Escrito
por ÁLVARO VARGAS LLOSA el Feb 22nd, 2013
CRISTINA
Kirchner, en la Argentina, ya está
tratando. A medida que se ha radicalizado aún más en respuesta a una aguda
crisis económica en su país y el surgimiento de una oposición tanto dentro de
las filas de su partido como entre la vasta clase media, se ha apartado del
peronismo tradicional en la búsqueda de un rol latinoamericano importante. En
el último año, ha hecho del reclamo de su país sobre las Islas Malvinas,
actualmente bajo control británico, un punto central de su política exterior,
obteniendo un apoyo explícito en el Mercosur (el mercado común sudamericano) y
UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). Hasta hace poco, limitaba su relación
con Caracas a los negocios y los gestos ocasionales, más que a la ideología
(Buenos Aires vendió bonos soberanos a Caracas hace unos años y más tarde pudo
importar combustible de forma barata y suscribir acuerdos comerciales). Ahora
también realiza viajes a La Habana y ha alzado su voz para denunciar a los
sospechosos habituales del imperialismo: ciertas democracias liberales, los
inversionistas extranjeros, los tribunales internacionales y el FMI. Adoptando
este tono, espera aglutinar a la base en un momento difícil. Por ahora está
impedida de buscar la reelección en 2015, pero está tratando de modificar la
Constitución para que le permita postularse a otro mandato, decisión que
llevaría un sello chavista.
Existen, sin embargo, límites a su
potencial papel como líder de la izquierda latinoamericana. El más importante
es el económico. El modelo estatista y populista argentino está actualmente en
bancarrota. El crecimiento económico fue mínimo en 2012, un año que también vio
una inflación récord y la ampliación de los controles de capital a fin de
evitar una fuga de dólares. Este no sería un obstáculo político insuperable si
no fuera por el hecho de que la mayoría de los argentinos actualmente se le
opone—su índice de aprobación ha caído al 30 por ciento—y de que su propio
partido está fracturado. Una cosa es luchar contra la “derecha fascista” como
jefa de un frente peronista unido, pero muy diferente es que Kirchner sea
denunciada más estridentemente por su base izquierdista que por la
centro-derecha. Aparte del hecho de carecer de los fondos para financiar la
revolución regional—no obstante que maneja la mayor economía populista de
América Latina—, Kirchner no puede darse el lujo de dedicar su atención a los
asuntos extranjeros. Por último, pero no es lo menos importante, la Argentina
es un país demasiado grande y demasiado orgulloso para aceptar la casi
subordinación a Cuba, una condición clave para liderar a los rebeldes de
América Latina.
EVO MORALES
¿Y por qué no Morales, en Bolivia?
Dado el simbolismo de sus raíces indígenas, parece un posible candidato de
fuerza. Pero se encuentra geográficamente muy lejos de La Habana: las
constantes peregrinaciones de Chávez a Cuba serían difíciles de replicar para
Morales. También tiene crecientes problemas en casa, donde su base social y
política está ahora amargamente dividida. A diferencia de Chávez, que ha sido
capaz de agrupar a sus distintos partidarios bajo un paraguas socialista, el
partido de Morales, el MAS, ha quedado aislado de la miríada de movimientos
sociales que alguna vez lo apoyaron y ahora afirman que no está cumpliendo con
las promesas de justicia social. Sus principales peleas no han sido con la
derecha sino con estas organizaciones, las cuales han paralizado el país en varias
ocasiones.
Al igual que otros populistas, Morales
tiene algo de dinero a su disposición a través de la venta de recursos
naturales. Pero la inversión privada es muy pequeña en Bolivia y Morales ha
duplicado la proporción de la economía que está directamente bajo el control
del gobierno. Como necesita destinar recursos a programas económicos populistas
para mantener a sus enemigos a raya, Morales no puede financiar aventuras en el
extranjero. De hecho, su necesidad de efectivo está obligándolo a cobrar a
Kirchner, una aliada cercana, cerca de cuatro veces más por el gas natural de
Bolivia que la tarifa vigente en la propia región productora de gas de
Argentina, la cuenca de Neuquén. Por último, la economía de Bolivia es muy
pequeña: representa apenas el 8 por ciento de la de Venezuela.
