Escrito por ELIZABETH BURGOS el Mar 1st, 2013
El género del “performance” o
“happening” utiliza un escenario teatral con personas que parecen improvisar
gestos extremos, destinados a provocar asombro e involucrar emocionalmente a la
audiencia. Funcionan como una inducción psicológica hacia situaciones ficticias
de alto suspenso, y logran que sean percibidas como reales.
No se puede negar que Venezuela se ha
convertido en la sede por excelencia de una forma de expresión plástica,
la performance, que desde mediados del siglo XX fue instaurada por numerosos
creadores como medio escénico. A la luz de la forma adoptada por lo que, a
falta de definición apropiada, continuamos en llamar Estado, el performance ha
sido utilizado por el gobierno venezolano como modo de expresión permanente y
en ello consiste su papel, puesto que la toma de decisiones se ejerce desde La
Habana.
El primer acto de la presentación de
la trama teatral que vive hoy la ciudadanía, fue el sorpresivo anuncio del
teniente-coronel Hugo Chávez de su viaje a Cuba a someterse a una nueva
operación quirúrgica, pues, pese a la afirmación pre-electoral de haber recobrado
la salud, reveló que el mal seguía carcomiendo su cuerpo.
El anuncio fue hecho durante una
escena digna del mejor melodrama, maravillosamente actuado. Escena que
correspondió a un momento de inflexión en que se operó el paso del Estado
inspirado en Radio Rochela, al Estado del performance. El Estado Radio Rochela
tenía un actor presente en cuerpo y palabra. Al convertirse en un cuerpo
ausente y de voz enmudecida, se recurrió al performance cuya representación
quedó a cargo del país en su totalidad, con la participación de actores allende
los mares.
La originalidad del caso venezolano,
es que el cuerpo principal del performance, el del Presidente, actúa bajo la
forma de una presencia ausente que se encarnó en sus seguidores, en una
operación de trasmutación colectiva similar a las experiencias que datan del
medioevo, desaparecida desde que se impuso el pensamiento científico. Así es
como fuimos testigos de ceremonias, misas y rituales arcaicos al grito de
“Todos somos Chávez”, desde Nueva York, La Habana, Bolivia y por supuesto, el
inmenso escenario que representa el territorio venezolano. Pudimos ver actos
inéditos, como el de la celebración de una misa en La Habana con asistencia de
altos jerarcas y alta oficialidad. Inéditos, porque la práctica religiosa
estuvo rigurosamente prohibida a los miembros del estamento militar cubano,
pero el petróleo bien vale una misa.
El performance tiene la característica
de ser un acto efímero en el que el espacio, el tiempo y el cuerpo constituyen
el material de base y se práctica mediante una puesta en escena, en la que el
cuerpo del artista tiene el papel principal, – en el caso venezolano el cuerpo
está ausente como materialidad, pero presente de manera masiva gracias a la
manipulación que ejerce el gran profesional en la materia desde La Habana.
Existen actuaciones de performance en las que el artista se hiere para
extraerse sangre; se la puede beber o la puede echar en un sartén caliente o la
ingiere como un alimento cualquiera. No es de descartar que en el escenario
venezolano se llegue a ese extremo. Tampoco es de descartar la escenificación
de próximas actuaciones, inéditas, destinadas a conmover una población
amaestrada para vivir en estado de emoción o de histeria inducida. Aunque ya se
han dado casos extremos de performance a los que nunca han llegado los mejores
profesionales del arte, como el del hombre que asesinó a su madre de 80 años, a
manera de ritual para implorar por la sanación de Chávez. El hijo asesino
sometió el cuerpo de su madre al límite en la forma de performance llamada del
“body-art” que busca crear una experiencia en la que el cuerpo es puesto en
estado de desestabilización; de límite de experiencia vital.
La maestría con la que ha dominado La
Habana el escenario mediático mundial, es de esperar que incite a crear escuela
entre los académicos del tema.
Varias consecuencias sabiamente
orquestadas han marcado las últimas semanas, tras la ausencia del cuerpo
presidencial venezolano.
La ausencia de Chávez fue
potencializada al máximo en vísperas de la celebración de la CELAC en Santiago
de Chile, para otorgarle todo el espacio mediático al debut de Raúl Castro como
estadista, gracias a lo cual su figura gris y discreta, se proyecta a nivel
internacional. Otorgarle la presidencia de la CELAC significa avalar como
portavoz de toda América Latina, hoy sujeta al régimen de la Democracia, a un
dirigente que nunca fue elegido y ejerce una férrea dictadura. La dictadura
castrista, como declaró el señor Insulza, víctima en su momento de la dictadura
de Pinochet y Secretario General de la OEA, tiene una “legitimidad histórica” y
por lo tanto debe ser asumida.
En la Celac, Raúl Castro pronunció un
discurso en el que hace el panegírico de la pena de muerte y de la lucha “a
sangre y fuego” contra actos ilícitos. De inmediato autoriza a Yoani Sánchez,
la más célebre de las practicantes del blog esfera, a la que por años se le
había negado el pasaporte, a viajar fuera de Cuba. Al igual que autoriza la
salida al exterior de la hija de Oswaldo Payá, el luchador de los derechos
humanos muerto hace unos meses en un sospechoso accidente cuando transitaba por
una carretera de Cuba.
La atmósfera de suspenso que obliga a
vivir a la espera de si el señor Presidente está enfermo, vivo o consciente,
alcanza un punto de tensión que suscita la protesta de los estudiantes ante la
sede de la Embajada de Cuba. Ante la disyuntiva de que el movimiento cobre
mayor fuerza y se vean en la necesidad de disparar contra ellos, La Habana
decide bajar la tensión publicando el montaje de fotos de Hugo Chávez enmarcado
por sus dos hijas y, según se anunció, el regreso sorpresivo de Hugo Chávez a
Venezuela. Se celebran las elecciones en el Ecuador y, por supuesto, es
reelecto Rafael Correa.
El proceso de performance que comenzó en
diciembre, fue coronado, como se debe por una carta pública de Fidel Castro,
anunciando el regreso de Chávez al país y sentando la versión histórica
destinada a forjar el imaginario de los venezolanos hacia Hugo Chávez
ausente/presente: figura del panteón en la que comparte espacio con María
Lionza, Buda, Lady D, José Gregorio Hernández, Bolívar, Negro Primero, etc.
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