Por Piero Trepiccione
Con mucha frecuencia tengo la
oportunidad de conversar con jóvenes de distintos lugares de Venezuela. Estudiantes universitarios,
de educación media, trabajadores, desempleados, de sectores populares, de clase
media, en fin, de diversas características y perfiles. Sin duda es una
experiencia extremadamente interesante que me sirve para indagar y conocer de
primera mano, cuáles son sus inquietudes, esperanzas y estado de ánimo frente a
la coyuntura actual.
La primera impresión que
recojo de ellos es que Venezuela tiene una generación de relevo maravillosa.
La primera impresión que
recojo de ellos es que Venezuela tiene una generación de relevo
maravillosa. Más allá de las circunstancias difíciles por las que están
atravesando y que a muchos de ellos los ha obligado dejar la tierra de sus
padres, noto una capacidad de interpretar las cosas y una irreverencia como
no tuvimos las anteriores generaciones. Su capacidad de análisis es
impresionante, soportada sobre un nivel de conocimiento
extraordinario que tienen acerca del entorno en el que se desenvuelven.
Quedo atónito generalmente cuando les escucho manejar herramientas
teóricas y conceptuales con mucha propiedad y seguridad en relación a la
situación particular que vive el país. Es una generación brillante golpeada por
una severa crisis económica sin precedentes y que está tratando de tomar la
sartén por el mango para hacerse responsable de su propio destino, muy
diferente al que están viviendo.
Pero por sobre todas las cosas
les indico la relación intrínseca que cada ciudadano tiene en el marco de la
política con su individualidad.
En mis conversaciones con los
jóvenes siempre les traigo a colación el fenómeno de
la “antipolítica” que caracterizó al país durante las décadas de los
ochenta y noventa. Les hablo acerca del repudio generalizado hacia la política
que se sembró en Venezuela por más de veinte años, cuyas consecuencias son
precisamente las que estamos padeciendo en la actualidad. Les comparto siempre
la noción de política asociada al orden, las instituciones, la
sociedad jurídicamente organizada en un Estado del cual todos somos
partícipes. Pero por sobre todas las cosas les indico la relación
intrínseca que cada ciudadano tiene en el marco de la política con
su individualidad. Les recalco que cuando alguien dice “no soy
político ni me gusta la política” es una frase usada incorrectamente y además
imposible de aplicar. Nadie que haya nacido en un Estado puede
marginarse de la política porque es parte de la misma arquitectura
institucional que organiza la convivencia humana.
Me resulta sumamente agradable
cuando -al escuchar estas explicaciones- los jóvenes de Venezuela clara y
abiertamente expresan sus opiniones sobre el orden actual del gobierno, el
rol de las fuerzas armadas, el funcionamiento de las instituciones
educativas del país, el actual estatus económico de la nación e inclusive,
hasta de política internacional y organizaciones hemisféricas. Y lo
hacen con criterios, con conocimiento de causa, con herramientas comparativas
que les permiten tener una visión amplia de sus pareceres y poder asegurarse un
perfil de abordaje del actual entorno hostil al que están sometidos.
Debo confesar que cada vez que
salgo de estos innumerables encuentros con jóvenes, me lleno de optimismo. La
antipolítica está siendo derrotada con creces
Debo confesar que cada vez que
salgo de estos innumerables encuentros con jóvenes, me lleno de optimismo. La
antipolítica está siendo derrotada con creces en la Venezuela del
presente. Estos muchachos saben muy bien la importancia de involucrarse en
los asuntos públicos y ejercer la corresponsabilidad como ciudadanos que
son. Lamentablemente ese ímpetu glorioso de participación protagónica está
tratando de ser execrado del país con la propuesta constituyente más
antidemocrática que hayamos conocido en la historia republicana de Venezuela.
Una constituyente que aparece de la nada para negar los derechos democráticos
que tiene toda la población venezolana y que, además, ni siquiera es la
herramienta que necesita el país para resolver la difícil situación
económica que es la prioridad absoluta en estos momentos.
No obstante, es el mayor
desafío para probar el talante democrático de nuestra sociedad y las
lecciones aprendidas en el marco de la antipolítica. Nuestros jóvenes tendrán
que demostrar ahora, con la propuesta constituyente sectorizada que ha
presentado a la nación el presidente Nicolás Maduro Moros, qué tanto
son políticos y manejan adecuadamente las categorías de análisis de la política
y que tan organizados con sentido estratégico pueden estar.
A mí en lo particular no me
cabe ninguna duda. Nuestros muchachos se la están jugando con mucha firmeza y
más importante aún, con claridad meridiana. Esta generación de jóvenes
venezolanos, así como la que surgió en 2007, va a tener enormes
responsabilidades en la agenda pública venezolana en -al menos- los próximos
cincuenta años. Los verdaderos herederos de la generación del
28 están apareciendo hoy en cada rincón del país. Que orgullo para mí ser
testigo de excepción de esta fenomenología.
21-05-17
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