Gonzalo González 04 de octubre de 2018
Semana
horrenda para el régimen. Su aislamiento internacional sufrió una escalada de
tal magnitud que puede reseñarse cómo un verdadero cambio de calidad en ese
ámbito. Esos notorios avances son insuficientes si no van acompañados de una
intensa presión interna, de una movilización nacional unitaria político-social
expresión cabal del deseo de cambio que anida en la sociedad.
El
asunto es que para que sea posible esa presión interna es necesaria la
existencia de una conducción política unitaria, de una política y una
estrategia para enfrentar a la dictadura. Y por ahora, la actual dirigencia
democrática no parece tener la voluntad política para construir los acuerdos
necesarios en esa dirección. Estamos en presencia de una crisis de
representatividad de la dirigencia democrática y en ausencia de una alternativa
que capitalice el deseo y la necesidad de cambio que anida en más del 80% de la
sociedad.
Es
difícil aceptar que el vacío de conducción política perdure, los mismos en
política suelen no sostenerse; además la crisis y el rechazo nacional al
régimen demandan una alternativa de poder
Hay
señales de que se puede estar gestando una nueva conducción política capaz de
llenar la ausencia a la cual nos referimos. La interrogante es de dónde
provendrá la misma. Asunto al cual trataremos a continuación de responder sin
pretender ser exhaustivos en nuestras consideraciones (la necesaria brevedad de
un artículo no lo permite) y acotando que las hipótesis a desarrollar no son
excluyentes entre ellas más bien pueden resultar convergentes.
De los
partidos democráticos, en sectores juveniles de los mismos hay una preocupación
por la falta de orientación política y resienten también la ausencia de una
amplia convergencia democrática para enfrentar al oficialismo en las nuevas
condiciones planteadas. De hecho algunos sectores juveniles han venido
coincidiendo en acciones políticas concertadas. Algo parecido ocurrió en la
lucha contra Pérez Jiménez, ante la ausencia de acuerdo entre los principales
dirigentes, los nuevos cuadros facilitaron por la base y en la acción acuerdos
unitarios.
En el
país se está escenificando una creciente conflictividad social que agrupa y
moviliza diversos sectores sociales y a muchas causas y reivindicaciones. Esa
conflictividad y su articulación van a escalar y a politizarse porque no hay
propósito de rectificación y enmienda de parte del oficialismo. Ese movimiento
está generando un liderazgo que tendera a convertirse en nacional.
En el
propio chavismo el descontento y la disidencia vienen aumentando por variadas
razones que van desde el temor a la irrelevancia política, la destrucción de la
marca Chávez, la convicción de que la ingobernabilidad es un escenario cada vez
más probable y porque se sienten también afectados por la crisis
socio-económica y sus efectos. Ese descontento con el Gobierno y su gestión se
está materializando en disidencia organizada.
Recientes
anuncios provenientes de fuentes gubernamentales reseñan la detención de
numerosos oficiales de la FAN acusados de conspirar contra el Gobierno, esas
informaciones demuestran que hay descontento en el sector castrense y no podía
ser otra manera. Los militares y su entorno no son ajenos a la situación país
ni inmunes a los efectos de la crisis. También perciben la proximidad de una
situación de ingobernabilidad, son cada vez más conscientes de que el Gobierno
no defiende los reales intereses nacionales, que los costos pretorianismo son
cada vez más altos para la institución, que el cierre de las vías
institucionales acerca las posibilidades de una guerra civil y las amenazas de
una (por ahora, improbable) intervención extranjera tiene que preocuparles.
Como se ve hay suficientes motivos para que haya descontento en la FAN. ¿Cómo
se va expresar y materializar el mismo? Es una interrogante de primer orden.
Gonzalo
González
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