Fernando Mires 02 de agosto de 2014
Le arruinaron la fiesta. No solo
porque las tropas rusas en Ucrania no saben diferenciar entre un avión de
pasajeros y uno de combate. Se la arruinaron porque cuando imaginaba vivir una ofensiva
diplomática de alto nivel bañándose en los mares populistas de América Latina,
la caída del avión malasio hizo evidente lo que nadie se atrevía a decir, que
Putin no solo está desatando una guerra civil, sino llevando a cabo, además,
una invasión gradual en Ucrania.
Le arruinaron la fiesta, porque si
Putin pensó acosar a los EE UU desde su “patio trasero” y acumular capital
político internacional para dirimir sus diferencias con la UE, resultó todo lo
contrario. Nunca, ni siquiera durante Stalin -quien mantenía poderosos partidos
pro-soviéticos en España, Francia e Italia- Rusia ha estado tan aislada de
Europa (y del mundo) como lo está ahora bajo Putin.
Las sanciones económicas y militares
impuestas por la UE en Julio de 2014 a Rusia no son tal vez muy eficaces. Putin
puede sentarse cómodamente en ellas. El problema es otro: las sanciones fueron
aprobadas por unanimidad. ¡Qué lejos esos días cuando Putin posaba ante las
cámaras junto a Schröder y Chirac anunciando la creación de “un eje del bien”!
Hecho que no impedía a Putin mantener su alianza anti-islámica con Bush (hijo),
más estrecha en todo caso que la que ha mantenido con Obama.
Su cada vez más notorio aislamiento ha
llevado a Putin a buscar amigos más allá de cualquier principio. Basta que un
gobierno o partido se declare anti-norteamericano o antieuropeo para que Putin
le tienda la mano. Así ha formado un multicolor arco que se extiende desde el
lepenismo de Marine en Francia, pasando por los generales de Damasco y por los
restos del castro-chavismo, hasta llegar al malvinismo de Cristina en
Argentina. Muy poco, a decir verdad.
Incluso, si no hubiera ocurrido el
derribamiento del avión en Ucrania, el viaje de Putin a América Latina habría
desnudado las debilidades del putinismo. La razón es simple: ese viaje
coincidió con la presencia de Xi- Jimping en la región. Así, mientras Putin
condonaba la deuda cubana y visitaba países “antiimperialistas” que desde
decenios no han tenido un solo problema con los EE UU, Xi- Jimping, chequera en
mano, extendía créditos que nunca serán pagados por Argentina, Brasil y
Venezuela, pero sí tendrán el efecto de crear un área de dependencia financiera
a favor de China, una más intensa que cualquiera que haya existido entre los EE
UU con algún país latinoamericano. Xi-Jimping, más que dar créditos, vendió
hipotecas.
Ni siquiera la cumbre de los BRICS que
según la izquierda populista es una unión financiera antiimperialista, será
útil a las pretensiones rusas. Por el contrario. De todas las economías
emergentes de los BRICS, la única que ha emergido es China. Brasil y la India
son emergentes desde y para siempre. Sudáfrica atraviesa por una profunda
crisis económica. La economía rusa no solo no es emergente, sino –para inventar
una palabra- “sumergente”.
En
contraposición al cronométrico capitalismo chino –el más perfecto de la
historia (sin sindicatos, sin partidos, sin desviaciones democráticas ni
sociales)- el capitalismo ruso está dominado por mafias sobre las cuales Putin
no tiene ningún control. La caída del imperio ruso, más que territorial, será
económica.
Los BRICS con los recién fundados
Banco del Desarrollo y el Fondo de
Reserva, están destinados a convertirse en una institución pro-china. Desde el
punto de vista económico, auguran los expertos, es una buena noticia. La
competencia financiera entre USA y China puede inyectar dinamismo a la economía
mundial. El hecho objetivo es que nunca el capitalismo ha sido tan poderoso
como en nuestros globales días. Si hay que dar gracias a alguien (quien escribe
no se las da a nadie) es a los comunistas chinos.
Las líneas están incluso cruzadas.
Antes de que China extendiera sus redes en América Latina, Obama había
impulsado en Mayo de 2014 un intenso sistema de cooperación con las economías
emergentes del sur asiático, hasta entonces consideradas como el “patio lateral
de China”.
No obstante hay una diferencia
cualitativa entre el viaje de Obama y el de Xi-Jimping. Mientras China invertía
en economías parasitarias con altísimos niveles de corrupción, EE UU invertía
en mercados tecnológicos complejos y dinámicos. Aplausos obtuvo Obama en
Malasia cuando dijo lo que nunca podría haber dicho Xi- Jinping en los países
que visitó en América Latina: “No se trata de crear economías que ensamblen
móviles sino que los inventen”.
“El futuro de los EE UU está en Asia”,
agregaría Obama, pleno de entusiasmo, cuando regresó a Washington.
Mas, no se trata solo del futuro de
los EE UU. El propósito de Obama era dar un segundo impulso al Acuerdo de
Asociación Transpacífico (TPP) firmado en 2005 entre Brunéi, Chile, Nueva
Zelandia y Singapur. Después del viaje de Obama al sur asiático, se integrarán
al TPP otros ocho países: Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia,
México, Perú y Vietnam.
En suma: Mientras China integra
financieramente a economías deterioradas de América Latina y EE UU se integra
junto a algunos países latinoamericanos con los mercados de Asia del Sur, Putin
se desintegra de los mercados europeos, los únicos que le favorecen.
Evidentemente, Putin camina como un cangrejo: hacia atrás.
¿Nadie le ha dicho a Putin que el
imperialismo del siglo XXl ya no es territorial? Putin parece ser, en efecto,
el último imperialista del siglo XlX (Merkel). Mientras EE UU y China trabajan
con capitales supranacionales, Putin destina enormes ingresos nacionales para
sostener un quebradizo imperio del pasado. La cuenta deberá ser pagada alguna
vez, pero en términos políticos. La mayoría de los ucranianos no quiere seguir
la línea de Rusia pero cada día serán más los rusos que anhelen seguir la línea
de Ucrania.
Gorbachov entendió que el desarrollo
económico de Rusia dependía de la apertura democrática de Rusia, pero mantuvo
pendiente el tema de la autonomía de las naciones. Jelzin, a su vez, entendió,
por lo menos en los inicios de su gobierno, que la democracia solo podía ser
posible si Rusia renunciaba a todo tipo de anexión imperial. Putin parecía
seguir la línea del primer Jelzin. En algún momento, empero, comenzó a tomar
forma su antigua utopía, la de reconvertir a Rusia en un gran imperio
territorial.
Hoy, reviviendo añejas doctrinas
pan-eslavistas y apoyado en los sectores más reaccionarios del cristianismo
ortodoxo (quizás emulando a Bush cuando se apoyaba en sectas evangélicas) Putin
ha revivido el sistema político autocrático embarcando a Rusia, a partir de la
anexión de Crimea, en una peligrosa aventura. Europa, no tiene otra
alternativa, deberá mostrarse firme y no ceder ni un solo paso.
Puede que no sea tarde para que Putin
entienda que el futuro de Rusia solo puede ser posible con y no en contra de
Europa. Si no lo hace, no será la primera vez que Europa y los EE UU (y tal vez
China) se verán enredados en un conflicto que no desearon ni buscaron. Pero hay
esperanzas: 2014 no es todavía 1914.
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