Miguel Méndez Rodulfo Caracas 1 de marzo de 2013
No
es nueva mi prédica con relación a que es extremadamente conveniente habilitar
los barrios del país, como una manera muy efectiva de mejorar la calidad de
vida de los venezolanos menos afortunados, generar empleo, promover el interés
de inversionistas privados en las obras de infraestructura de las barriadas
populares, hacer crecer la economía y combatir eficazmente la pobreza. Esa, más
que ninguna otra, debe ser la prioridad del gobierno democrático que suceda a
este nefasto régimen. Esta preocupación cobra vigencia cuando cada día crece
más la pobreza, asunto que se torna más sombrío cuando se sienten ya los
efectos de una devaluación de 46% del signo monetario, se analizan las
proyecciones económicas con respecto al déficit fiscal, al desabastecimiento,
la escasez, la caída de la producción y el cierre de empresas; además, el
verano que se avecina con la consecuente incidencia en los apagones generalizados,
y la inestabilidad política en que está sumida la Nación, no presagian nada
alentador.
Por
otra parte, en los barrios populosos de las grandes ciudades, al igual que en
los pueblos y caseríos, reside el grueso del electorado chavista, por lo que
dirigir un mensaje específico, que analice sus realidades y proponga soluciones
creativas y pertinentes a sus problemas, es crucial para el crecimiento de la
opción opositora; si no entendemos esto continuaremos tropezando con la misma
piedra. Durante la brillante campaña electoral de Capriles, que privilegió los
pueblos por encima de las ciudades, hubo un vuelco estratégico importante que
significó adentrarse en las comunidades pobres del país, en más de una ocasión,
en vez de visitar las capitales. Eso fue magnífico y además hay que reconocer
el enorme esfuerzo humano que ello implicó para el candidato y su equipo.
Sin
embargo, el mensaje, el discurso y la estrategia, no se correspondieron con el
acercamiento físico a los sectores populares. En primer lugar el mensaje del
progresismo no caló en el electorado menos favorecido, en parte porque en la
situación actual del país las condiciones de ascenso social que existían en la
sociedad venezolana durante el período democrático, hoy no existen. De manera
que un pobre que no ha tenido una buena educación, que ha visto a su familia
perder calidad de vida en los últimos 20 años, que encuentra muy pocas
oportunidades en la sociedad, que no consigue trabajo, que tiene cerradas las
puertas al crédito, mal puede comprender el mensaje de desarrollo humano que
involucra el progresismo; de manera que fue una estrategia equivocada dirigir
ese mensaje a los sectores pobres.
Pero
es que en la propuesta programática sobre desarrollo urbano que el candidato
opositor presentó al país no hubo mención alguna a los múltiples problemas de
las barriadas populares, mucho menos se plantearon propuestas acerca de cómo
solucionar las ingentes dificultades que allí se incuban, desde el
hacinamiento, la vulnerabilidad, la inseguridad hasta el desempleo. Lo cierto
es que se demostró que no basta con aproximarse físicamente a los pobres, hay
que hacerlo con un mensaje, una estrategia y unas propuestas específicas, en
las que se dé solución a la problemática de los barrios.
El
8 de octubre de 2012, al día siguiente de las elecciones, un analista político
que le tocó la muy difícil tarea de explicar al país la derrota electoral, se
justificaba diciendo que el problema no era social, sino geográfico, ya que
ganamos en las grandes ciudades y perdimos en los pueblos. Tal simplista
argumento es incierto y si persistimos por ahí significará que no aprendimos
nada, ya que en todos los barrios populosos de las grandes ciudades del país,
perdimos por paliza.
Miguel Méndez Rodulfo
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