SEBASTIÁN DE LA NUEZ 01/03/2013
A
propósito de un artículo aparecido en El País, una teoría acerca del
"chavismo que llegó para quedarse". Una novela de David Alizo se ha
reeditado y es hora de que todo el mundo la lea porque es muy buena
El artículo del ex guerrillero
salvadoreño Joaquín Villalobos en el diario El País, publicado hace pocos días,
es tremendo. Tremendo en todo el sentido de la palabra: es contundente,
lapidario e impresionante porque parece que tuviera en sus líneas la verdad y
nada más que la verdad. Se refiere a la actual crisis política venezolana.
Dice que es un error sobrevaluar los
conflictos de poder que la transición traerá al interior del Partido Socialista
Unificado de Venezuela. Dice que es más frágil la unidad de los opositores sin
poder que la de los chavistas con el poder.
Dice que, al igual que la cólera de
los cubanos radicados en Florida regaló más de medio siglo de vida política a
Fidel Castro, la fortaleza del fenómeno político encarnado en Chávez es
consecuencia de los errores de la oposición. Agrega un ejercicio adivinatorio:
la muerte del caudillo fortalecerá al movimiento y al régimen. Que quizás
Chávez pase a una categoría mitológica parecida a la del Che Guevara. A lo
mejor. "No existe en la izquierda un santo que haya repartido tantos
cheques a tantos. Su muerte temprana lo hará sobrevivir a las consecuencias de
su ineficiente Gobierno", declara, y es lo único malo que parece aceptarle
al gobierno chavista: ineficiencia.
Dice el buenazo de Villalobos que es
un error sobrevaluar los conflictos de poder que la transición traerá al
interior del PSUV. Concluye que la revolución bolivariana no tiene futuro, pero
el chavismo, ay, ese sí llegó para quedarse.
El chileno Fernando Mires ya le
contestó en su habitual artículo vía internet, pero en todo caso es
recomendable que todos en la oposición lean este texto de Villalobos para que
conozcan el lado teórico de la inercia objetiva. Pues eso es, a fin de cuentas,
el artículo de Villalobos: delata el candor de una mirada extranjera,
descolocada; un objetivismo que encierra, al final del túnel, admiración
pasmada por este proceso y este líder. Villalobos es un tontuelo que escribe
bien.
Hace años, quien fuera jefe de los
servicios informativos de la radiotelevisión española durante el felipismo, me
dijo que estaba muy bien que tuviéramos un Chávez en Venezuela, que era
necesario para reivindicar no sé qué cosas del pueblo, y que si patatín, y que
si patatán.
Igual me dijo la escritora Rosa
Montero. Que bien se merecía la oligarquía venezolana a un Chávez. Los
españoles socialistas son unos perdedores de un tiempo a esta parte, y la clase
política española en general es corrupta y estúpida. Chávez ha debido suceder a
Franco por un ratico aunque fuera, a ver si iban a pensar igual.
Villalobos, al parecer, no se ha
paseado últimamente por las calles del 23 de Enero. Debería hacerlo. No conoce
al pueblo venezolano; se guía por generalidades, por sus verdades aprendidas en
otros contextos. No entiende. El chavismo y sus iconos pasarán al olvido luego
de que se derrumbe este gobierno, sea cuando sea.
El pueblo adeco que ha apoyado a
Chávez volverá a ser adeco o adherirá a cualquiera de los setenta partidos a
los que se refiere Villalobos para denunciar atomización de la oposición. Bien
bueno que haya setenta partidos, por cierto: ojalá haya más. El chavismo está
destinado a languidecer en cualquier cloaca junto a los afiches "Corazón
de tu patria".
UN VERDADERO NARRADOR
La profesora Cesia Hirshbein es la viuda del escritor David Alizo, y ella invitó hace poco más de una semana a la celebración de la reedición de la novela Nunca más Lili Marleen (Ediciones B Venezuela, 2012). Hay un narrador en Alizo que atrapa con la historia que arranca en la Mesa de Esnujaque, en Trujillo. Se centra la historia en un alemán nazi que llega al país tras la Segunda Guerra Mundial, huyendo de los juicios de Nuremberg. Hay reseñas suficientes de este libro en Internet.
En todo caso, lo mejor del encuentro
(que tuvo lugar en la Confraternidad hebrea de la Novena Transversal de
Altamira) fue escuchar a quienes fueron amigos de Alizo contando cosas: Rodolfo
Izaguirre, Ildemaro Torres, Alfonso Montilla. Son parte de una generación
genial, espléndida, entrañable.
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