Opus Dei 04 de septiembre de 2021
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Comentario
del domingo de la 23° semana del tiempo ordinario (Ciclo B). "Y mirando al
cielo, suspiró y le dijo: “Effeta” (esto es, “Ábrete”)". Ante las personas
que sufren, la respuesta de Jesús es una mirada misericordiosa. Imitemos su
mirada con las personas que están a nuestro alrededor.
Evangelio
(Mc 7,31-37)
En
aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que,
además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo
de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó
la lengua.
Y
mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effeta” (esto es, “Ábrete”) Y al momento
se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba
correctamente.
Él les
mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían “Todo lo ha
hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”
Comentario
En el
Evangelio de hoy, meditamos sobre la mirada misericordiosa de Jesús y sobre su
influencia en nuestra propia vida.
La
primera lectura del domingo es del libro de Isaías. En el texto se dice “Sed
fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Viene en persona y os salva…
entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se
abrirán… porque han brotado aguas en el desierto (Is 35, 4-7).
Estas
palabras de la Escritura se cumplen en plenitud con Jesús. Él es quien cumple
lo anunciado, de Él hablaron los profetas, es Él quien hace oír a los sordos y
ver a los ciegos.
En
nuestra vida, Jesús también hace milagros. Muchas veces, no serán milagros
exteriores sino interiores. Hoy día, sigue actuando en el interior de cada
persona. Algunos ejemplos: nos hace tomar conciencia de nuestra vida como un
don de Dios; nos hace percibir la grandeza de sabernos perdonados por Dios de
nuestros pecados; nos entrega una gracia para darnos cuenta de la presencia
real de Jesús en la Eucaristía. Dios está siempre actuando en las personas.
Meditemos
un momento sobre cómo Jesús acude en ayuda de las personas necesitadas. Esto lo
perciben los que están a su alrededor cuando exclaman asombrados “todo lo ha
hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Jesús
siempre mira con misericordia al que lo necesita. Jesús mira con amor a toda
persona que sufre: el que no entiende una circunstancia de su vida, el que
sufre por algo que le parece una injusticia, el que se siente desolado por el
devenir de su vida, etc… A las personas que sufren, la respuesta de Dios es una
mirada misericordiosa. Nos dice “Effeta”, es decir “Ábrete”. Ábrete al amor de
Dios, ábrete a su perdón, ábrete a su acción amorosa.
A san
Josemaría le gustaba considerar como todas las maravillas del mundo no son nada
si se comparan con el amor de Dios: "¿No seremos nosotros capaces de
removernos ante ese inmenso amor de Dios?”
Dios
realiza grandes cosas en nuestra vida. Los que son curados en el pasaje del
Evangelio que desoyen la petición de Dios de no difundirlo se dan perfecta
cuenta de esto. En cambio nosotros podemos no darnos cuenta de las grandes
maravillas del amor de Dios en nuestra vida.
Procuremos
imitar esta actitud misericordiosa de Jesús, esta actitud para ayudar a todas
las personas necesitadas. El Papa Francisco lo denomina “la cultura del
encuentro”. Salir al encuentro de las necesidades de los demás, escuchar al que
lo necesita, acompañar al que está solo.
El
principal obstáculo es nuestro propio egoísmo, mirarnos a nosotros mismos y no
percibir las necesidades de los demás. Por eso, no debemos excluir a nadie, no
debemos juzgar a nadie. Que no tengamos prejuicios sobre los demás, porque se
perjudica y se excluye al prójimo.
Pidamos
al Señor tener su mirada misericordiosa para poder ayudar siempre a las
personas necesitadas que tenemos a nuestro alrededor.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/evangelio-vigesimotercer-domingo-ordinario-ciclo-b/
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