Miguel Méndez Rodulfo 05 de mayo de 2017
La
opción de sacar debajo de la manga de la camisa una constituyente es una
maniobra burda, carente de toda lógica y ofensiva a la inteligencia del
venezolano. Un llamado como este es procedente en los albores de un gobierno
con la intención de cambiar el modelo de desarrollo o la estructura del Estado,
aunque ya sabemos por experiencia propia que ambas cosas no se logran por el
mero cambio de la carta magna, sino que ello obedece al deseo de la sociedad
por diseñar una nueva visión de país. La Constitución de 1999 nunca fue un
proyecto de país, se trató más bien de un proyecto político diseñado
fundamentalmente para fortalecer al Poder Ejecutivo. En todo caso, sus aspectos
positivos, que indudablemente los tiene, fueron obviados en la práctica de
gobernar del chavismo. Por otra parte no hay tal constituyente comunitaria, ni
mucho menos pequeña. El artículo 347 de la Constitución establece sin duda que
el poder constituyente originario reside en el pueblo, y el artículo 348
establece que la iniciativa de convocatoria la tiene: el Presidente de la
República, la Asamblea Nacional o los Concejos Municipales. Al ser el pueblo el
depositario del poder originario no se puede condicionar o mediatizar su
participación en la elección de los constituyentistas, como pretende el
régimen. De manera que es muy sensato no hacerle el juego al gobierno en este
nuevo disparate, que lo que busca es ganar tiempo y enfriar la protesta.
Mucho
menos en este momento histórico en que el pueblo ha sufrido la saña malvada de
los instrumentos de represión del régimen y más de una treintena de jóvenes han
pagado con su vida el deseo de libertad que sacude a la nación. Formar parte de
esta pantomima, así como de cualquier diálogo, por mucho que lo convoque un
Papa lleno de buenas intenciones, pero equivocado en su apreciación de la
realidad venezolana, sería una traición a la memoria de estos mártires y una
afrenta a sus familias. Afortunadamente la oposición está blindada en su
rechazo a toda forma de manipulación gubernamental y ha perseverado en la
protesta; sin embargo, ante la posibilidad de que la calle se enfríe hay que
intensificar las manifestaciones, lograr una articulación estratégica con los
sectores populares, echar el resto y plantarnos en la calle día y noche hasta
que se vayan. Algo por el estilo debemos hacer.
El
gobierno en su furia represora y en su afán por perpetuarse en el poder, esperaría
que los militares venezolanos estuvieran dispuestos a reeditar la experiencia
de Siria, algo extraordinariamente difícil que ocurra, porque el sector
castrense venezolano fue formado en el ideario democrático, en el respeto a los
derechos humanos y en la pertenencia al pueblo, por mucho que los altos mandos
se hayan corrompido, e incluso que algunos hayan pasado a formar parte de las
redes del narcotráfico. Los militares saben que salir a matar a la gente que
protesta les asegura un banquillo en la Corte Penal Internacional y está claro
que no asumirán ese riesgo por Maduro; antes le indicarán al inquilino de
Miraflores el camino de salida. Por otra parte está el hecho cierto de los EEUU
no van a tolerar en suelo americano una masacre semejante.
Los saqueos
en la zonas industriales de Valencia, parecen la típica maniobra que el G2
cubano, desde su mesa situacional, le indica al gobierno para que mande los
colectivos y produzca esos daños que afectarán indudablemente a Caracas y a
todo el centro del país en la poca distribución alimentaria que actualmente
existe; de manera que comer para millones de venezolanos se volverá cada vez
mucho más difícil y, como todos sabemos, la inflación terminará aumentado por
el tema de la escasez. Esta maniobra diabólica del gobierno busca descalificar
la protesta y tener argumentos para sus acusaciones de terrorismo frente a la
lucha irreductible de los venezolanos. ¡Vergüenza debía tener un gobierno al
que su pueblo reclama libertad!
5 de
mayo de 2017
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