en su decisión, más que la cosa política.
-Usted ha dicho que Maduro renunció a la
política para refugiarse en la fuerza, ¿Qué le resta a los ciudadanos en ese
escenario?
-El
venezolano primero está tratando de ver cómo sobrevive a la inflación, a la
inseguridad y a la calle, antes de ocuparse de toda esta discusión que es más
de la clase política. Por esto el venezolano está mucho más acorralado y claro
que hay un problema de indefensión pero que empieza ahí en el sometimiento a la
crisis económica, porque eso es una humillación. En el 2014 se desarrolló una
política represiva por parte del Gobierno que ha definido los tiempos que
vivimos hoy. Ahí el Estado se convirtió en un ente que genera miedo y que ha
llevado a la ciudadanía a una situación de sometimiento voluntario frente a
ciertas cosas.
-¿Por eso los militares ganan terreno en
el Gobierno y en la vida nacional?
-Maduro
está intentando darle una imagen de fuerza a su Gobierno porque no la tiene.
Está poniendo a su lado a un uniformado que tiene armas, está en la calle y
controla las colas. La está diciendo a la gente: no soy tan frágil.
-¿Cómo imagina el final de esta historia
que es la Revolución Bolivariana?
-Primero
me gustaría ver el final, que todavía no lo tengo claro, entonces no lo puedo
imaginar, me gustaría que fuera sin violencia, pero a veces me cuesta, porque
hemos vivido tantos años al filo de la violencia política, como al borde de un
estallido que nunca llega, gracias a Dios, porque este es un país y una
sociedad muy armada y donde se ha legitimado mucho la violencia a través del
discurso político. Entonces tenemos todos los ingredientes, hay mucha yesca
seca como para que prenda algo, pero yo creo que en los venezolanos de lado y
lado hay gran temor a eso, a que se desate una violencia que no se pueda
controlar. Por todo esto es que no tengo claro el final.
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