Por Luisa Pernalete
Estimados señores de la FAO:
La verdad es que la situación
no está para invitar a nadie ni a un vaso de agua, porque agua tampoco hay en
muchos hogares venezolanos, pero resulta que hace poco me enteré que aquí, en
este país, hay una delegación de ese organización de la ONU que se encarga de
todo este tema de la alimentación del mundo, ¡nada más y nada menos! Y, como
también se sabe, porque para eso hubo cadena nacional, que la FAO hizo un
reconocimiento a nuestro gobierno por lo bien que ha cumplido las metas del
milenio en lo que alimentación se refiere, no pude evitarlo, me vino esa idea
de invitarles a desayunar a mi casa.
Déjeme decir que pensé en
desayuno y no en almuerzo ni cena porque se supone que el almuerzo es la comida
fuerte de los venezolanos, y… está fregado ir a comprar carne, o pescado,
o pollo; ya ni soya deshidratad se consigue. Además, para la cena está el
agravante de la inseguridad, pues ¿quién se atreve a salir después de la seis
de la tarde? Pero ese es otro tema.
Sigamos con el desayuno.
Comencemos por decirles que sólo puedo invitarles para un miércoles, pues soy
del “club de los martes”, y lo mejor sería que se vinieran ustedes el martes
para que me acompañaran a hacer mercado, puesto que alimentación en Venezuela
empieza por la “c” de la cola, sin cola no hay desayuno, ni almuerzo, ni
cena. Les prometo no un desayuno criollo porque ponerles caraotas
significaría que la próxima quincena no como yo: entre 800 y 1.200 unas
bolsitas que finalmente no son un de un kilo. ¡Caramba! Saben a caviar cuando
las encontramos y con ese precio son caviar criollo. Tampoco les prometo que
haya arepas en ese desayuno, pueda que, con suerte, me tope con el tesoro en el
súper, pero a sobreprecio (250 bolívares débiles)… así que no prometo
nada, lo que sí les aseguro es casabe. Huevo sí hay, ¡se salvaron!, ya el
medio cartón está por los 450 con suerte, ¡tranquilos! Pero eso sí: ¡nada de
“perico”! porque tomate y cebolla sólo los venderán ahora en las joyerías.
Hay otra novedad en ese
desayuno, cafecito tampoco les daré, ni en Barquisimeto lo verá usted de manera
libre, y de contar con la ayuda de mi ángel de la guarda, que suele depararme
sorpresas de gente buena en mi camino, tal vez alguien compartirá un poquito
conmigo, pero ni sueñe que se lo daré marroncito. ¡La leche si es verdad que no
está a mi alcance! Fíjese que el otro día hice una encuesta a la puerta de un
colegio de Fe y Alegría, a orillas del río Orinoco, y de 10 niños sólo 3 toman
leche a diario (ya sé que esto lo he repetido en otras columnas, pero es tan
terrible que lo vuelvo a poner a ver si alguien se conduele y grita “¡basta!”).
¿Y las frutas? Les cuento, señores de la FAO, en mi familia me acostumbraron a
una ración de fruta por la mañana, “el cambur tiene potasio”, solía decir
mi papa, pero ¿saben ustedes cuando cuesta hoy un camburcito? ¡Entre 30 y 40
bolívares! Ni que fueran manzanas.
No se preocupen, a mi perrito
“Chiquitín” lo amarraré, no sea que le quite a ustedes el plato de la mesa, ¡el
pobre está pasando hambre!, sobras no quedan y la perrarina… Ya quisiera yo
saber cuál venezolano está comiendo perrrarina para decirle ¡Oligarca! Y
de paso, pedirle un poquito.
Ah, otra cosa, traigan su
servilleta porque o compro servilleta o compro ese otro papel que no lo
menciono aquí por delicadeza.
Bueno señores de la FAO, la
agenda oculta de esta invitación es preguntar si es posible revocar ese
reconocimiento que le hicieron a Venezuela por el “deber cumplido”, pues la
verdad es que estamos comiendo mal los venezolanos. Y les dejo porque me avisa
la vecina que llegó arroz en el super de los chinos, si no me apuro me sale
ayuno mañana.
13-11-15
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