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lunes, 1 de mayo de 2017

La esperanza siempre vence al miedo por @hcapriles



Por Henrique Capriles


Hoy más que nunca América Latina es una sola voz en el mundo, nuestros hermanos latinoamericanos han demostrado que la hermandad es un sentimiento que está latente siempre, y que cuando los dictadores hacen caso omiso de las barreras constitucionales y legales, no escuchan la voz de su pueblo y solo se sustentan en su superioridad militar, allí está la hermandad para cuidar a sus miembros.

Siendo democracia, los venezolanos ayudamos a América Latina, y hoy América Latina nos está ayudando a salir de una dictadura. Dictadura como la que muchos debieron enfrentar y con unidad nacional lograron salir de ellas. Nuestros hermanos latinoamericanos lo entendieron, y hoy nos toca a los venezolanos emprender esa lucha.

Liberarse de la dictadura que Maduro impuso sobre nuestra Venezuela depende de la capacidad y entrega que tengamos los venezolanos de liberarnos cada uno de nosotros, porque ya los venezolanos entendimos que no es un Mesías, que no es una fuerza extranjera, que no es producto del azar, lo que va a resolver nuestros problemas, ya los venezolanos entendimos que cada uno de nosotros es la fuerza que el país necesita para restituir la democracia que nos dejamos arrebatar.

Y es que la cúpula que por ahora gobierna en Venezuela se divorció de la democracia para mantenerse en el poder. Echaron por tierra el principio de que la soberanía reside en el pueblo. Creen que sus decisiones son sagradas y deben imponerlas a golpe y porrazo, pero el pueblo venezolano no se los va a permitir.


A quienes están en el poder no les basta con someternos a la peor hambruna de la historia del país por la escasez e inflación más altas del planeta, a una crisis de salud sin precedentes porque en Venezuela muere todos los días gente debido a que no hay medicinas, sino que también emprendió ahora un guerra a través de grupos paramilitares y cuerpos de seguridad del Estado para aniquilar la protesta y la disidencia.

Más de 30 venezolanos han perdido la vida desde que el dictaduro dio el autogolpe y borró del mapa de los poderes a la Asamblea Nacional a finales de marzo. La inmensa mayoría de los que vieron truncado su futuro eran jóvenes que salieron a la calle a defender su legítima libertad y terminaron sin el regalo más grande que nos regaló Dios: la vida.

Venezuela no puede ser lo que es hoy, simplemente por la ambición ciega de una persona que solo quiere mantenerse en el poder. El gobierno habla de paz, pero Maduro no quiere una paz con libertad y justicia, porque la paz de los dictadores no es si no la de la prisión y la violencia.

Pero como decía Nicolás Maquiavelo, “quien tiene al pueblo por su enemigo, nunca puede estar seguro, y mientras mayor sea su crueldad, más débil se irá volviendo su régimen”.

Esa debilidad que el gobierno sabe y siente, los vuelve más agresivos. Nos enfrentamos a una dictadura y como bien lo dice el secretario general de la organización de Estados Americanos, “las dictaduras no caen por sí solas, sino a partir del desarrollo de dinámicas internas y de la presión regional basada en los principios de la OEA”, organización por la que quienes hoy están en el poder lucharon y defendieron mientras se adaptaba a sus intereses, pero que pretenden menospreciar cuando las decisiones que allí se toman no les convienen.

Por eso es muy importante tener en cuenta que si bien 18 años es mucho tiempo, no pensemos que esto se va a resolver de hoy para mañana. Lo que comenzó ese primero de abril, en una marcha de los diputados tras las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, es algo que necesita resistencia, paciencia y sobre todo constancia. Es la hora de resistir, es la hora del pueblo venezolano.

Esta lucha es para rescatar el hilo constitucional, que finalmente debe conducir a unas elecciones libres, justas y democráticas.

El único camino para dejar atrás una dictadura son las elecciones como las establece nuestra Constitución. Ese derecho que el régimen nos secuestró, pero que debemos recuperarlo con unidad y protesta pacífica.

Lo último que se le ocurrió a este grupo de forajidos es intentar retirar a Venezuela de la Organización de Estados Americanos (OEA), después que el organismo adoptara una resolución que denunciaba una grave alteración del orden democrático en nuestro país. No soportan que el mundo entero sepa de su incapacidad y de las injusticias que vienen cometiendo contra nuestro pueblo. Ellos quieren tomar el camino de encerrarse para no tener que rendir cuentas a nadie.

Un retiro del sistema interamericano constituye en sí mismo un tratamiento regresivo de los derechos fundamentales, lo cual prohíbe nuestra Constitución, pero además es un proceso que se tarda unos 2 años. Es decir, primero sale Maduro de Miraflores, que Venezuela de la OEA.

Decía Aristóteles que “las tiranías son la constitución que dura menos”. Esto deberían tenerlo presentes quienes hoy avalan las decisiones de la cúpula enchufada.

Porque según el Estatuto de la Corte Penal Internacional, cuando los actos inhumanos graves reúnan dos requisitos: “(1) la comisión como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, y (2) con conocimiento de dicho ataque”, son crímenes de lesa humanidad.

El ataque generalizado quiere decir que los actos se dirijan contra una multiplicidad de víctimas, y la obediencia legítima debida no exime de responsabilidad a los criminales. Por ende aquellos que han ordenado masacrar personas no podrán esconderse, nunca podrán librarse de las muertes que han causado. Más temprano que tarde la justicia los alcanzará y serán juzgados. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben.

Los venezolanos tenemos por delante el más grande desafío político que hemos vivido estas generaciones, la resistencia no violenta. Los venezolanos debemos continuar firmes defendiendo nuestros principios y convicciones, la lucha no es de un día, pero la hora es ahora. La esperanza vence al miedo, porque la razón nos asiste, y mañana 1º de mayo debemos alzar nuevamente ese grito de libertad que no nos cabe en el pecho.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela! ¡Vamos amado Pueblo, cada día estamos más cerca de que nuestras lágrimas dejen de ser de dolor y sean de felicidad!

30-04-17




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