Soledad Morillo Belloso 22 de mayo de 2017
Por
siglos muchos conflictos políticos de Occidente se metían en agua fría por la
vía de matrimonios arreglados. La estrategia funcionaba; cualquier
investigación somera de la casas reales europeas da como resultado un imbricado
tejido de parentescos entre monarcas y sus sucesores y familias. Lo mismo se
hacía para obtener poder en una sociedad. Los ricos sin alcurnia agenciaban
cónyuges para sus descendientes de modo de obtener la posibilidad de colocarse
en posiciones que les permitieran tener votos en consejos y parlamentos, dado
que esos matrimonios permitían acceder a títulos nobiliarios directamente vinculados a espacios de tomas de decisión. Si tenían suerte, el amor surgía en esas
parejas; el romántico cariño entre los contrayentes era un asunto de menor
relevancia. Lo importante era conseguir solventar problemas. Y
"emparentar" daba ciertas garantías para el logro de objetivos
políticos, económicos, sociales y hasta de delimitación de fronteras entre
naciones. Es relativamente reciente que los monarcas y sus hijos se casen con
plebeyos y con ello haya una linda historia de cuento de hadas. Hoy la política
no es menos dura que otrora, tampoco más, pero ya no cuenta con los utensilios
de los parentescos para solventar conflictos en las sociedades. Incluso en
aquellos países occidentales con sistemas monárquicos, las decisiones no las
toman ya los reyes y príncipes pues los parlamentos nacionales elegidos por los
ciudadanos tienen la palabra final; los monarcas modernos, cuanto mucho, tienen
algunos un voto, pero en líneas generales la figura monárquica tiene más valor
porque se refiere a lograr espacios de convivencia y acuerdos.
Venezuela es un país de plebeyos; nos dimos, a
costa de ríos de sangre y una larga historia de pólvora y obituarios, un
sistema republicano que determina que nadie es superior a nadie. Nos llamamos
"ciudadanos". Sin adjetivos. No existen títulos nobiliarios. Pero ser
una república de iguales nos tomó muchos años. La votación directa, secreta y
universal de todos los ciudadanos fue una meta más difícil que cruzar a nado y
en una noche de tempestad el Mar Caribe. Se logró con el esfuerzo intelectual
de varias generaciones. Los escollos fueron abundantes. Hubo logros y fracasos.
Enfrentamientos y encuentros. Corrió mucha sangre. Hubo en nuestra corta pero
tan estrafalaria historia republicana desde la concepción del voto preferencial
hasta la negación del voto a los iletrados y a las mujeres. Cualquier muchacha
de estos tiempos no puede concebir que pueda haber existido un tiempo en el que
en Venezuela las mujeres no tenían derecho a votar. No hace tanto. Yo nunca
viví esa época, pero mi mamá sí.
El
voto, que se entienda, es piedra angular de la democracia. Y de la república.
Pero nosotros, los venezolanos, decidimos que el voto como había sido definido
en otras latitudes no era suficiente y que el voto nuestro debía ser universal,
directo y secreto pues sin él no
habría igualdad y por ende sería
imposible la democracia como la concebíamos. Es así de simple y elemental.
Sobre ello han escrito decenas de autores expertos en el tema. Y, más
importante, ese voto definido con esas tres características -universal, directo
y secreto- es algo que nosotros, los ciudadanos, hemos metabolizado e integrado
a nuestro ADN. Fuimos más allá. Los venezolanos quisimos que nuestra democracia
fuera una que se basa en el ejercicio del poder por parte de mayorías pero
obligándolas a respetar a las minorías. Tan claro teníamos ese concepto de
balances que en raras oportunidades se dio la circunstancia de parlamentos
totalmente oficialistas, o el máximo tribunal de justicia con carácter
gobiernero, o la parcialización del organismo electoral. Por largos años, hubo
un acuerdo no escrito pero respetado que determinaba que, por ejemplo, el
organismo contralor debía ser encabezado por una persona de la oposición.
Para
muchos jóvenes esto que escribo suena a cuento de otras tierras.
Los
votos exclusivos, preferentes o privilegiados, eso que llaman sectorizados o
corporativos, garantizan a quienes los controlen hacerse del poder. Y
atornillarse en él. Pongamos unos simples ejemplos para ilustrar el punto. El
consejo comunal de la población de El Cardón en el estado Nva. Esparta ha sido
estructurado con recursos otorgados por el gobierno. Sin esos recursos ese
consejo comunal está simplemente condenado a la extinción. Entonces, ¿en la
cabeza de quién cabe que ese consejo comunal va a morder la mano que le da de
comer? Se puede decir, pomposamente, que el voto de ese consejo es libre y
autónomo. ¿Lo es?
La
cooperativa de mujeres bordadoras de pañitos de la población de Tucuciapón del
Medio recibió recursos financieros para la compra de telas de piqué, agujas,
bastidores, lágrimas de San Pedro, lentejuelas, canutillo, sedalina, bolsitas
para empaque y elaboración de tarjeticas de identificación de cada pieza bordada. Esos reales
provinieron del fondo especial destinado por el gobierno para la promoción de
cooperativas y comunas. Sin esos aportes y considerando la crisis económica que
ha hecho que sus ventas disminuyan considerablemente, a las mujeres bordadoras
de pañitos de Tucuciapón del Medio la vida se les haría imposible y su
cooperativa vería cerradas sus puertas.
Su voto, ¿será libre y autónomo?
El
mismo razonamiento aplicaría a cualquier sector cuya vida dependa del gobierno.
Y el argumento tendría el mismo peso específico cualquiera fuera el gobierno.
De hecho, en 2007 cuando trabajaba en el equipo profesional de análisis y
producción de contenidos de la campaña por el No a la Reforma Constitucional
planteada por el presidente Chávez, hice un ejercicio consistente en sustituir
en el texto planteado la palabra "Presidente" por "Presidente
Lusinchi" y con ello fuimos a reuniones con sectores que se declaraban
abiertamente pro chavistas y muy anti oposición. Eso hizo que esas personas
entendieran que si se permite una constitución a medida de alguien, eso se
puede convertir en cuchillo para su propia garganta si cambiara el gobierno que
a uno le gusta.
¿Qué
dirían los oficialistas que promueven una Constituyente inconsulta y con bases
comiciales "acomodadas a conveniencia de parte interesada" si ésta
fuera convocada por la oposición convertida en poder? Apuesto fuertes a morocotas
a que estarían poniendo el grito en el cielo y habrían encendido la calle con
protestas. Dirían tajantemente que eso es
inaceptable. Y tendrían razón. Porque no se puede aceptar que los
poderosos nos pinten a los ciudadanos en la pared o que las comunidades sean
vilmente engañadas y chantajeadas.
Pero,
ahora, en medio de este atroz sofocón, con la
concupiscencia de otros poderes y aún en contra de los millones de
ciudadanos que votaríamos No a este nuevo disparate de una constituyente, todo
indica (o no hay evidencia en contrario) que el régimen va a montar este
pichaque. claro, la Asamblea Nacional Constituyente, producto de unas
elecciones amañadas por diseño que darán al régimen mayoría absoluta en ella,
se convertirá en el tribunal del Santo Oficio de la Venezuela del siglo XXI, el
asesino de la constitución. Adiós al sistema republicano. Adiós a cualquier
vestigio de democracia. Adiós a la prosperidad todavía posible. Adiós a la
Venezuela libre. La ANC comandará el ejército de ocupación que ejecutará la
"solución final". Puerta abierta al sistema que impera en Corea del
Norte. Y, oh paradoja, para que los que alguna vez votaron por Chávez lo
entiendan, adiós a su legado.
Es muy
probable que con esa nueva Venezuela que surja a partir del mamarracho de nueva
constitución que harán, buena parte de
las naciones del planeta no quieran tener relaciones diplomáticas o comerciales
con nosotros, salvo algunas francamente impresentables. Las sanciones, abiertas
o solapadas, serán asunto de todos los días. Mucho más allá que sacar la
alfombra o no atender el teléfono. Los que crean que Venezuela es "clave e
importante para el concierto continental y mundial" deberían repensarlo.
Dirán afuera que mucho y por años intentaron ayudar para que el colapso no se
produjese y que todo esfuerzo fue inútil. Hasta en los pasillos de El Vaticano
se moverán las cabezas de un lado a otro. Y repetirán la famosa frase de
Miranda que marcó el status de bochinche.
El
petróleo, ya elemento endeble de negociación (no sólo porque ya Venezuela es un
productor medio o menor sino porque hay tecnologías en desarrollo que lo harán
económicamente sustituible) dejará de ser la barajita de lujo que se pone sobre
cualquier mesa. Y entonces, qué cosa, el presidente de la República se
asemejará a un reyezuelo de una
republiqueta sin pena ni gloria; tendremos como vecinos al Kuwait de América,
nada menos que Guyana a la cual gentilmente, como una fina cortesía, este
régimen le obsequió la fuente de la juventud por los próximos años, suficientes
como para que con los enormes recursos que van a recibir inviertan en
desarrollar nuevas y productivas fuentes de empleo y progreso, eso mismo que
este régimen con el mayor y más frondoso ingreso petrolero de nuestra historia
no quiso hacer, porque en el país de los pobres, que no de tuertos, ellos se
convertían en los monarcas del sigo XXI.
¿Se
puede evitar esto? Pregunta equivocada. Las verdaderas preguntas son: ¿vamos a
permitir esto o vamos a luchar con todas nuestras fuerzas para impedirlo? Y no
me refiero a frases puntiagudas que poner en un cartel que consigan estar
"top of mi dinero" y alto nivel de "recall". Hablo de, con
la mayor honestidad, decirle al pueblo, a los ciudadanos, de toda esfera socioeconómica,
de toda categoría demográfica y geográfica, la verdad de lo que está pasando y
de lo que va a pasar si Maduro y su combo nos clavan el chuzo de la
Constituyente. Ese debe ser el foco del Frente de Defensa de la Constitución.
Es una gigantesca paradoja de los tiempos que nos toca vivir que sea
precisamente el respeto a la Constitución del 99 refrendada en 2007 tenga los
anticuerpos para el terrible virus que con ese chuzo constituyente nos quieren
inocular.
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