RAFAEL CORREA
Correa, quien como presidente de
Ecuador dirige un país productor de petróleo, es otra posibilidad. Sin duda
tiene la ambición y es el macho alfa intelectual de la manada. Su inevitable
reelección de este mes le dará un renovado vigor. Pero su país produce cinco
veces menos petróleo que Venezuela y, con una economía con menos de una quinta
parte del tamaño de la de aquel país, no está en posición de ejercer el
liderazgo a nivel regional. Después de triplicar el gasto del gobierno desde
que llegó al poder en 2007, las arcas de Correa enfrentan un déficit fiscal del
7,7 por ciento del PIB. Por haber suspendido pagos de la deuda nacional en
2008, el Ecuador no puede acceder a los mercados de capitales. Si no fuera por
los más de 7 mil millones de dólares del salvavidas que China ha arrojado a
Correa en pagos adelantados por petróleo y créditos, la situación financiera
del país sería nefasta. Dado que el 80 por ciento de las exportaciones
petroleras de Ecuador han sido prendados como garantía por estos préstamos,
Correa no podría en ningún caso subsidiar a otros países.
DILMA ROUSSEF
Eso deja a Brasil, el país
latinoamericano más poderoso y un símbolo de la moderación ideológica, como
factor potencialmente clave para el destino de la izquierda latinoamericana. Si
lo quisiera, claro. Pero hasta ahora Brasil ha cedido a Chávez de manera
deliberada el espacio para desempeñar un rol desproporcionado en el vecindario.
Dado que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva tenía raíces marxistas y
una base radical a la que agradar, compensó sus políticas internas responsables
tolerando y, a veces alentando, el liderazgo de Chávez en la izquierda
regional. En política exterior, Lula prefirió dedicar su tiempo a cimentar las
relaciones con los otros países del grupo BRIC y recoger aliados en África, en
parte con el fin de recabar apoyos para un asiento permanente en el Consejo de
Seguridad de la ONU. El resto lo empleó haciendo arrumacos a los adversarios de
los Estados Unidos, incluyendo Irán, y proponiendo soluciones a la cuestión
israelí-palestina (una iniciativa para la cual se asoció con Turquía).
Dilma Rousseff, la actual presidenta
brasileña y heredera política de Lula, ha moderado la política exterior de su
país pero es consciente del hecho de que su dominante predecesor y la base
partidaria desean relaciones estrechas con la izquierda. Esta es una razón
importante para haber mantenido a Marco Aurelio García, un hombre conectado
umbilicalmente con los populistas regionales, como asesor de política exterior.
Pero Dilma no está personalmente
interesada en liderar a la izquierda de América Latina. La principal
herramienta económica de su país en América Latina, el Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social (BNDES), financia mayormente a empresas
nacionales que invierten en la región y no a otros gobiernos, y sus desembolsos
en América Latina sumaron tan sólo 1.000 millones de dólares el año pasado. Una
iniciativa para integrar la infraestructura en América del Sur liderada por
Brasil, conocida como IIRSA, carece de una impronta política o ideológica.
Dilma se enfrenta también a un desafío económico del que Lula se libró. El
crecimiento se ha estancado (apenas 1 por ciento el año pasado), lo que ha dado
pie a una seria introspección acerca de por qué la estrella emergente de la
última década se enfrenta ahora a la perspectiva de un futuro mediocre si no se
emprenden nuevas reformas.
Todo esto apunta a que la relación
Cuba-Venezuela sigue desempeñando un papel fundamental a través de Maduro.
Dicho esto, Maduro tendrá una capacidad mucho menor para proyectar influencia
que cuando Chávez estaba al timón. Es de suponer que el vacío parcialmente
dejado por Chávez dará pie a una puja entre diversas fuerzas por un papel más
importante, incluyendo a Kirchner como la peronista radicalizada que maneja la
mayor economía populista, mientras Morales y Correa, así como el nicaragüense
Daniel Ortega, tratan de llaman la atención sin el peso necesario para mandar
de verdad . Brasil arbitrará entre estos izquierdistas y esperará a ver lo que
surge antes de jugarse por alguien.
Si ningún líder viable hereda el manto
de Chávez, el futuro augura mucho desorden para la izquierda latinoamericana.
Temerosa de que esto pueda significar el fin del movimiento, no existe más que
un milagro al que la izquierda puede aferrarse: que Chávez encuentre la manera
de levantarse de su lecho de muerte en La Habana.
Traducido por Gabriel
Gasave
Fuente: http://independent.typepad.com/elindependent/2013/02/el-fin-de-la-izquie…
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