Escrito por Fernando Luis
Egaña Lunes, 09 de Diciembre de 2013
Lo primero es lo primero: este proceso
electoral se convirtió en la apoteosis del ventajismo para avasallar,
discriminar y tratar de condicionar resultados. Es decir, agravó la realidad
impuesta en el laberinto revocatorio del 2003-2004 --continuada y reforzada
desde entonces—que hace que las elecciones y referendos venezolanos no se
realicen en un contexto de equilibrio democrático sino de control hegemónico.
Dicho esto, salta a la vista la
abstención del 40%. De cada 10 electores, 4 no salieron a votar. Cierto que
eran elecciones municipales que, por lo general, cuentan con menores niveles de
participación. Pero también lo es que voceros calificados de la plataforma
opositora intentaron nacionalizar los comicios con la tesis del plebiscito, y
sus contrapartes oficialistas se esforzaron en uniformarlas alrededor de la marca
nacional de Chávez.
Maduro pasa la prueba de las
municipales, en lo que a él más le importa: en su conflicto interno con
Cabello. Mantiene una votación que ayudó a insuflar con el “efecto plasma” y
las expectativas sobre una calamidad electoral del Psuv no se cumplieron.
Además, las resultas en Maturín debilitan a Cabello, o sea que favorecen a
Maduro. Y las estadísticas electorales le dan municiones a la propaganda
gubernativa. En especial, cuando ésta es un tributo al acomodamiento interesado
de la realidad.
Y ésta, en las chiquiticas, es una
noticia muy preocupante para Maduro en la perspectiva nacional. Su parcialidad
perdió en casi todas las principales ciudades del país, incluyendo las cuatro
más pobladas: Gran Caracas, Maracaibo, Valencia y Barquisimeto. Y perdió en
Barinas en el día de la lealtad... Es obvio que los números del oficialismo se
hacen cada vez más dependientes del férreo control sobre el proceso electoral.
La unidad opositora también se
encuentra con una situación agri-dulce. Lo segundo por las contundentes
victorias urbanas, lo primero porque el porcentaje nacional desmejora. La
percepción generada en el arranque de la campaña sobre un triunfo indiscutible
se fue matizando a lo largo de ésta. El oficialismo hizo y deshizo a su antojo,
como siempre; y la oposición política fue descentrando el discurso general.
Pero vistas las cosas en el contexto en que hay que verlas, o sea en el
contexto de control hegemónico, los resultados de la Mud son muy importantes.
Otra cosa es que se tenga la capacidad
de contrapesar, efectivamente hablando, el poder de la hegemonía imperante. Y
acá se ubica el meollo de la cuestión. Porque reconocer resultados adversos
–como se ufanan algunos voceros oficiales—para luego seguir haciendo lo que les
da la gana, como si esos resultados no existieran, es despreciar la voluntad
popular.
A nivel nacional, los resultados del
8-D, por sí mismos, no cambian mucho las cosas o el estatus previo. Y eso es
malo. Pero los alcaldes democráticos de tantas y principales ciudades pueden
conformar una fuerza de lucha y activismo que impulse cambios de fondo. Y eso
tiene que ser bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico