Por Fernando Mires
Cuando el Revocatorio fue
robado por Maduro, algunos muy superficiales comentaristas de la oposición
venezolana llegaron al colmo de celebrar el hecho. Al fin, escribían, el
fracaso de la Salida 2 (así llamaban al revocatorio) abrirá el camino al
diálogo y a las elecciones periódicas. De este modo mostraron no tener la menor
idea de la naturaleza del régimen. No pudieron o no quisieron entender que el
Revocatorio -a diferencias de lo que ellos llamaban La Salida 1- era una
alternativa constitucional, democrática, mayoritaria y, sobre todo, electoral.
Precisamente, esta última
característica, la electoral, fue la que impulsó a Maduro a robar el
Revocatorio. Medida que después se hizo extensiva a todas las elecciones
en las cuales el régimen pudiera perder, es decir a todas, sin excepción. Visto
desde esa perspectiva, cuando el régimen robó el Revocatorio, se declaró ante
sí y frente al mundo como anti-electoral.
Fueron esas las razones por
las cuales la dirigencia de la oposición entendió que frente a la palabra
elecciones estaba el talón de Aquiles del régimen. Evidencia que no lograron
captar los extremistas de la otra orilla, esa fracción anti-política denominada
“oposición a la oposición”, la misma que calificó de “electoralistas” a todos
los que exigían elecciones, aduciendo incluso que no tenía sentido llamar a
elecciones frente a un régimen anti-electoral. Con la poca inteligencia
política que siempre los ha caracterizado, no lograron darse cuenta que,
precisamente porque el régimen es anti-electoral, la palabra elecciones tenía
un efecto mortífero. Las elecciones son, para decirlo en términos figurativos,
la flecha envenenada apuntando hacia el talón de Aquiles de la dictadura.
Gracias a la palabra
elecciones la oposición ha logrado por primera vez en su historia reunir un
significativo apoyo internacional, apoyo que ha llevado a la dictadura al más
desolador aislamiento, incluyendo su auto expulsión de la OEA. Gracias a esa
palabra, Maduro rompió públicamente con la Constitución dando a luz a ese
obsceno mamarracho, corporativista y fascista, llamado Asamblea Constitucional
Comunal. Gracias a esa palabra, en fin, el de Maduro ha llegado no solo a ser,
sino a parecer, como un gobierno fuera de la ley. Por eso mismo deberá ser
destituido, de acuerdo a la Constitución y las Leyes.
Nunca la oposición llegó a
estar tan unida ni la comunicación entre los partidos y sus seguidores ha sido
tan fluida como ha venido ocurriendo desde el 2 de Abril. Ni siquiera el
Vaticano logró dividirla. Atrás quedaron los días del fallido diálogo y de los
intermediarios chimbos. No hay ningún motivo entonces para cambiar de línea o
de ruta.
La Constitución, con mayor
razón que antes, deberá seguir siendo el programa de todos los venezolanos
democráticos, incluyendo a los que desertan y desertarán del chavismo. Y la
palabra elecciones, fue, es y será, la flecha envenenada apuntando hacia el
talón desnudo del criminal dictador.
05-05-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico