Luis Manuel Esculpí 20 de diciembre de 2016
Atendiendo
a la tradición de estos días y por ser este el último artículo de este año,
pensaba no referirme al colosal despelote provocado por el gobierno. Resulta
prácticamente imposible no hacerlo, se especuló en los espacios más disímiles
sobre la absurda medida de recoger los billetes de máxima denominación,
señalando que ella obedecía a una supuesta y enigmática estrategia
gubernamental.
El
propio presidente se encargó de desmentir esa elucubración al pretender recoger
el cincuenta por ciento del papel moneda -que representa en valor el 70% del
círculante- en apenas un lapso de setenta y dos horas.
La
irracionalidad de la medida es aún mayor cuando se adoptó sin poner en
circulación los nuevos billetes, luego los diez días anunciados para cambiar en
el Banco Central los redujo a cinco, es más no se habían cumplido cuando
deciden de nuevo validar la circulación de los billetes de cien hasta el dos de
enero. Las idas y venidas demuestran la irresponsabilidad e improvisación del
gobierno, no hay explicación válida para medida tan descabellada.
Si es
verdad que actuando en medio del caos, se sienten en su ambiente natural,
también es cierto, que la protesta en diversas regiones del país los tomó por
sorpresa, los agarró desprevenidos y los obligó a retroceder.
Los
sucesos en la capital del estado Bolívar -se iniciaron protestando justamente-
por la grave situación creada por la escasez de efectivo y el colapso del
sistema de pago, derivaron, lamentablemente, en actos vandálicos.
Versiones
señalan entre sus protagonistas a las mafias y los Pranes que actúan
impunemente en ese estado. La irresponsabilidad del Gobernador Francisco Rangel
Gómez, se puso de manifiesto -una vez más- al ausentarse de la escena durante
dos días, para reaparecer la tormentosa noche del domingo, declarando que la
situación en Ciudad Bolívar era “normal”. Más de trescientos cincuenta
establecimientos comerciales fueron saqueados y en la ciudad sus habitantes
vivieron horas en medio de la angustia y el horror provocados por la anarquía
que allí reinó.
El
cerco comunicacional también se evidenció nuevamente, los medios de
comunicación no reflejaron la grave situación que sucedía en Bolívar, operó la
censura y la autocensura, fue a través de las redes sociales -principalmente-
que la opinión pública se enteró de lo que acontecía en el sur del país.
La
conducta reiterada de Maduro evidencia no sólo irresponsabilidad e
improvisación, es además manifiesta su incapacidad para gobernar el país en la
peor crisis conocida por la Venezuela contemporánea, de allí la urgencia y
necesidad del cambio político. El costo económico, social, humano e
institucional que pagaría el país de continuar un par de años más Nicolas al
frente del gobierno, dejaría secuelas nefastas para el porvenir.
Ratificando
el planteamiento estratégico de las fuerzas democráticas de transitar una senda
constitucional, pacífica y democrática para alcanzar el cambio político -tal
como escribimos en anterior artículo- la crisis nos exige la búsqueda de
alternativas para la transformar el actual estado de cosas, sin resignarnos a
soportarlo por un bienio más. Ello supone actuar con desprendimiento, sentido
de grandeza, imaginación y creatividad. Resulta imprescindible recomponer la
unidad con sentido de amplitud y relanzar su plataforma. Estos días son
propicios para la reflexión y el diseño de políticas en esa dirección.
Finalmente
aspiramos que el próximo año -para que sea efectivamente promisor- cumplamos
con esos objetivos sublimes, nuestro sincero agradecimiento a los pacientes
lectores de esta columna de los martes y cordiales deseos para que todos
pasemos la Navidad lo mejor posible…a pesar de todo.
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