Si no lo ve siga el link:http://youtu.be/1QXSvOTr9sM
EWALD SCHARFENBERG Caracas 6 NOV 2014
El humorista venezolano,
uno de los personajes más mediáticos del país, carga en una película contra las
presiones del Gobierno para que acabase su programa
Luis
Chataing aparece con tono de despedida en sus últimas presentaciones en vivo.
En su programa matutino de radio, el medio del que surgió hace 23 años, cumple
apenas un segmento y deja el resto del espacio a su equipo de colaboradores. En
entrevistas de prensa, como esta, pone de lado las chanzas y, adoptando un aire
solemne, acepta que está “considerando ofertas de afuera para mudarme de país,
muy en contra” de sus “deseos”, pues, se excusa: “Yo quiero que mi hijo tenga
la oportunidad de ir a un parque, de desplazarse con libertad”.
—Si emigra, ¿le preocupa que sus
adversarios políticos proclamen su victoria? ¿Que entiendan que ya lograron
deshacerse de Luis Chataing?
—No. Para ello tendrían que matarme.
Donde quiera que me encuentre quiero seguir con el tema de la radio y seguir
activo en la comunicación de lo que nos está pasando a los venezolanos. ¿Que
haya quienes puedan celebrar mi partida? No es algo que me perturbe. Lo que me
ocupa es la gente que encuentra en mí una voz que les representa, en el sentido
de que reclama justicia y un mejor gobierno para los venezolanos.
Es Luis Chataing,
de 47 años, quizás el más importante personaje de los medios surgido en Venezuela durante
las últimas dos décadas. Seguro, el más ingenioso. Sus inicios se datan en los
primeros años noventa, cuando la revolución de la radio participativa había
dado al traste con la discoteca permanente que hasta entonces eran las
emisoras. Chataing —de hablar atropellado, una voz nasal que a veces parece de
caricatura y ocurrencias infinitas— añadió su dosis de humor blanco a una
programación que apenas pretendía aligerar a los caraqueños el trago amargo de
los atascos matutinos en las calles y la llegada al trabajo. Pero ese marco le
quedó pequeño.
Varias veces probó en televisión con el
formato de late night show, con fortuna variable. De 2007 a 2008 condujo desde
México un espacio para toda América Latina, Ya es mediodía en China. Hoy
todavía se le puede ver en algunos segmentos de stand up comedy de la señal
latinoamericana del canal Comedy Central. Ha escrito libros, servido de imagen
a marcas comerciales y emprendido sus propios proyectos empresariales. Pero su
versatilidad tomó un rumbo inesperado de evolución durante los últimos diez
años. Una crítica corrosiva al orden político del chavismo fue infiltrándose en
sus chistes y juegos de palabras. De pronto fue como si Jimmy Fallon, el
comediante y presentador de medianoche en la cadena NBC norteamericana, se
convirtiera paulatinamente en un activista frente a los micrófonos. Aunque
Chataing prefiere decir que emula al Daily Show de Jon Stewart: “Resulta que
Stewart se ha convertido para muchos norteamericanos en una fuente informativa
a veces superior a los noticieros. Ahora la información es tan densa, tan
masiva, que probablemente mucha gente huya de los medios informativos y
prefiera enterarse a través del humor”.
Las presiones del Gobierno de Nicolás
Maduro en Venezuela ya se han cargado en menos de un año las firmas de Rayma,
Edo y Weil, algunos de los más prestigiosos caricaturistas que publicaban en
prensa. Pero aún antes de esa razzia, había conseguido sacar del aire el último
show de medianoche de Chataing, que se transmitía por Televén, un canal privado
de televisión de señal abierta que pasa por independiente pero que en esa
oportunidad —junio de 2014— cedió a las amenazas.
Entonces Chataing y su equipo de
libretistas se quedaron sin trabajo. Pero el próximo 28 de noviembre devolverán
el golpe. Ese día estrenarán en salas de cine comerciales de toda Venezuela
Fuera del aire, un documental que narra la gira por 13 ciudades que hicieron
como desagravio después de su despido. Sus presentaciones en vivo, siempre con
las entradas agotadas, incluían sketches de humor donde se mofaban de las
autoridades, de la censura, y hasta de su propia suerte. Pero, advierte
Chataing, en contra del lugar común, la película no es para reír: “¡Mira que lo
que nos pasó no es para reírse! Fue lo que vivió la gente de Pdvsa hace tanto
tiempo. O lo que le pasó a mucha gente que firmó para pedir el revocatorio
contra Chávez en 2004 y que luego encontró dificultades para obtener trabajo”.
“Yo no quise que la película estuviera
desprovista de momentos de humor, porque ese siempre ha sido el hilo de mi
relación con la gente. Pero su trama básica es, si no dramática, sí de un
suspense particular”, explica, eludiendo desvelar la línea narrativa de la
cinta. “Al sacarme del aire la gente de Televén, me puse a pensar cuál sería mi
siguiente paso a dar para contrarrestar ese atropello. Así nace la idea de hacer
un documental. Lo que la gente va a ver en la película es a un grupo de
personas, las que hicimos la gira, que se resisten a sufrir un atropello y que
insisten en la idea de que el país debe estar en el ánimo de superar todos los
obstáculos. Es una historia muy emotiva de perseverancia. Cada quien, en
función de su personalidad, le encontrará la proporción adecuada de risa y de
llanto”.
El showman —¿u opinion maker?— no
descarta que la película sea marginada o abiertamente prohibida de los
circuitos venezolanos a raíz de presiones semejantes a las que lo expulsaron de
televisión. “Sería un ingenuo si no lo considerara posible”, admite, para
enseguida replicar: “Pero si lo hacen quedarán desenmascarados al comprobar su
ensañamiento contra mí”. Repara, además, en la leve ironía que establece su
filme, una pieza que busca divulgar ánimos de perseverancia entre los
atribulados venezolanos, justo en el momento en que su autor evalúa marcharse
del país. “Mira, yo le doy las gracias al programa de radio que tengo, que me
ha acompañado en dos divorcios. ¿Qué te quiero decir con esto? Que, a pesar de
estar con el ánimo en el piso, este programa me obliga a estar con el ánimo en
el cielo para los que me oyen. Intento inyectar ánimo a los venezolanos al
ofrecerles una voz que no se calla, que sabe que con lo que dice día a día
puede perder su empleo pero no le importa, con tal de que las cosas cambien”.
Habida cuenta de su cada vez más marcada
deriva hacia el activismo ciudadano, no resulta descabellado preguntarle sobre
la eventualidad de que se dedique por entero a la política:
—No lo descarto. Venezuela se merece una
persona que se comprometa con el alma a mejorar las condiciones de vida de
todos los venezolanos. Si en algún momento yo me sintiera en disposición de
hacer algo como eso, primero me despediría del Chataing humorístico. Pero
todavía no ha llegado ese momento.
—Así que no hay que esperarlo pronto.
—(Después de pensarlo) Mira, tú sabes
que el mundo gira...
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