Por Simón García
Estamos frente a la aplicación
violenta y desesperada de un plan para instaurar, en ruptura definitiva con la
Constitución y la democracia, un sistema totalitario similar al de Cuba.
La primera fase de esa
estrategia se agotó. El gobierno no puede satisfacer las necesidades de los
sectores populares y la única respuesta a sus demandas es la represión.
En esta primera fase tuvo
varios éxitos: 1. Ilusionar y controlar a la mayoría de la población, 2. Ganar,
uno tras otro, frecuentes eventos electorales y usar esos triunfos para
extender y afianzar su dominación, 3. Crear la sensación de una redistribución
más justa de la renta, con programas sociales vitrina debido a la
multiplicación del precio del petróleo, 4. Difundir una cultura de
empoderamiento simbólico de los pobres contra los ricos, 5. Satanizar a la
oposición e inducirla a la polarización, 6. Debilitar a las organizaciones
sociales y de los trabajadores, fomentando un aparato paralelo, 7. La hazaña,
inédita en la experiencia de la izquierda mundial de lograr colonizar y
apoderarse pacíficamente, desde el Gobierno, a todos los poderes públicos y a
las FAN.
Pero, la invasión del Estado
para controlar todo el cuerpo social se encontró con varios escollos. Surgieron
varias oposiciones. La primera, desde los partidos democráticos aún en medio de
sus deficiencias y nadando contra la corriente. El movimiento estudiantil que
desde las Universidades ha producido buena parte de los dirigentes de la
oposición del asfalto. Los residuos en ciertos nichos de profesionales, en
movimientos sociales, dirigentes de comunidades y ciudadanos comunes. Los
empresarios actuaron con cautela, esquilmados por el fatal desempeño de sus representantes
en el fracaso del golpe del 2002. Y finalmente la de sacerdotes, monjas,
obispos, cardenales y movimientos laicos que forman a la iglesia católica de
Venezuela.
Hoy el no del país a Maduro es
tan rotundo que lo obliga a romper con la mejor constitución del mundo, el más
preciado legado de Chávez y maniobrar para constitucionalizar su golpe y
perpetuar a la maraña de intereses económicos ilegales que asaltó al Estado
para obtener impunidad. Lo de la revolución es ya un escuálido pretexto.
Maduro no tiene escapatoria.
Ni ninguno de los responsables por crímenes de lesa humanidad y lesa patria.
Pero sus seguidores que aun hoy lo apoyan por convicciones y ajenos a delitos,
tienen una responsabilidad y un lugar para participar en la creación de un nuevo
país, donde podamos convivir pensando distinto. Es importante iniciar estos
encuentros antes de una precipitación del fin del plan totalitario.
Hemos pasado de una
confrontación entre oposición y gobierno a un enfrentamiento entre una nación y
una cúpula que usa la crisis para aumentar sus privilegios y enriquecimientos
personales.
La MUD pasó a ser de
plataforma opositora a eje de una amplia y determinante resistencia general de
la sociedad a una dictadura. Una sociedad cuyo costo de abandonar la protesta
es infinito.
18-05-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico