Por Froilán Barrios Nieves
En política como en la vida
hay que asumir pausas, para que puedas encontrar soluciones ante el bosque de
árboles y dificultades que nos abruman ante la crisis de un país; aún más con
el reciente tema del diálogo y el prediálogo que ha derivado en la vocería
opositora en una agresiva pirotecnia verbal de acusaciones de traiciones y
melodramas que no se compadece con el terrible trance que todos padecemos.
Realmente, no nos estamos
jugando si hay referéndum revocatorio en 2016 y 2017, estamos en el umbral de
un menú universal perceptible en los cinco continentes de guerras civiles
sangrientas que estremecieron por décadas a países para luego obtener el
balance de lo que se debió evitar. De ello Europa, el continente de la cultura
y la historia, nos deja un legado de sapiencia en genocidios, desde las guerras
mundiales hasta la reciente guerra de los Balcanes, o las guerras civiles
africanas de Ruanda, Sudán o del cuerno africano que han derivado en millones
de muertos, o nuestras guerras latinoamericanas más recientes como la de El
Salvador o Nicaragua donde muriera 15% de la población. ¿Cuál debemos escoger
nosotros para producir el genocidio venezolano?
En verdad, el pueblo
venezolano ha sido sabio ante un régimen criminal que, en su agonía, ha
escogido violentar toda norma de derechos humanos y un estilo bandolero de
provocación permanente, y así conminarnos a la guerra civil, a sabiendas de que
es su única posibilidad de prolongar su estadía en el poder.
Pues bien, la sabiduría
popular ha evadido todas las emboscadas y con su talante democrático el pasado
6-D le asestó un misil de votos en el cuarto de máquinas, para luego, en la
calle, millones de manifestantes en toda la geografía nacional han encontrado
en el RR el instrumento para pasar por taquilla y cobrarle a Maduro y su
gobierno el hecho de haber llevado a todo un país a la miseria, en provecho de
la gestión más delincuencial de nuestra historia política.
Por tanto esta oportunidad
requiere de una dirección política opositora capaz de producir un acuerdo
nacional de las dimensiones, por ejemplo, de la concertación chilena, que
establezca las bases de la reconstrucción nacional, de la economía, del
abastecimiento y el enfrentamiento de la hambruna y la pobreza que estremece
toda la estructura social.
Con asombro percibimos que
se hacen las cosas al revés. Primero se presentan como solución los candidatos
presidenciales, sin comprender que así haya RR en 2016, con el cual sin ninguna
duda será revocado Maduro, y haya elecciones en 30 días como reza la CRBV, en
las que obtendría sin presagio alguno un candidato opositor el triunfo,
tendríamos la solución definitiva a la crisis actual.
Vana ilusión, en la que no
se puede actuar improvisadamente, ya que el tamaño de la tragedia nacional que
estremece todo el tejido social requiere de un compromiso nacional que integre
en el tiempo a todos los factores partidistas, económicos, religiosos y
sociales. De no hacerlo, la victoria sería efímera y tendríamos de regreso en
el poder a los culpables del desastre nacional que padecemos, con quienes la
población desea saldar cuentas ya, en lo inmediato, y no aplazarlo para un
próximo 2017.
21-09-16
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