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viernes, 1 de marzo de 2013

Venezuela en cuenta regresiva


Por Boris Muñoz, 28/02/2013

El traslado del presidente Hugo Chávez del CIMEQ, el mejor hospital de La Habana, a una sala del Hospital Militar de Caracas, acondicionada como un búnker para mantener en secreto su condición médica, fue una sorpresa para los venezolanos. La larga estadía en Cuba había comenzado a despertar la sospecha general y su regreso trajo alivio y alegría a sus seguidores, quienes se apostaron alrededor del hospital cantando y dando gracias a la Virgen de La Pastora y los santos yorubas. Estas emociones se están evaporando al no publicarse nuevas imágenes que le den sustento a la ilusión de su recuperación. Entre sus opositores, cada quien tiene su propia teoría conspirativa sobre las razones para esconder el verdadero estado de salud del mandatario. En Caracas hay rumores de todas las especies, incluyendo los de un golpe de Estado militar, un fantasma que siempre ha acechado a la historia Venezolana.

“Aquí estamos, gobernados por el secretismo y la oscuridad, las únicas cosas que le dan estabilidad a este gobierno”, me dijo José Luis Tirado, dueño de Lonchy’s, un céntrico café en el municipio más rico de Caracas. El jueves pasado en la noche, en lo que se esperaba que fuera sólo otro mensaje televisado para calmar rumores, Ernesto Villegas, ministro de comunicación e información, dijo que los problemas respiratorios del presidente seguían un curso desfavorable. Una fuente informada confirmó que Chávez se encuentra de nuevo en condición crítica. Venezuela está atrapada en la cuenta regresiva de su muerte.

Pero en la víspera del año nuevo, Chávez también había estado entre la vida y la muerte, tras complicaciones surgidas de una cuarta cirugía por un cáncer cuyas características todavía no se han hecho públicas. En aquel momento, la mayor dificultad del chavismo era cómo hacer para que Chávez, quién había sido electo para un tercer período el 7 de octubre y debía jurarmentarse el 10 de enero, continuara siendo Presidente, aunque estuviera fuera del país el día del inicio de ese nuevo mandato. La solución fue una controvertida interpretación de la Constitución por parte del Tribunal Supremo de Justicia, que declaró la continuidad administrativa del gobierno anterior e hizo posible que el vicepresidente Nicolás Maduro, el heredero designado por Chávez, pudiera fungir de Presidente encargado. Esta formula desmañada permitió una division salomónica del poder en Venezuela: Maduro, un civil, controlaría el Poder Ejecutivo, mientras su némesis, Diosdado Cabello, un militar retirado con gran influencia en las Fuerzas Armadas, continuaría como presidente de la Asamblea Nacional.

Para el Tribunal Supremo, Chávez es un presidente en plenas funciones. Aunque tiene dificultades para hablar a causa de una traqueotomía, supuestamente ha sido capaz de firmar decretos desde su lecho hospitalario, además de escribir cartas al CELAC y la ONU, lidiar con problemas de presupuesto y mantener reuniones de trabajo regulares con un puñado de funcionarios, incluyendo a Cabello, Maduro y Rafael Ramírez, el todopoderoso ministro de energía y petróleo.

Pero, en realidad, el poder en Venezuela está en manos de un equipo de rivales, unidos entre sí por la necesidad de mantener el régimen en pie hasta la próxima elección presidencial. Bajo condiciones normales, las próximas elecciones serían en el 2018, pero nadie espera que Chávez pueda durar tanto tiempo. (Da la casualidad que 2018 es también el año en que Raúl Castro se retirará, según declaró recientemente). Si Chávez muere, renuncia o se declara incapacitado, debe haber elecciones en treinta días. Si hubiera dejado el cargo en enero, los chavistas probablemente habrían ganado esa elección con facilidad, ya que el liderazgo de la oposición estaba debilitado y dividido. Pero hace tres semanas el gobierno anunció una devaluación de 32% por ciento del bolívar fuerte. El gobierno de Chávez ha devaluado la moneda cinco veces en diez años y los resultados han sido mayor inflación y escasez de productos básicos para la población. El descontento popular sobre la última devaluación sólo hará más dura la tarea de los chavistas, por lo que la cuenta regresiva ha comenzado también para el equipo de los rivales.

¿Por qué el gobierno no ha llamado a elecciones aún? ¿Por qué seguir fingiendo que Chávez está a cargo? “La única explicación es que la pequeña troika que está manejando la situación se complicó emocionalmente para declarar a Chávez no apto para ser Presidente, lo que debería suceder más temprano que tarde en este escenario electoral”, me dijo una fuente privilegiada en los círculos del gobierno. Le pregunté qué quería decir con “emocionalmente”. “Las altas esferas del gobierno son como esas familias en las que los hermanos y hermanas no se llevan bien, pero aman, respetan y temen a su padre. A pesar de que la oposición piensa que no tienen sentimientos, creo que los altos líderes del gobierno están realmente confundidos y revueltos por la inminente muerte de su padre político. Su dolor y la incertidumbre los une. Pero también les impide ver el futuro”.

“Hasta que Chávez diga ‘Renuncio’, la autoridad de Maduro será débil”, dijo Fausto Masó, un periodista y analista político. Para apuntalar su posición, el equipo de rivales ha iniciado una dura ofensiva, denunciando representantes de la oposición en la Asamblea Nacional como corruptos y diciendo que podrían enviarlos a la cárcel. Al mismo tiempo, el gobierno ha amenazado con aumentar el control estatal sobre las empresas grandes y pequeñas, que son la principal fuente de financiamiento de la oposición.

Los dirigentes chavistas han dirigido la mayoría de sus ataques contra Henrique Capriles Radonski, el líder de la oposición que perdió ante Chávez en octubre pasado, pero quien ha estado más cerca de la Presidencia comparado con cualquier otro oponente de Chávez. De acuerdo con una encuesta reciente, la mayoría de la población apoya al gobierno y respaldaría a Maduro si tiene que sustituir a Chávez como Presidente. Las mismas encuestas también muestran Capriles como el único líder de la oposición con posibilidad de ganar, por pequeña que sea, las elecciones contra Maduro.

El principal problema para Capriles es que no todos los líderes de la oposición lo apoyan. El dilema de la oposición es si se debe enfrentar el chavismo en las calles, como lo ha hecho anteriormente, o tratar de pescar chavistas decepcionados, que es la estrategia que Capriles prefiere. Aunque Capriles nunca arriesga mucho y tiende a moverse hacia un centro neutro y seguro, tiene un excelente sentido de la oportunidad política.

En este momento, Maduro y Capriles son virtuales competidores, comprometidos en una campaña de sombras. Y la suposición de que Chávez mantiene el poder les impide a ambos desplegar una campaña abierta. “Maduro necesita que Chávez dimita o muera para convertirse en un líder creíble. Hasta que eso suceda, el tiempo está del lado de Capriles”, dice Masó. “Si Chávez deja el poder en los próximos días y se celebran elecciones, digamos, en un mes, Maduro acabará con Capriles y la oposición. Pero si las elecciones demoran unos meses más, el resultado podría ser exactamente el contrario”. Aun en su lecho de enfermo, Chávez es quien decide.

Tomado de:
http://prodavinci.com/blogs/venezuela-en-cuenta-regresiva-por-boris-munoz/

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