Américo
Martín Jun 7th, 2013
No podemos seguir
construyendo la Revolución ni mucho menos el Socialismo con un montón de
burócratas que se está llenando la jeta profesando la edificación de una nueva
Venezuela, mientras están haciendo negocios a costillas de las actividades del
estado y de todos nosotros; esto ha generado que el desempeño de esas
instituciones se vea afectado, ya que el interés no es “servir al pueblo”, sino
“servir a mi bolsillo”
Juan Gómez Muñoz. Aporrea
Juan Gómez Muñoz. Aporrea
(¿Por qué ganamos de
vaina, o por qué de vaina perdimos…?)
I
Una de las buenas virtudes de los
políticos formados, experimentados y reflexivos es la de reaccionar con calma y
provecho frente a la derrota. Decíase del Libertador que su natural
superioridad sobre los demás se manifestaba en eso precisamente: capacidad para
analizar sin concesiones los fracasos de su movimiento con el objeto de extraer
lecciones afortunadas de cara al futuro. De Lenin, otro brillante conductor
-en lo teórico y político muy sobrestimado- comentaban que derrotado era
más peligroso que vencedor.
Gente así persevera probablemente sin
recaer en los errores que lo hicieron fracasar una o varias veces, y lo hace
animado por la fuerza de una convicción iluminada por el fuego de la
experiencia. Hablo en este caso de un problema de conducción sin detenerme en
sus acertados o muy fallidos programas. Lo determinante en el resultado final
es la manera como se dirige un movimiento junto con la base empírica que lo
explique. No importa si fue para bien, para mal o para lograr cambios que nada
cambien.
No criticaré para nada las reacciones
destempladas, emocionales. Son más frecuentes que las otras y por eso los
cambios históricos se hacen esperar; o dicho de otra manera: no son para
impacientes, cuyos cadáveres yacen en el camino del infierno. Sin embargo, la
política es pasión y por lo tanto su base emocional es muy intensa. No condeno,
no puedo hacerlo, las reacciones de este tipo frente a las derrotas. No hay
político de trayectoria que se haya librado de ellas. Están en juego o
pueden estarlo causas muy comprometedoras y por eso las reacciones suelen ser
apasionadas, lo cual no necesariamente significa que sean acertadas.
Pero bueno, se trata de animales
humanos. Los políticos no pueden aplicar las artes desplegadas en las mesas de
billar o en los juegos de mesa, como creen quienes los miran desde la tribuna. Los
animales humanos tienen sus propias reacciones, las bolas de billar y las
piezas de ajedrez, no. Ni los mejores dirigentes son tan complejos para
trabajar con las varias jugadas anticipadas de los grandes ajedrecistas, aunque
la fábula tienda a suponerlo. Ser un gran aventurero lúdico o una fiera frente
al tablero no es condición necesaria para dirigir un movimiento político, ni
viceversa.
II
Estamos en las vecindades de un
notable cambio político con proyección hacia el ámbito hemisférico. Un proceso
de intensa democratización embridado al crecimiento económico ya experimentado
por Latinoamérica, obraría seguramente como un fuerte acicate en el reparto
histórico de responsabilidades mundiales. El promisor BRICS (Brasil, Rusia,
India, China y Suráfrica) parece perder impulso, pero latinoamericana se
proyecta como Región de influencia determinante. Todos los países crecen, menos
Venezuela, Cuba y Haití. Todos los países estructuran sus relaciones
comerciales sobre bases provechosamente pragmáticas, salvo Venezuela y muy a su
pesar Cuba. En todos los países el pluralismo garantiza la salud ideológica
como premisa del desarrollo económico, mientras Venezuela y Cuba siguen
congelados en un anacrónico e inhumano monolitismo del pensamiento.
Como fenómeno histórico, Chávez deberá
ser analizado desapasionadamente cuando las circunstancias lo permitan. Ha
creado un modelo frustrado aunque con mayor seducción regional de lo que podía
esperarse, debido a la combinación de enorme poder financiero en una era de
sostenido auge petrolero, y curiosa, anacrónica pero efectiva conducción de un
caudillo de fuerte personalidad y mucho dinero del que está dispuesto a
desprenderse.
El problema es el estado en que esa
experiencia ha puesto a Venezuela. Chávez, con su fuerza interior, pudo flotar
sobre sus disparates, lo cual es –digamos así- un mérito personal, pero no es
esa una cualidad transmisible por acto entre vivos o mortis causa.
Maduro no pudo evitar la marcha
inexorable hacia el abismo y ni siquiera ralentizarla. Su indecisa personalidad
más bien tiende a acelerarla en medio de un desborde crítico interno y luchas
furiosas por el control del proceso.
III
En forma parecida al esfuerzo
descomunal de Raúl Castro, dirigido a reformar el patético socialismo cubano
con base en la iniciativa privada, se esperaría eso de Maduro si pudiera
entenderlo y hacerlo carne del movimiento. A estas alturas se habrá
percatado del insondable pantano donde se encuentra hundido. Dudo, sí, de que
tenga ánimo, lucidez y fuerza para impulsar reformas sin reventar costuras.
Hay una regla del despotismo. Si el
empuje disidente no permite mantener el modelo represivo, las autocracias
corren la arruga, vale decir: se sientan sobre las bayonetas, aun a
sabiendas de que la enfermedad se agravará.
A Maduro lo mantienen pegado a su
inestable mandato por falta de opciones. La otra es Diosdado, regañón sin
carisma, dictador a conciencia y sin fuerza para consolidarse.
Es una tormenta, pero con un refugio
cada vez más unido y consistente. Capriles es la única opción alternativa y por
eso los aterrados publicistas del régimen tratan infructuosamente de fabricarle
una causa penal o identificarlo con los demonios del fascismo.
Es una treta condenada al fracaso por
más floridos malabarismos que hagan sobre la cuerda floja.
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