Por Humberto Prado S.
La hambruna en
Venezuela traspasó los barrotes de las cárceles en todo el territorio nacional,
las mismas cárceles donde los presos asedian a perros, gatos y ratas para
comérselos como si se tratara de un pollo en brasa. Esta es una realidad
tratada como un secreto a voces, pues desde el Estado ignoran las necesidades
de los reclusos, así como también se hacen de la vista gorda con la precaria
calidad de vida que azota a todos los hogares venezolanos.
Ya casi finaliza el año
2016, año en el que hemos visto fallecer a nueve presos por desnutrición. La
falta de inversión en alimentos y el asedio constante a la industria dedicada a
este rubro, golpea el estómago de los presos y sus familiares, a quienes ya ni
siquiera les alcanza el dinero para llevarles ni un kilo de arroz a la
semana.
Con mucho dolor e
indignación escuchamos el relato de Juan Herrera, el padre de un recluso que
fue presuntamente cocinado, junto a otros dos compañeros de celda, en el
Cuartel de Prisiones de la Policía Táchira, y posteriormente servido con arroz
blanco, sin ningún tipo de compasión.
¿Quién está instando al
canibalismo en las cárceles? ¿Quién insta a que los presos vean a un perro como
un pollo para comérselo? La culpa es del Estado, porque no puede ser que bajo
su responsabilidad ocurran todo tipo de crímenes que atentan contra los
derechos de los privados de libertad, ni siquiera si inmutan a dar respuestas
que calmen la preocupación de los familiares.
El monto para la
alimentación diaria de los presos es de 20.69 bolívares ¿Qué puede comer un
preso con esa cantidad? Es por esta razón que día a día se radicalizará la
violencia porque los presos tienen hambre, aunado al estrés causado por la
violencia, el hacinamiento, la insalubridad y pare usted de contar.
En cinco años de gestión y
aunque insista en decir lo contrario, la ministra de Servicios Penitenciarios,
Iris Varela, no ha logrado controlar el poder de los “pranes”, y ahora mucho
menos que éstos incrementaron la “causa” semanal para que los presos puedan
comer sopa y bollitos al menos tres veces a la semana.
Ahora bien, ¿cómo hacen los
que no reciben visita o que simplemente no tienen dinero para pagar la causa?
Son estos los que son asesinados a sangre fría por los líderes negativos, se
contagian fácilmente con las enfermedades latentes dentro de los penales o los
que lamentablemente fallecen de desnutrición.
Ningún preso está exento a
esta realidad, ni los que permanecen en los recintos penitenciarios y mucho
menos los que ni siquiera han sido trasladados de los centros de detención
preventiva, tal como en los calabozos de la Policía del estado
Miranda, donde los presos comen una vez cada 48 horas.
El canibalismo, como
consecuencia del hambre en los penales, es un delito de lesa humanidad y el
Estado está en la obligación de investigar y frenar esta dantesca situación.
Como constantemente denunciamos desde el Observatorio Venezolano de Prisiones
(OVP), la hambruna en las cárceles es solo un detonante más para una realidad
que se convirtió en una bomba de tiempo, es por esto que me pregunto ¿Cuántos
presos deben morir para que el Gobierno tome cartas en el asunto?
14-12-16
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