Por José Vicente Carrasquero
Aquel día que Hugo Chávez se
despidió definitivamente de Venezuela, apareció flanqueado por dos delfines. Un
civil que venía ocupando cargos en su gobierno durante los últimos años y un
golpista frustrado sin compromiso alguno con los principios de la democracia.
Aprovechaba el caudillo su última perorata para pedir el voto por Nicolás
Maduro. Cabello asistía impertérrito a un evento que lo borraba, al menos en
ese momento, de la línea de sucesión.
Fue una de esas pocas veces
que vi a Hugo en vivo. Debo admitir que no disfrutaba de su discurso
hiperbólico y grandilocuente cargado de inexactitudes y rebosante de mentiras.
Ese día pude confirmar mi hipótesis. Chávez tenía a su lado personajes grises
que se debían distinguir por dos elementos, su obsecuencia con él y por su
cortedad intelectual. Prueba de ello eran esos dos indiviudos que en su
ausencia quedaban al mando del proyecto de dominación que se adelanta en el
país.
Como siempre, asesorados por
la quincalla cubana, los dos individuos desde sus posiciones de poder se
dedicaron a instaurar en Venezuela una morisqueta de gobierno. Una especie de
administración cuyo objetivo era lograr mantener al chavismo en el poder. Como
manda la receta castrista, lo primero que hicieron fue vestirse con los ropajes
de ser hijos y herederos del comandante. Incluso llegó Maduro a tratar de
inventarse una conexión espiritual según la cual el difunto se le aparecía a
cada momento de diversas formas para recordarle que la lucha seguía y toda esa
monserga con la que llena su vacuo discurso.
Es así como desde 2013,
Venezuela sufre un gobierno que no gobierna. Una administración que
sistemáticamente se ha negado a tomar las medidas que debió haber puesto en
práctica para evitar la tragedia que actualmente vivimos los venezolanos.
Ya en esos tiempos se
anunciaba el fin del súper ciclo de las materias primas. Era cantado que el
precio del petróleo se iba a derrumbar. Era más que necesario evitar que la
inacción provocara el colapso de la economía. Las acciones que se debieron
tomar fueron suplantadas por mentiras y anuncios que no se cumplieron.
Maduro, en su limitada
capacidad intelectual, no ha sido capaz de armar un gabinete que esté a la
altura de las necesidades del país. Por el contrario, se ha rodeado de
mediocres a quienes como único requisito se les pide estar dispuestos a mentir
y hablar de proyectos o situaciones inexistentes.
Lo económico clama ante los
ojos de Dios. Maduro se consiguió a un asesor económico español, de Podemos.
Tuve la oportunidad de leer la tesis de doctorado de este señor y puedo decir
que con seguridad la misma no hubiese sido aprobada en una de nuestras
universidades con programa de quinto nivel en economía. Serrano Mancilla, el
cristo de la economía según el propio Maduro, ha insistido en que se mantenga
el control de cambio. En que se mantenga el cono monetario. Fue el que le
enseñó a su alumno que fue ministro de economía por un día que la inflación no
existía. El asesor español es de los que piensa que la economía es como un
mecanismo que se diseña a la medida del gobierno de turno.
He ahí nuestra desdicha. Un
ignorante de la economía, Maduro, se busca a un teórico sin mucha experiencia práctica
y comienzan a experimentar y a tomar decisiones que han venido afectando y
empobreciendo al pueblo venezolano.
Lo de los billetes de cien
es una verdadera morisqueta. Contrario a lo que opinan muchos analistas, este
fue un experimento que le salió muy mal a Maduro. Una letal combinación de
improvisación e ignorancia le llevó a tomar una medida cuyos resultados no supo
anticipar. Esto no tuvo nada de calculado. Fue una metida de pata clásica de un
gobernante sin la capacidad de evaluar una acción a tomar y comprender los
efectos que la misma pudiera tener sobre la población.
Para quienes sigan pensando
en las teorías de la conspiración les dejo dos pruebas de la poquedad mental de
este gobierno. La primera la protagoniza Reverol. Me consta que algunos
generales se molestan cuando les pregunto cómo hizo ese señor para llegar al
mismo grado de ellos. El que finge ser (finge, no funge) ministro de interior
dio una explicación que justificaba la medida tomada con el billete de 100 que
pudiera formar parte del libreto de una entrega de Locademia de Policía. Una
historieta absolutamente inverosímil. ¿Cómo es que alguien va a pagar un dólar
y pico por un billete si puede comprar diez por un dólar? Eso con el precio a
mil. Las mentiras buscan tapar la morisqueta que es este gobierno. No puedo
creer que no sepan que las transacciones de compra de dólares son en un 99%
hechas por transferencia. Allá los que quieran seguir creyendo en los planes
perfectamente diseñados por esta manga de incapaces.
Ante el desastre que se armó
en Venezuela por la medida de recoger en un plazo demasiado corto los billetes
de 100, Maduro se vio en la necesidad de recular. No tenía los billetes nuevos
a disposición para tapar el hueco que generó en el día a día del venezolano y
mucha gente manifestó su inconformidad con protestas y los condenables saqueos.
Sin embargo, siguen muchos
desde la oposición alabando al gobierno cuando dicen que Maduro hizo todo eso
bajo un plan perfectamente diseñado. Me permito decirles categóricamente: están
equivocados. Lo que estamos viendo son las acciones de un gobierno de mentira.
Un gobierno preocupado por
una agenda de asuntos totalmente distinta de la que le importa a los
venezolanos. Un gobierno que no tiene idea de cómo superar esta crisis. Un
gobierno que solo sale hilar una sarta de sandeces para hacer creer a gente con
mentalidad infantil que somos víctimas de una conspiración galáctica.
Las energías hay que usarlas
para condenar a Maduro y su gobierno morisqueta y exigirle que le devuelva al
pueblo la capacidad de elegir un nuevo presidente.
20-12-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico