Por Froilán Barrios
A finales del siglo XX y
principios del siglo XXI numerosos debates impactaron en el contexto de la
globalización a la academia universitaria, expertos industriólogos, el
sindicalismo, en torno al futuro del trabajo, ante el surgimiento de la
robótica, la microelectrónica, el toyotismo y el creciente desempleo universal,
temas todos abordados en los reconocidos ensayos de Ricardo Antunes (1995) y
Viviane Forrester (1999), donde se analizaban la metamorfosis del trabajo, del
fordismo, el taylorismo a la automatización característica actual, que traduce
en el caso de las sociedades escandinavas la proyección de semanas laborales de
20 horas por los altos niveles de productividad y de bienestar.
Si nos trasladamos a nuestro
país el “bye bye trabajo” tiene otra significación y otro contexto, ya que
presenciamos el apocalipsis y desaparición de millones de empleos estables, por
la desquiciada política de Estado de convertir la más importante actividad
humana en cualquier sociedad del planeta en una ficha de manipulación y de
control de la población venezolana.
Si hoy en 2017 el mundo entero
está impactado junto a nosotros por la muerte de casi medio centenar de
jóvenes, quienes han decidido inmolarse como Jan Palach, estudiante
checoslovaco lo hiciera ante la invasión soviética a su país en enero de 1969,
hoy el crimen que se comete contra toda una sociedad, al envilecer y prostituir
el trabajo como medio de vida y de desarrollo humano, se convertirá en el peor
delito que se haya cometido en la historia del continente contra un pueblo.
Cuando se han masacrado más de
150.000 empleos directos e indirectos al retirarse de la CAN, las
estatizaciones salvajes de empresas hoy todas inactivas, los 20.000
trabajadores de Pdvsa 2002-2003, la partida de las ensambladoras automotrices,
autopartes, generadoras de 100.000 empleos, de empresas manufactureras de todo
género, igualmente al pulverizar empleos en nombre de populistas aumentos
salariales inconsultos, condenando a la pérdida de más de 1 millón de empleos
en las pymes, al destinar al comercio, panaderías por no existir harina
suficiente a la extinción, finalmente somos impactados por un apocalipsis del
trabajo que afecta la condición humana con la precarización acelerada del
salario y poder adquisitivo. Lo que ha generado la diáspora de 2.500.000
venezolanos.
En el sector público el
impacto es brutal, al imponer como condicionante el carnet de la patria y el
acceso a los planes de abastecimiento CLAP, para poder comer ante un salario
hecho polvo cósmico por la inflación, y de paso la obligatoria asistencia a las
marchas de zombis, en la que se han convertido los actos oficialistas en
defensa de la dictadura.
La barbarie oficialista se
plasma en el actual contrato colectivo marco del sector público firmado por
sindicalistas serviles, donde la ideología es la que priva y no la mejora de la
condición económica, al obligarse a integrar las milicias obreras para defender
una patria, al servicio del caudillo dictador, que prefigura, de implantarse la
fraudulenta constituyente comunal, la desaparición definitiva del trabajo digno
y autónomo consagrado en la actual Constitución por la implantación del trabajo
esclavo atado miserablemente a los designios del Estado usurpador de nuestras
conquistas democráticas.
17-05-17
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