Por Carolina Gómez-Ávila
Estas son mis obediencias y
mis motivos de rebelión republicana: al imperio de la ley, a los poderes
públicos independientes que se controlan recíprocamente, a la idoneidad como
única condición para acceder a cargos públicos; por la tolerancia con las ideas
opuestas hasta el límite que marque la ley, por la rendición de cuentas de los
funcionarios, por la publicidad –que no propaganda- de los actos de Gobierno,
por el ejercicio de la ciudadanía.
Estos principios también
sirven para discernir lo que pasa fuera de nuestras fronteras. Evito condenar
públicamente las leyes que se han dado otros pueblos sobre todo si con tales
leyes se manifiestan conformes, es decir, si con ellas han vivido y siguen
viviendo en paz social; sin obviar que mi condena pública sería, además de
insolente, inútil. Pero quiero decir lo que observo, aunque sean generalidades
y por ello imprecisas o incompletas:
Observo pobreza de léxico.
Necesitamos consultar diccionarios de uso común, glosarios políticos y
militares, documentos y reseñas, para diferenciar escrache -novísimo para
venezolanos- de manifestación, protesta, asedio, acoso (que no es lo mismo que
bullying), hostigamiento, agresión, violencia y otros relacionados como
plantón, guarimba y barricada. Conviene hacerlo con las leyes de cada país a
mano para decidir el comportamiento a adoptar.
Observo indisciplina cuando un
escrache se convierte en asedio, igual que cuando una protesta pacífica lo hace
en vandalismo. En ambos casos también observo resentimiento convertido en
violencia y lo veo echar por tierra el objetivo de la manifestación. Eso,
excepto cuando lo miro con la confianza herida por los intereses que ya se
asoman sin pudor; entonces, observo infiltrados. Espero que noten que se
nos han convertido en un problema porque devinieron en inconvenientes
embajadores y lograrán exactamente lo contrario de lo que se proponen y
necesitamos –si están fuera de Venezuela- o en tontos útiles de los opresores o
de los perros de la guerra, si están adentro.
Claro que observo igualmente
la crispación de quienes ostentan el poder, sus represalias, sus amenazas
directas y veladas. Pero lo que más observo es un problema estratégico:
Cualquier tipo de protesta en
el exterior está fuera del alcance del liderazgo político opositor, no así de
los extremistas de la antipolítica a través de su trampa favorita:
“autoconvocados”. Mientras nuestros diputados y líderes políticos están
volcados en las calles y denunciando la ruptura del orden constitucional en
cuantas instancias internacionales les sea posible, el escrache comporta graves
riesgos en la percepción y consiguientes apoyos que se puedan obtener
legítimamente. Por esto desestimo que los políticos apelen a la moral y atiendo
más a la necesidad de no empañar el ánimo que ayudaría a las necesarias
reuniones para dirimir nuestro problema. Y es por este mismo motivo que pienso
que tras ese velo se oculta una deficiencia en el manejo de la indignación.
Me refiero a la que todos los
pueblos depositan en los políticos justo al lado de la esperanza. En ustedes,
políticos, ciframos nuestra aspiración de justicia y debemos sentir que a
través de ustedes quedará satisfecha. Solo a ustedes corresponde estabilizar la
rabia –dolor con impotencia- y enlazarla con la confianza para evitar que
la antipolítica lo haga. Sólo ustedes pueden canalizar el sentimiento de las
masas, unir las corrientes emocionales con un discurso que encauce la ira y
estimule el afecto por la política y el sistema de partidos.
Su misión es ocupar nuestras
mentes, manos y corazones con todo lo que pretenden de nosotros. ¿Cómo es
posible que estando llenos de razones republicanas, cargados de motivos
legítimos, nuestras manifestaciones sigan huérfanas de consignas y significados
que expulsen las pretensiones antidemocráticas? ¿Cómo es que no han organizado
a sus militantes en grupos que vigilen el orden y el terreno de modo que puedan
prevenir o repeler actos vandálicos? ¿Cómo es que no logran que este ejercicio
heroico de resistencia pacífica no haya conquistado aún el terreno que abonan
los poderes fácticos? ¿Cómo, finalmente, es que los ciudadanos podemos
ayudarlos si ustedes mismos no se ayudan?
Esto es lo que observo en un
escrache desnudo.
20-05-17
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