Por Luisa Pernalete
Querido Niño Jesús:
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Creo que este año eres Tú
quien debes de mandarnos una carta a los venezolanos. Has dado mucho a
Venezuela, sólo con el Orinoco y el Caroní cualquier otro país hubiese tenido
para que los niños y niñas de aquí no pasaran tanto trabajo.
Yo voy a contarte algunas
historias que me arrugan el corazón y luego te daré de regalo otras que me
hacen repetir esa frase de Benjamín González Buelta, s.j., -Tú lo conoces-
que la utopía está en lo germinal.
Escucha esta, te va a poner
a llorar como a mí, cada vez que la recuerdo. En una escuela de Ciudad
Bolívar. No es nuestra, pero para mí es igual, ya sabes, quien tiene
un alumno tiene todos los alumnos del mundo, parafraseando Andrés Eloy. En el
segundo grado se perdió una arepa. La maestra hizo su reflexión: “Eso
no se hace, no se agarra lo que no es de uno” etc., etc. Al final los pequeños
salieron al receso, y un niño, llorando, se acercó a la maestra y le dijo:
“¡Fui yo maestra! Yo agarré la arepa, tenía mucha hambre. Me comí una parte y
la otra mitad se la llevaba a mi hermanito menor, está en la casa, no comemos
desde ayer”.
¿No es para llorar? Es un
triple drama: el niño con hambre, cargando con el hambre de su hermanito; tomar
la arepa de un compañerito y atreverse a confesar. Imagino la escena y los
ojos vuelven a humedecerse, junto a la rabia sana que me entra,
porque impulsa la convicción de la urgencia en la lucha por los derechos de
niñas, niños y adolescentes. ¡Eso está pasando en Venezuela!
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Sigo con historias del
estado Bolívar, ese al que Tú dotaste con todo: oro, hierro, diamante, bauxita,
ríos inmensos. En un barrio de Puerto Ordaz, la antes ciudad de pleno empleo,
varios alumnos de una escuela convulsionan y no encuentran medicamentos. ¿Qué
puede hacer la directora Ana? Sufre, corre, sabe que una niña en una semana
convulsionó dos veces. ¡Terrible! ¿Y sabes que la gente de Cáritas de Chile se
solidarizó con nosotros y mandó medicinas a Cáritas Venezuela, pero el gobierno
dice que las mismas fueron abandonadas y se las quedó? Seguro que
esto ya llegó al cielo, en un clamor, pero yo lo repito porque no se me olvida.
Es más, hay organizaciones que tienen cómo traer donaciones, pero los
funcionarios dicen que “aquí no se aceptan donaciones”. Sé que cuesta creerlo,
pero es así.
Y ahora una para que te
animes. ¿Te acuerdas de la maestra Petra? Sí, esa que trabaja con nosotros en
Ciudad Guayana. Cuando dio a luz a su segunda hija, su hermana recibió en
adopción un pequeñito prematuro, abandonado en el hospital, con pocas
posibilidades de vida, pero la hermana de Petra, que no podía tener hijos,
pidió al niño. Solventando muchas trabas oficiales -trabas que tampoco entiendo-
se lo entregaron.
La visitaban a cada rato de
un organismo oficial a ver si la señora podía dar vida al chico casi moribundo.
Petra se ofreció para amamantarlo, pues con las fórmulas industriales no se
reponía y el caso era delicado. Por un año, Petra dio su leche al niño y
milagrosamente el pequeño fue ganando peso y se salvó, para alegría de ambas
familias. ¿No es una historia como para una película? ¡Y Petra lo cuenta tan
bonito! La escuché e inmediatamente me dije: “Esto tiene que saberse”. Dios
bendiga a Petra y a su hermana. Me acordé de la maestra Teresa, esa que vivió
en Bachaquero, que adoptó a Pablito -también abandonado- ¡Ya es abuela!, y ella
sigue ahijando niños y niñas ahora en el oeste de Maracaibo.
Tengo más historias Niño
Jesús, pero tengo que ir a componer estrofas para los aguinaldos que te van a
cantar en las escuelas las Madres Promotoras de Paz y los maestros, héroes
anónimos, que insisten en dar vida en sus aulas a pesar de las veces que muchos
han sido atracados yendo a su trabajo.
Saludos a María y a José.
Luisa
07-12-16
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